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Hay dos sexos pero miles de maneras de convertir esta 'pequeña diferencia' en fundamento de ideologías, convenciones sociales, inspiraciones culturales o códigos crueles; casi siempre más crueles para la mujer que para el hombre. Hoy día, la diferencia entre el papel social de la mujer y el hombre está mucho más marcada en los países al sur del Mediterráneo, y específicamente en los de tradición islámica, mientras que la 'cultura europea' se asocia específicamente a la igualdad entre mujer y hombre y a la participación de la mujer en todas las esferas de la vida laboral y política.
Todas las sociedades mediterráneas y europeas, no obstante, han construido el papel de la mujer sobre la misma visión patriarcal cimentada de igual manera por el judaismo, el cristianismo y el islam. Es sólo en las últimas décadas que el concepto de la igualdad ha acabado por imponerse como el único válido en la esfera pública de los países europeos, mientras que este proceso aún dura, e incluso se ha estancado o invertido, en muchos países de tradición islámica. Señal son las crecientes normas de vestir asociadas al islam fundamentalista moderno, como el hiyab o velo.
Junto a la liberación de la mujer de estos tabúes y la conquista de un papel igualitaria se ha producido una recuperación de la sexualidad y el placer sexual como valor humano, no asociado a la procreación. Aunque el islam, a diferencia de la Iglesia cristiana, nunca ha demonizado el placer como tal, también los países musulmanes sufren importantes tabúes asociados a las formas de vivir el sexo.
La separación de hombre y mujer en la sociedad se asocia casi siempre a la represión de la sexualidad humana. Los tabúes son numerosos y en muchos países han pasado a formar parte del código penal. Así, la pérdida de la virginidad cuenta como delito en Libia, Irán o Arabia Saudí y constituye todo un escándalo o drama para numerosísimas familias a ambos lados del Mediterráneo; en la parte oriental motiva hasta hoy frecuentemente los asesinatos llamados 'de honor'.
El matrimonio es en muchos países la única forma de legalizar una relación sexual pero el adulterio estuvo penalizado por ley en prácticamente todos los países mediterráneos (y casi toda Europa) hasta la segunda mitad del siglo XX. Conforme a la visión de la mujer casada como propiedad del marido, el asesinato de la esposa sorprendida en acto de adulterio se consideraba un delito menor e incluso en los países donde la ley ya no otorga atenuantes, la opinión popular a menudo sí. También la evolución del derecho al divorcio se asocia estrechamente a la religión: es prohibida por la cristiana mientras que el islam lo facilita enormemente al marido pero sólo en condiciones muy concretas a la mujer.
La homosexualidad es uno de los tabúes más fuertes en todo el Mediterráneo y es severamente condenada por todas las tres grandes religiones monoteístas. A nivel social y legal sólo se va superando gradualmente en la parte norte desde el inicio del siglo XXI; en los países musulmanes este proceso es más lento.
Los tabúes sexuales y la visión patriarcal de la sexualidad como medio de procreación han influido también en el tratamiento de la salud sexual y la legislación referida a anticonceptivos y aborto. Mucho más antiguas, probablemente, son los ritos de mutilación sexual, la circuncisión en el caso de los varones y la ablación en el de las niñas, esta última sólo practicadas en algunas regiones periféricas del Mediterráneo.
Terminología
Empleamos en m'sur el término 'sexo' para referirnos a la condición masculina o femenina de las personas, con todo lo que conlleva. En castellano, sexo siempre se ha referido al concepto no sólo biológico sino también al papel social de mujer y hombre (que realizan "las labores propias de su sexo"). Esta aclaración parece necesaria, porque en la última década, algunos organismos españoles han usado la palabra 'género' con este significado, una errónea traducción del ingles gender. A diferencia de gender, en castellano, el sustantivo género se refiere a cualquier tipo de categoría (el 'género humano' es toda la humanidad) y el adjetivo, general, no se puede aplicar a la discriminación o diferenciación sexual.