La ablación —también llamada excisión o circuncisión femenina— es un tipo de mutilación ritual, en el que una curandera o un médico corta parte de los labios menores o del clítoris de las niñas o bien la piel que cubre éste.
Se trata de una ceremonia que marca el paso a la pubertad, difundida en casi toda África al sur del Sáhara. Se practica por igual entre animistas, musulmanes, cristianos y judíos y, pese a numerosas opiniones que así lo afirman, no tiene relación alguna con el islam ni base en el Corán, ni tampoco en otras escrituras sagradas.
Existen diversos grados de mutilación; normalmente se distinguen tres: la eliminación de la piel que cubre el clítoris y a veces parte de éste (conocida como clitoridectomia), la excisión, entera o parcial, del clítoris y de los labios menores, y la infibulación (o circuncisión faraónica), en la que se cortan no sólo los labios menores, sino que después se cosen para cerrar la vulva de forma que sólo quede un agujero para la orina. Ésta última es la forma más grave y afecta alrededor del 15%-20% de las niñas mutiladas, sobre todo en África oriental.
Alguna vez se distinguen cuatro formas, según se corten o no los labios menores, pero parece ser que las variaciones, exceptuando la infibulación, dependen en parte también del pulso y la agudeza visual de la curandera que realiza la operación. En Egipto, la forma más leve también se conoce como sunna (tradición) ya que supuestamente sería la recomendada por el islam.
En muchos casos, la mutilación provoca infecciones crónicas, a veces incontinencia de orina y dificultades de parto; normalmente reduce —aunque no necesariamente anula— la capacidad de la mujer de experimentar placer sexual. Aparentemente este efecto no se produce si sólo se corta la piel sobre el clítoris.
Aunque los efectos de la ablación son indudablemente más graves que las de la circuncisión masculina, destacados médicos y juristas subrayan que en ambos casos se trata de una mutilación genital impuesto a un niño o una niña y que desde el punto de vista ético no se deben diferenciar ambas prácticas.
Incidencia
Es difícil estimar la incidencia de la ablación en los países donde se practica. En África subsahariana, una adolescente no 'circuncidada' se considera 'impura' y existe una enorme presión social, sobre todo en los pueblos, para que todas las chicas pasen por el rito. Pero no todas las etnias la practican, de ahí que en algunas aldeas, el cien por cien de las niñas sufrirá esta práctica, y en otras, tal vez ninguna. En las ciudades, el rito se omite a veces o se posterga hasta que las jóvenes visiten la aldea de donde es oriunda la familia. El mismo fenómeno se observa entre inmigrantes africanas en España, que sufren este rito durante las vacaciones en sus países, aunque a veces también se hace por curanderas residentes en Europa.
Se estima que hoy, el 97% de las niñas egipcias sufre esta mutilación, a menudo en su forma más leve. Es practicada tanto por musulmanes como por cristianos coptos. En Sudán la experimenta un 89% de las niñas, aunque no se da entre todas las etnias. En Etiopía —donde se practica por igual entre la población cristiana, la islámica y la judía, mientras tuvo presencia— afecta al 72-73% de las niñas; en la mitad de los casos en forma de clitoridectomia, y muy raramente como infibulación. Existen numerosas tribus que no la practican, pero es común en las regiones de Amhara, Afar, Addis Abeba y Oromia. En Eritrea, la tradición afecta al 97 de las niñas y en Yibuti al 98; en este país, la infibulación es la forma más común con un 86% de los casos.
Las cifras para Mauritania varían entre el 20% y el 27%, aunque algunas fuentes la ponen en el 60 ó 70%. La práctica está documentada sobre todo en las tribus fulbe y soninke, que viven en el extremo sur del país, pero no parece emplearse entre los saharauis que viven en Argelia y que pertenecen a la misma etnia que la población mayoritaria en Mauritania. En el resto del Magreb, esta costumbre es completamente desconocida.
Supuestamente, la ablación se practica también en algunas zonas de Arabia Saudí y en Omán, pero no existen cifras ni datos fiables; algunas veces se mencionan incluso otros países del Golfo, pero sin fuentes.
En 2004, la ONG alemana WADI dio a conocer la existencia de este rito en el Kurdistán iraquí, un descubrimiento que sorprendió a la prensa de Iraq, ya que se tenía el rito por inexistente en el país. A diferencia de las regiones africanas, donde la ablación se combina con un rito social, entre las mujeres kurdas se practica a escondidas y numerosos hombres kurdos desconocen la práctica. El primer sondeo de WADI arrojó una cifra del 60%.
Según un estudio local, es muy infrecuente en el norte de la zona y bastante habitual en las zonas de Erbil y Suleimanía, pero sólo entre la población kurda; no se daría en pueblos habitados por familias árabes o arameas. Una campaña de organizaciones locales en radio y prensa y con talleres está reduciendo la incidencia y entre las chicas más jóvenes es ahora menos frecuente que antes.
Según algunos testimonios, la costumbre se conocía también en el Kurdistán turco, pero hoy sólo se conservan referencias a ella entre las ancianas; no parece que se siga practicando.
La ablación está prohibida por ley en prácticamente todos los países en los que se practica, pero estas leyes raramente se aplican. Sí han tenido el efecto de modificar el rito: en lugar de ser una costumbre asociado al paso de la niña a la pubertad, se practica cada vez más en bebés, para evitar que se rebelen y crean problemas legales.
Causas
Las causas del rito son oscuras; ninguna de las explicaciones habituales tiene base científica. En África subsahariana, el rito se presenta como una 'purificación' de la niña para prepararla para el papel de esposa y madre que, supuestamente, no podría ejercer sin esta mutilación ritual. Otros creen que una mujer que no pasa por el rito será estéril o que la ablación es necesaria por motivos estéticos; también hay quien señala que una mujer 'circuncidada' tiene un impulso sexual menor y por eso guardará más fácilmente la fidelidad conyugal. Es una afirmación tan poco fundamentada que también se puede encontrar la opinión contraria: la eterna falta de satisfacción induciría a una mayor promiscuidad.
No se trata de una subyugación de la mujer por parte del hombre, dado que la ceremonia es siempre un asunto estrictamente femenino por el que los hombres apenas se interesan y las mujeres suelen ser —extrañamente— las más reticentes en abandonar esta tradición; muchas la practican en sus hijas o nietas incluso contra la voluntad expresa de los padres de éstas.