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Topper
Ilya U. Topper
[Madrid · Nov 2007]
Palestina  reportaje 

La cumbre del fracaso anunciado


La reunión de Annapolis en Estados Unidos a finales de noviembre insiste en las posiciones de 2001 y no aportará nada a la resolución del conflicto palestino-israelí

Una broma sin ninguna gracia. La primera conferencia del mundo que fue un fracaso antes de inaugurarse. Una partida de póker en la que ninguno de los tres jugadores tiene un céntimo para apostar. Son sólo algunos calificativos con los que destacados analistas describen la próxima cumbre de Annapolis, en Estados Unidos.

Sólo con una semana de adelanto se confirmaba la fecha —el 27 de noviembre— y se daba a conocer la lista de invitados —Siria y Arabia Saudí, aparte de Palestina e Israel—. Lo que no está aún claro son los temas a tratar. Uri Avnery, veterano pacifista israelí, imagina a George Bush, quien anunció esta conferencia en julio, maldiciendo al asesor que le sugiriera la idea, supuestamente para cerrar su legislatura con un gran éxito internacional y superar como estadista a sus predecesores. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, aprovechará la reunión —asegura Avnery— para desdibujar su desastroso legado como perdedor de la guerra de Líbano. Y Mahmud Abbas, más conocido como Abu Mazen, sucesor del ‘rais’ Yasir Arafat, debe buscar en el exterior la autoridad de la que no goza en su propia tierra.

Igual de escéptico es Michel Warschawski, presidente del Alternative Information Center (AIC) en Jerusalén. “No creo que salga algo de Annapolis; es más: hay un compromiso del Gobierno israelí ante su coalición de no negociar nada sustancial”, aseguró durante un debate en la Casa Árabe de Madrid. Opina lo mismo su compañero de mesa, Mustafá Barguti, diputado palestino y dirigente del partido laico Iniciativa Nacional Palestina. “No veo un cambio en la actitud de Israel. Para que la conferencia tenga éxito hacen falta cuatro condiciones: congelar toda construcción en los asentamientos, frenar todo avance del muro en Cisjordania —que va fijando una frontera no negociada—, levantar el estado de sitio de Gaza y declarar la intención de negociar un acuerdo definitivo”.

Crimen de guerra

Ehud Olmert hizo un gesto en esta dirección cuando declaró, el lunes 19, que Israel “no construirá nuevos asentamientos” para así “cumplir con sus obligaciones” bajo el ‘mapa de la paz’ acordado en 2003. El jefe del equipo negociador palestino, Saeb Erekat, replicó que esta promesa era vacía “si no congelaba al 100% la construcción en las colonias existentes”, incluido el ‘crecimiento natural’, que muchos políticos israelíes defienden como algo legítimo.

Estas aglomeraciones de casas construidas en colinas expropiadas a los palestinos —crearlas es un crimen de guerra, según la Convención de Ginebra— nunca tienen límites definidos. Erigir un nuevo bloque de viviendas en un asentamiento existente significa a menudo ocupar otra colina distante. Algo que los propios colonos describen como estrategia para apropiarse de los terrenos de en medio, a partir de ahí prohibidos para los campesinos palestinos.

Un informe de la ONG israelí Paz Ahora, realizado en octubre, señala que el número de colonos judíos en Cisjordania —267.000 en 121 asentamientos— crece un 5,8% al año, mientras que la población israelí aumenta sólo un 1,8%. Denuncia que cada año se añaden casi 2.000 nuevas casas a las ya existentes y que hay 105 ‘avanzadillas’, grupos de caravanas colocadas en alguna colina, algo ilegal incluso según la legislación israelí. Olmert promete desmantelarlos, pero Paz Ahora recuerda que los colonos suelen volver después de que el Gobierno evacúa, con gran despliegue mediático, una caravana.

