Solana quiere poner fecha a la creación de un estado palestino
El Alto Representante para política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, sorprendió a propios y a extraños al solicitar públicamente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que reconozca antes de finales de 2009 la existencia de un Estado palestino incluso si no se llegase a un acuerdo de paz entre las comunidades israelí y palestina. Durante una conferencia pronunciada en Londres el pasado fin de semana, Solana, que ostentó el cargo de secretario general de la OTAN durante la intervención occidental contra Serbia, sugirió que la comunidad internacional debería fijar una fecha para la creación del Estado palestino. En el caso de que no se cumplan los requisitos para la firma de un tratado entre Israel y sus vecinos, las Naciones Unidas deberían tomar cartas en el asunto, tratando de aplicar medidas encaminadas a precipitar la solución del conflicto.
La reacción del Gabinete israelí fue instantánea: “dicha propuesta pone el peligro el provenir de las consultas con los palestinos, unas consultas que el Estado judío pretende abordar sin condiciones previas”. Una maniobra muy hábil, destinada a rechazar la única exigencia de los palestinos: el abandono por parte de la política de colonización forzosa de Cisjordania.
Mientras los falsos profetas se congratulaban por la supuesta aceptación por parte de Netanyahu de la solución de los dos Estados, presentada por el presidente Obama durante el discurso pronunciado en El Cairo el 4 de junio, los politólogos hacían hincapié en la escasa convicción con la cual el primer ministro hebreo aceptó la propuesta, véase imposición, del actual inquilino de la Casa Blanca. Sabido es que Benjamín Netanyahu no es partidario de la paz y, menos aún, de la creación del Estado palestino. Sarkozy reclamó la dimisión de Avigdor Lieberman, cuya postura intolerante acrecenta el aislamiento de Tel Aviv
La trayectoria de los miembros del actual Gabinete israelí nada tiene que ver con los utópicos proyectos de convivencia pacífica entre judíos y árabes, entre israelíes y palestinos. Sin embargo, la presión internacional se acentúa. A las sugerencias de Barack Obama se suman, esta vez, las tajantes declaraciones del presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien reclamó la dimisión del jefe de la diplomacia israelí, Avigdor Lieberman, un “halcón” cuya postura intolerante sólo sirve para acrecentar el aislamiento internacional de Tel Aviv.
Conviene señalar que al jarro de agua fría de Solana se suma otro extraño episodio, que pone de manifiesto la existencia de una brecha en el seno de la sociedad hebrea. Apenas unos días después de la intervención del máximo responsable de la política exterior de la UE, la organización no gubernamental israelí Rompiendo el silencio, integrada por una treintena de militares hebreos hizo público el espeluznante testimonio de oficiales, suboficiales y soldados que participaron en el operativo “Plomo Fundido”, el ataque contra la Franja de Gaza desencadenado el 27 de diciembre del pasado año por el Ejército judío.
Los uniformados señalan que durante la operación, que se saldó con 1.400 muertos palestinos, la destrucción de unas 50.000 viviendas, 200 colegios y un millar de fábricas y talleres, las ordenes recibidas por la tropa fueron de abrir fuego indiscriminadamente contra los milicianos y la población civil y de arrasar las zonas habitadas. Denuncian los integrantes de la ONG que durante la operación, diseñada ante todo para limitar el número de bajas israelíes, civiles palestinos fueron utilizados como escudos humanos. En varias ocasiones, se lanzaron proyectiles antitanque o bombas de fósforo contra concentraciones urbanas. Los militares denuncian que utilizaron a civiles palestinos como escudos humanos
Según los miembros de Rompiendo el silencio, se trataba de una mera demostración de fuerza, carente de objetivos estratégicos concretos. Las revelaciones causaron un profundo malestar en el seno del Ejército. De hecho, los miembros del Estado Mayor lamentan estas “denuncias anónimas”, que tildan de “rumores y habladurías”, recordando que la investigación interna llevada a cabo por el Ministerio de Defensa en pasado mes de abril descartó posibles abusos por parte de la tropa. No es esta la primera vez en la que los miembros de las fuerzas armadas se rebelan contra la maquinaria de guerra de Tel Aviv.
En 1982, durante la invasión de Líbano ideada y liderada por el entonces ministro de Defensa, Ariel Sharon, los integrantes del cuerpo expedicionario crearon un movimiento de rechazo llamado Yesh Gvul (Hay limites). Sus críticas provocaron un verdadero trauma en el seno de la sociedad israelí que llegó a cuestionar la política de sus gobernantes. Yesh Gvul se autodisolvió al final de la guerra. Sin embargo, el fenómeno facilitó la creación, unos años más tarde, del movimiento Paz Ahora, que a su vez desapareció durante la primera intifada. Huelga decir que a la sociedad civil israelí no le importa tanto la tardía sugerencia de Javier Solana como la ausencia de perspectivas de paz, de esta paz imposible, de una paz ansiada tanto por los judíos como por los árabes.