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Tierra prometida o campo de reclusión, hogar eterno o guerra perdida, sociedad ideal o infierno... todos los extremos se entrelazan y superponen en el territorio que unos llaman Israel y otros Palestina. Es imposible hablar de esta tierra sin hacer referencia a un conflicto sangriento que desde hace medio siglo ha influido más que ningún otro la historia del Mediterráneo. Y que ha sido influido, a su vez, por los vaivenes políticos en los países alrededor, convertido en campo de batalla de ideologías, nacionalistas y laicas, antaño, fundamentalistas islámicas hoy.

Pero Israel no sólo es el conflicto: también es una sociedad pujante, contradictoria, buscadora de una identidad perdida entre las utopías sociales y sionistas del siglo XX y el fundamentalismo judío moderno. Tan perdida, que es el único lugar donde la guerra aparentemente no tiene importancia: casi nadie en Israel sabe cómo viven, a escasos kilómetros, los palestinos.