Mustafá Barguti no duda en calificar de “apartheid” el sistema israelí, que impide a los palestinos utilizar la mayoría de las carreteras de Cisjordania —reservadas al uso de los colonos y del Ejército— y dificulta el tráfico en las demás a través de 562 puestos de control militar. “Necesitamos un Estado en las fronteras de 1967, no una aglomeración de ‘bantustanes’”, exige Barguti, quien participó en la Conferencia de Madrid en 1991. Recuerda que “la misma resolución de Naciones Unidas que dio legitimidad a Israel en 1947 adjudicó el 45% del territorio al Estado árabe; hoy Gaza y Cisjordania sólo ocupan el 23% y aceptamos este compromiso. Pero en Camp David, Sharon ofreció el 11%. Ningún líder palestino podría aceptar en Annapolis algo que Arafat rechazó”.

Condiciones similares menciona una carta abierta a Condoleezza Rice, firmada en octubre por Zbigniew Brzezinski, antiguo asesor de Jimmy Carter, y otros siete ex altos cargos estadounidenses. Insiste en un reparto territorial “basado en las fronteras de 1967, con intercambios de terrenos menores, recíprocos y consensuados”.

asentamientoDesde el lado israelí, la situación no se ve diferente, sino que no se ve. Lo dice Warschawski: “Sólo el 10% de la población israelí apoya una solución razonable. No porque el resto defienda posiciones extremas, sino porque ha cundido la impresión de que no tenemos problemas. La economía va mejor que nunca. La seguridad también, a nivel individual y nacional. Nunca desde que se fundó Israel tuvo un apoyo tan unánime: ya no nos critica ni la Unión Europea. El conflicto es como un eccema: pica pero puedes vivir con él; no hace falta ir al médico, sólo pones un poco de crema. La ocupación desapareció de los periódicos y nos parece que tenemos todo el tiempo del mundo”. Eso sí, teme que la calma engañe y que pronto haya una sorpresa.

Seguridad innecesaria

Los enfrentamientos entre Fatah y el partido islamista Hamás, ganador de las elecciones de 2006, han contribuido a desviar las miradas de la ocupación. Barguti cree que “el objetivo de Israel es convertir la Autoridad Palestina en una agencia de seguridad a su sueldo”. Denuncia que, “presionado por Israel, el Gobierno palestino —en parte se prestó a ello por nepotismo— asigna un 8% de su presupuesto a Salud, un 0,7% a Agricultura, un 0,3% a Cultura y un 38% a Seguridad”. Un reparto que deteriora los servicios públicos y fue clave para el triunfo de Hamás, que ofrece redes de asistencia alternativa. Además, es innecesario, según Barguti: el lanzamiento de misiles desde Gaza —que motiva nuevos golpes israelíes— podría terminar “mañana si Israel aceptara un alto el fuego recíproco”. Cree que “el mundo e Israel perdieron una oportunidad de oro” cuando boicotearon el Gobierno de unidad nacional de Hamás. Pide convocar elecciones y “aceptar la voluntad democrática”, que prevé similar a la de 2006.

En Israel domina la sensación de que todo está perfecto

Una de las condiciones previas puestas por Ehud Olmert parece hundir definitivamente la reunión de Annapolis: exige a la parte palestina reconocer Israel como ‘Estado judío’, algo en que insiste el ultraderechista Avigdor Lieberman, el socio de coalición que asegura la mayoría del partido de Olmert en el Parlamento. La claúsula provocó el enfado de los partidos que representan a los 1,5 millones de musulmanes israelíes y es una condición “absurda”, según Avnery, ya que la propia sociedad israelí debate sobre si la fe judía es esencial para ser ciudadano del país. “Olmert no exige esta condición para que se acepte, sino para que no se acepte y evitar así toda negociación”, cree Avnery.

La presión de la derecha norteamericana e Israel seguirá subiendo en vísperas de la reunión. A inicios del mes, un grupo de rabinos advirtió en una carta a Bush que Dios castigará a quien presione a Israel a abandonar tierras judías: tras la evacuación de Gaza, patrocinada por Washington, llegó el huracán Katrina y ahora los incendios empiezan a arrasar California, argumentan.

Entrevista con...
 Shlomo Ben-Ami: «Annapolis está en una niebla» 
Ex ministro de Exteriores de Israel

shlomo ben-amiEstuvo a punto de firmar un histórico acuerdo de paz con Yasir Arafat en Camp David, en 2000. Hoy, Shlomo Ben Ami, ex ministro de Exteriores de Israel y vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax), sigue trabajando para superar el conflicto.

¿Qué ha cambiado desde Camp David?

