Ilya U. Topper
[Sevilla · May 2007] Israel entrevista Orit Uziel | Escritora israelí «La historia de mi país está llena de angustias »
“¿Y por qué ninguna de tus novelas transcurre en Israel?”
Lo pregunta Leticia González, 16 años. Ha escuchado atentamente la charla de Orit Uziel, que ha hablado del escenario de sus novelas: México, las rebeliones indígenas, Al Andalus, la España del siglo XIV, la Málaga de la guerra civil...
Oriet Uziel nació en Israel de padres búlgaros, vivió dos años en México, habla un castellano muy aceptable, pero escribe en hebreo y reside en su país natal. Escribe para los niños israelíes. Cuando termina la charla - alargada por las incesantes preguntas de los adolescentes - y Uziel se dirige hacia su cita con la prensa, Leticia se acerca, la intercepta y le hace la pregunta esencial, la que formará la base de esta entrevista:
“¿Y por qué ninguna de tus novelas transcurre en Israel?”
Uziel duda un instante. Luego responde: “Porque la historia de mi país está llena de angustias. No puedo escribir sobre esto. Hay demasiado bando enfrentado”.
¿Por eso busca sus escenarios, cuánto más lejos, mejor?
Escribo sobre la España de la guerra civil: la guerra entre hermanos es algo muy cercano para Israel. Podría ocurrirnos si el gobierno intentara evacuar a los colonos de Cisjordania. Son extremistas. Yo odio a los extremistas: los hay judios y los hay musulmanes. La gente en medio quiere la paz, pero los líderes son extremistas. Mi familia siempre ha sido izquierdista. Aunque “izquierdista” puede ser un insulto en Israel. Porque queremos la paz, queremos que los palestinos tengan su país, sus derechos. Ocurre que me llamen “sucia izquierdista”. Pero teníamos la razón aun antes, cuando éramos pocos, ahora hay mucha gente que piensa como nosotros.
Tuve la impresión que mucha gente en Israel ni siquiera se da cuenta de que hay un conflicto: miran hacia otro lado.
Para protegerse a sí mismos desarrollan un sistema: viven como en Europa: vacaciones, playa, cine... Si pensaras todo el rato en la guerra no sobrevivirías. Eso sí, el servicio militar dura tres años, y los hombres tienen que regresar un mes al año al Ejército.
Usted es sefardí.
Sí, pero en mi familia ya no se hablaba ladino sino hablaba búlgaro, porque eran gente culta. Ahora intentan preservar el patrimonio sefardí, porque los viejos, que hablaban ladino, se mueren. En Tel Aviv hay un centro para conservarla, pero desaparecerá como lengua hablada. Antes había un periódico en ladino; cerró hace mucho. Ya no hay una comunidad sefardí como tal, la gente se mezcla mucho. Los únicos que se mantienen apartados son los ultraortodoxos, que sólo se casan entre ellos...
¿Ya no está la división en capas sociales, la escalera social conformada por asquenazíes, sefardíes, mizrahim - judíos marroquíes y árabes -, yemeníes, etíopes....?
No, ya están todos muy integrados.
¿Incluso los judíos que desde los años noventa llegaron de Rusia?
Sí, ellos también. Se han integrado a través del Ejército. Luego se enamoran, se casan... Pero sí queda la división entre judíos y árabes israelíes. Pueden ser socios en un negocio, pero la religión los separa y la política también. Sólo se mezclan en los círculos más liberales... y en los hospitales: hay muchos excelentes médicos y enfermeras árabes. Pero la tensión tampoco es tan grave como parece en las noticias de la tele. Las revueltas de Akko del año pasado se debían a una provocación de los judíos religiosos. Tengo más miedo a los extremistas judíos que a cualquier otra cosa. Los no religiosos odiamos a los religiosos.
Y todo este complejo y fascinante mundo... está ausente de sus libros.
No puedo escribir sobre temas cercanos a mí; me siento incómoda, me bloqueo. En la literatura juvenil de Israel hay una tendencia de escribir sobre la clase media urbana, y eso no me atrae. Escribo sobre España, es algo mágico, exótico: en un libro trato de la guerra entre España y Portugal en el siglo XIV y en un capítulo hablo contra la guerra. Los jóvenes tienen la visión de que “nosotros” somos los buenos y “ellos” los malos, y al crecer se deben dar cuenta de que no es así, que el mundo no es blanco y negro.
La necesidad de hacer alegoría recuerda a épocas con censura...
No tenemos censura: puedo escribir las cosas claramente, y se publicarán, pero no sé si alguien lo leerá. Pero no puedo escribir sobre un niño árabe: me saldría algo artificial. Si intentara pintarlo bueno, dirían que “me gustan los árabes”...
Otro insulto, imagino...
...y si lo pintara malo, tampoco sería la realidad. En mis libros infiltro ideas que no podría escribir para niños —para adultos sí— sin que sonara a un sermón. Por eso prefiero filtrarlo. En Fuego en Yucatán utilizo la opresión de los indios por parte de los hacendados para hacer una alegoría de lo que ocurre en los territorios ocupados. Por comentarios que leí en internet vi que más de uno se daba cuenta. Ya lo decía Lion Feuchtwanger: escribir novelas históricas es escribir sobre el presente.