Un periodista gallego contratado como matemático experto en estadísticas agrarias en una oficina sin ordenadores. Dos mil palomas blancas que no quieren volar de noche. Un coche de segunda mano que no sólo te deja tirado en el momento más inoportuno sino que incluso arranca en el momento más inoportuno. Un pollo sin plumas nacido por la gracia de la ingeniería genética. Una chica marroquí que estudia lenguas ugaríticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén y es devota de la Pilarica. Unos agentes de los servicios secretos que juegan una liga de fútbol con los servicios secretos de otros países.
Estos son algunos de los personajes que pueblan la novela Fin de siglo en Palestina, una lectura a menudo desternillante y triste a la vez. ¿He dicho novela? Más bien es una sucesión fluida de microrelatos, que van desde un par de párrafos a una decena de páginas, construidos siempre en esta fina línea que separa lo cotidiano de lo absurdo, la reflexión filosófica de la fantasía desenfrenada. El autor parece beber en las fuentes de Kafka, de Groucho Marx, de Stanislav Lem (este humor indestructible que rompe el dramatismo de la acción para hacer cómplice al lector) aunque la risa a menudo no es más que un desesperado intento de sobrevivir.
El libro atrapa por su lenguaje visual, rotundo (“En Jerusalén, nada convive, en realidad: las culturas, las lenguas, las razas, las religiones, se abren paso a codazos, se ignoran o se combaten”) a la vez que lírico: (“Inocente en todo lo que fuese política, esta chica que distinguía las tórtolas turcas de las senegalesas por la forma de sus ojos...”). De forma casi imperceptible —nunca ralentiza el goce de la lectura—, el autor va deslizando en el texto la historia y la actualidad política de Palestina, lo que convierte el libro en una excelente opción para informarse sobre las causas tras la sangre que tiñe cada tanto las noticias referidas a esta esquina del Mediterráneo.
La risa a menudo no es más que un desesperado intento de sobrevivirEl autor sabe narrar este ciclo inextricable de violencias con la mirada atenta y curiosa de un agnóstico que describe una misa católica o un ritual de chamanes: sin burlarse de la liturgia, pero sin tomar parte en ella. El símil, por cierto, es de Murado y constituye uno de los hitos filosóficos del libro: “La violencia es una fe. Tiene sus rituales, sus símbolos, que a veces son los mismos (la sangre, la carne), tiene sus sacerdotes terribles y sus fieles que creen ciegamente en ella (..) y sus creyentes le atribuyen el poder de cambiar el mundo”.
¿He dicho novela, he dicho microrelatos? Pues no. A Miguel-Anxo Murado (Lugo, 1965), corresponsal del diario El Mundo y la agencia Europa Press en varios conflictos, se le supone la fiabilidad suficiente como para saber que hasta el último detalle narrado, cada uno de los nombres propios y probablemente hasta los iniciales de los espías futbolistas son absolutamente verídicos. No hay ni una línea inventada en este libro. No es una novela. Ni un conjunto de cuentos cortos. Es el diario de su estancia en Palestina. Nada menos. Es la absurda, hilarante, triste, caótica, desesperante y maldita realidad.
Autor:
Miguel-Anxo Murado
Título:
Fin de siglo en Palestina
Género:
Ensayo
Editorial:
Lengua de Trapo
Páginas:
315
Precio:
20,91 €
Año:
2007
Idioma original:
Gallego
Traducción al español:
Miguel-Anxo Murado
Título original:
Fin de século en Palestina