No las posiciones, estamos donde estábamos. Entre tanto, el 11-S y la emergencia de Irán como un poder que amenaza a los así llamados regímenes moderados crea a lo mejor la posibilidad de que Arabia Saudí, Egipto o Jordania se presten más a ayudar a este proceso. En 2000 no estaban por la labor, hoy quieren acabar con el conflicto israelí-palestino para poder enfrentarse a sus dos mayores amenazas: el fundamentalismo islamista e Irán.
¿Hay más esperanza, entonces?
Para mal ha cambiado que la Administración norteamericana no tiene el nivel de compromiso que tenía Clinton. Si el presidente de EE UU no se involucra de forma seria, esto difícilmente puede ir adelante.
¿Irá Siria a la reunión?
La cumbre está envuelta en incertidumbre, en una niebla, no se sabe cuál es la agenda, si han llegado a alguna coincidencia en las postura... ¿Para qué va a ir Siria? Todavía no se sabe nada.
¿Se podrá negociar mientras Gaza se considere ‘entidad enemiga’?
Gaza es estado enemigo no sólo para Israel, sino también para (el presidente de la Autoridad Palestina) Abu Mazen, y no veo que él esté por la labor de negociar con Hamás. Lo considera un enemigo y no está dispuesto a entablar negociaciones si Hamás no desmantela su poder en Gaza.
¿Como aplicar un marco de principios si Hamás no participa en este acuerdo?
Un nuevo Gobierno de coalición sería la mejor manera de que Hamás participe; así se estaría negociando con la totalidad del pueblo palestino. Pero eso no existe y los palestinos no se ponen de acuerdo. Y si los así llamados moderados no pueden llegar a un acuerdo, ¿qué se espera de los extremistas? Creo que esta división entre moderados y extremistas es una falacia, pero los moderados no pueden llegar a un acuerdo que los extremistas puedan definir como una traición. Por eso, las condiciones de ambos no serán muy diferentes.
Si Abu Mazen aceptara un acuerdo así...
...será rechazado y sería la plataforma para una guerra civil.
Si la conferencia se queda en una foto, ¿le dará oxígeno a Abu Mazen?
Todo lo contrario. Si esto se convierte en una ‘operación foto’, Hamás dirá que este hombre no ha conseguido de los israelíes ni un acuerdo de principios. Y hay que recordar que Abu Mazen tiene fecha de caducidad: no se presenta a las siguientes elecciones. En un año y medio ya no está y se va a crear un vacío.
¿No hay sucesor posible?
No hay un aglutinante. Él era el número dos de Arafat, un histórico. ¿Quién va a venir después? ¿Las Brigadas de Al Aqsa? ¿Una lucha sin cuartel entre las milicias de Fatah y Hamás? Es muy peligroso este intento de jugar flexibilizando el tiempo, eso no puede seguir así.
¿Cree que Annapolis llevará a algo?
Francamente, todavía no alcanzo a comprender el efecto real. No han llegado a ningún acuerdo por el momento, que yo sepa. Si no es más que una plataforma para relanzar las negociaciones, pues bien, pero ¿qué cambia? La conferencia tendría sentido sólo bajo una condición: si se acordase un marco muy estricto, rígido, claro, de negociaciones y se negociara en torno a estos principios. Si no, ¿para qué ir?
¿Qué le recomendaría a Israel?
Entender cuáles son los parámetros inevitables de un acuerdo de paz. Eso requiere liderazgo. Son los parámetros de Clinton y todo intento de cambiarlos no llegará a ningún lugar: la división de Jerusalén, los asentamientos... Los palestinos tienen que entender una condición sine qua non para Israel: el que el Estado judío no puede recibir refugiados; tienen que asumir, tristemente, que el retorno no es factible.
¿Prevé que este acuerdo llegará?
No sabría decirlo. La única forma de resolverlo es que venga de la mano de una alianza internacional. Las partes no llegarán a ningún acuerdo, de eso no me cabe duda. Ya que se sabe cuál es el espacio —muy reducido— del compromiso, el Cuarteto, asistido por el cuarteto árabe, tiene que poner sobre la mesa una propuesta, ejercer influencia y, si es necesario, presión.
¿Ahora no hay presión?
No hay ni propuesta.
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