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Tradicionalmente, el papel de mujer y hombre se ha considerado únicamente en el marco de la familia: como esposos, padres o cónyuges, se les asigna a ambos una serie de obligaciones y derechos propios.
Este rol de las personas como parte del matrimonio está marcado en todo el ámbito mediterráneo por fuertes tradiciones patriarcales, cuya vigencia varía hoy de país en país, pero que se diferencian poco en lo esencial: tanto judaismo como cristianismo e islam consideran a la mujer casada una persona puesta bajo la tutela del marido y obligada a obedecerle.
En algunos países, sobre todo los de dominio islámico, estas tradiciones han pasado a formar parte del código legal vigente, aunque a menudo están en flagrante contradicción con las leyes que rigen la relación de mujeres y hombres fuera del matrimonio. Argelia establece en su constitución la igualdad jurídica de hombres y mujeres... para luego exigir en el código civil a la mujer obediencia al marido y al marido, que la mantenga económicamente. El divorcio sigue prohibido en Malta, un país cristiano, y está sujeto a la discreción del marido en buena parte de los países musulmanes.
Tradicionalmente se ha asociado el papel de la mujer a la responsabilidad de tener hijos, hasta el punto de que los anticonceptivos eran ilegales en numerosos países católicos hasta los años sesenta y setenta, acorde a las normas de la Iglesia. En los países musulmanes no hay tal doctrina religiosa pero la aceptación social de los métodos de planificación familiar sólo aumenta lentamente. Mucho más reciente es el debate sobre la legalidad del aborto, aún severamente restringido en varios países tanto de tradición católica como de dominio islámico.