Paisaje después de la explosión
Qué ocurre si se encierra a un millón y medio de seres humanos en una olla a presión, se cierra la tapa y se enciende el fuego? Muy sencillo: explota. En estos términos explica el ex diputado y veterano pacifista israelí Uri Avnery la inesperada voladura de la barrera que separa Gaza de Egipto.
Hace tres meses utilizó otro símil para describir la situación en esta franja, de apenas 360 kilómetros cuadrados, con todas las salidas selladas: un “laboratorio” en el que los palestinos harían el papel de “conejillos de indias” para averiguar qué ocurre en una sociedad aislada del mundo, sin suministro de alimentos o combustibles, en la que a cada individuo le corresponde un espacio teórico de 15 por 15 metros.
Si las consecuencias están a la vista, mucho menos claro está qué pasará a partir de ahora. La pelota está en el campo de Egipto, asegura Michael Warschawski, cofundador del instituto Alternative Information Center en Jerusalén. “El Cairo tiene ahora un gran problema. Imagino que cerrarán la frontera en algún momento, pero no de inmediato”. Lo mismo piensa el psicólogo Marwan Diab, residente en Gaza y miembro de la Campaña Contra el Sitio de Gaza. Confirma que las autoridades egipcias presionan para poner fin a la aventura: “Han cerrado todas las tiendas de Arish, en el lado egipcio, y los controles impiden que nadie vaya a El Cairo”, asegura a La Clave, aunque agradece al Gobierno que permitiera la entrada a los palestinos “cuando pudo impedirla”.
Diab aclara que los milicianos de Hamás colaboran con las autoridades egipcias sellando con alambre de espinos la mayor parte del muro derribado, pero cree que en las próximas semanas se negociará algún tipo de acuerdo para abrir el paso de Rafah. “Si no, todo puede repetirse”, anticipa. Añade que no se sabe realmente quién preparó la acción: “Hamás no la ha reivindicado, aunque probablemente fueran personas cercanas; quizás las Brigadas Salahudín”.
Jugar a ganar tiempoTodos los ojos están ahora en las conversaciones entre Hamás, el Gobierno egipcio y Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, que se niega a negociar directamente con la milicia islamista que desde junio pasado controla Gaza. “Abbas debería dejar de boicotear su propio Gobierno electo —es decir, Hamás— y trabajar a favor de un acuerdo. Hamás está dispuesto”, asegura Warschawski a La Clave. Pero añade que “sólo lo hará si tiene luz verde de Estados Unidos, que es de donde recibe órdenes”. Una opinión similar prevalece en la Franja, donde nadie cree que Abbas vaya a actuar al margen de Tel Aviv y Washington.
Adam Keller, portavoz del movimiento israelí Gush Shalom (Bloque por la Paz), cree que Hamás podría devolver el control efectivo de la frontera a Fatah a cambio de cierta legitimidad internacional, de la que ahora carece. “Abbas al menos salvaría la cara”, señala Keller. Pero añade que “las autoridades de Israel han dejado muy claro que si Abbas empieza a negociar con Hamás, ellos dejan de negociar con Abbas”.
De ahí que el presidente de la Autoridad Palestina probablemente juegue a ganar tiempo y intente cerrar primero un acuerdo con Israel que pueda hacer aprobar en referéndum, para confrontar a sus rivales islamistas con una decisión avalada por el pueblo, cree Keller. “Pero eso depende de qué concesiones consiga Abbas de parte de George Bush y Ehud Olmert: necesita un acuerdo realmente impactante, que devuelva a los palestinos la confianza en poder conseguir un Estado propio”, aclara.
De momento, nada de eso se vislumbra: la vida en los territorios ocupados no ha mejorado, la construcción de los asentamientos no se ha frenado y los 700 controles militares que trocean el paisaje e impiden la circulación entre las aldeas y ciudades de Cisjordania no han sido retirados. Es más: el ministro de Defensa, Ehud Barak, aseguró a inicios del mes que tampoco iba a retirarlos en el futuro, pese a que era una de las promesas principales de la conferencia de Annapolis.
¿Quién manda en Israel?Adam Keller recuerda que “en Israel, el ministro de Defensa tiene un enorme poder, diría que hay dos primeros ministros y no está claro quién manda más”. Añade que el Ejército es una institución extremamente poderosa, tan desproporcionada que Israel no podría mantenerla si no fuera por la ayuda militar que recibe de Estados Unidos. Eso sí, aclara Keller, “no tiene intención de dar un golpe de Estado. Algunos dicen ¿para qué?, si ya tiene el poder...”
Warschawski recuerda que el convoy de ayuda humanitaria que la red pacifista israelí mandó la semana pasada a Gaza sigue bloqueado en la frontera. “Nos dicen que Olmert ha prometido que podrá pasar pronto, pero el Ejército se opone. Los militares pueden hacer lo que quieran”, lamenta.
880 millones de euros al año recibe Egipto de Washington, por lo que no contrariará a Israel
La ayuda fue llevada por unos 1.500 manifestantes que urgían a Israel a negociar un alto el fuego con Hamás —algo que la milicia ha ofrecido reiteradamente— y poner así fin no sólo al sufrimiento de los palestinos sino también al lanzamiento de misiles artesanales sobre los pueblos israelíes cercanos a la Franja. Los artefactos matan raramente a alguien, pero si causaran una masacre el Gobierno podría verse obligado ante la opinión pública a volver a invadir la Franja, algo de lo que recelan muchos altos militares, ya que exigiría un alto coste de vidas en ambos bandos.
Olmert parece, de momento, intentar capear el temporal que supone la publicación del informe Winograd, que escudriña su actuación durante la guerra de Líbano de 2006. Ha anunciado que no piensa dimitir y Keller se inclina a pensar que sobrevivirá “porque su mayor talento son las maniobras políticas” y porque las opciones que se abrirían tras una dimisión tampoco son mejores. “Puede que pase el mando a otra persona de su propio partido, Kadima, o que convoque elecciones. En el segundo caso ganaría seguramente el Likud, encabezado por Benyamín Netanyahu, lo que me haría muy poca gracia”, comenta Keller.
Olmert era la bestia negra del campo pacifista cuando aún era alcalde de Jerusalén, debido a su política de sistemática exclusión de los palestinos y su propuesta, en 2002, de “erradicar por la fuerza” a Yassir Arafat y a Mohamed Dahlan, quien ya entonces recibía ayuda de Estados Unidos para luchar contra Hamás. Hoy, sin embargo, la izquierda israelí considera a Olmert un mal menor. “El problema es que hay muy pocos hechos que acompañen sus palabras a favor de un Estado palestino”, puntualiza Keller.
Olmert está en una difícil situación: su coalición cuenta con sólo 67 de los 120 escaños de la Knesset, el Parlamento israelí, desde la retirada, hace dos semanas, de Avigdor Lieberman y su partido Israel Beitenu, que defiende posiciones de extrema derecha. Ehud Olmert aparece como un mal menor para la izquierda israelíPoco después, el muy religioso partido Shas, con doce diputados, anunció que abandonaría la coalición si Olmert empezaba a negociar la soberanía de Jerusalén. Hace pocos días, el Gran Rabino asquenazí de Israel, Yona Metzger, respaldó esta idea al declarar que “los musulmanes no necesitan Jerusalén, dado que ya tienen La Meca”. Además, Metzger propuso resolver la crisis de Gaza llevando a sus habitantes al desierto egipcio de Sinaí, donde, a su juicio, “se podría construir un maravilloso Estado moderno”.
Frente a una opinión pública como la que refleja el Gran Rabino, Olmert representa la corriente pragmática, consciente de que la salvación de Israel pasa por una resolución duradera el conflicto.
“Un motivo de preocupación es la demografía palestina: pronto habrá más palestinos que judíos en el conjunto del territorio”, recuerda Keller. “Y se teme que puedan empezar a reivindicar no un Estado propio, sino simplemente el derecho a voto en Israel, como ocurrió en Sudáfrica. Es la peor pesadilla para la mayoría. Ariel Sharon llevó a cabo la retirada de Gaza para eliminar a su millón y medio de palestinos de la ecuación y contabilizar sólo a los habitantes de Israel y Cisjordania. Por el mismo motivo”, añade, “parte de la cúpula política y militar está a favor de entregar el control de Gaza a Egipto, cerrar todas las fronteras con Israel y desentenderse por completo de la Franja”. Está seguro de que el Gobierno egipcio rechazará este regalo envenenado, aunque “El Cairo hará lo posible para no contrariar a Israel: no querrá ver peligrar los 880 millones de euros que recibe cada año en ayuda militar desde EE UU”, concluye.
TúnelesLa prensa israelí ha señalado que la apertura de la frontera entre Gaza y Egipto permitirá que terroristas de Hamás se infiltren en Israel. La noticia según la cual la policía egipcia habría arrestado a varios palestinos armados en el Sinaí refuerza esta impresión. Warschawski es escéptico: “Dudo muchísimo de este tipo de noticias. Hay muchos túneles bajo la frontera con Egipto, sobre todo de contrabandistas, y Hamás puede entrar y salir de Gaza cuando quiera, no necesitaba abrir el muro para pasar”. La espectacular acción era más bien, explica, una forma de demostrar que son capaces de apretarles las tuercas al contrincante.
Diab afirma que, gracias a la apertura del muro, “la atmósfera de tensión se ha relajado, la gente se ha sentido aliviada al comprobar que nada puede impedirles salir” de lo que muchos han descrito como la mayor cárcel del mundo. Pero está seguro de que los palestinos no aceptarán volver a la situación anterior a junio de 2007. Entonces, el paso de Rafah estaba bajo control de un equipo de la Unión Europea... sólo que éste estaba acuartelado en Israel y “cada vez que Tel Aviv quería cerrar la frontera impedía a los europeos acudir al trabajo por supuestos motivos de seguridad”, recuerda Keller. Las estadísticas muestran que, durante el último año de la misión, Rafah estaba abierto sólo un día de cada cinco.