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Ilya U. Topper
[Agosto 2009]
Palestina  columna 

Los infiltrados de Gaza

Tiroteo en Gaza. Hamás, el partido más fundamentalista de cuántos dominan el panorama político en Oriente Próximo, aniquila a Yund Ansar Alá, seguidores de un tal Abdelatif Musa, que acaba de proclamar el ‘emirato islámico’ en la Franja de Gaza y promete instaurar un régimen teocrático.

El caso tiene una extraña semejanza con el asedio al campamento de refugiados palestinos Nahr el Bared en Líbano, donde el ejército libanés aplastó en 2007 la rebelión de Fatah al Islam, un grupúsculo hasta entonces desconocido pero sorprendentemente bien armado y financiado. Hizbulá, el movimiento fundamentalista libanés, se mantuvo al margen del conflicto pero dio su apoyo moral al ejército, no a los guerrilleros sublevados.

Nunca se supo quién estaba detrás de Fatah al Islam, quien les pasaba maletas llenas de dólares, cuál era su objetivo. Los indicios llevaron a una sospecha verosímil: la facción suní-cristiana en el gobierno libanés, apoyada por Europa y Estados Unidos, habría creado esta milicia fundamentalista para poner lanzarla en un momento oportuno contra Hizbulá (aunque la rebelión, desencadenada por error, abortó el experimento). La única manera de desgastar este partido islamista sería enfrentarlo a una guerrilla aún más islamista que ellos... sin que el gobierno pareciera implicado. Hamás acusa a Fatah de haber apoyado la sublevación de Yund Ansar Alá

Una sospecha similar ya se baraja en el caso de Gaza: Hamás ha acusado a “algunos dirigentes” de Fatah, el partido laico palestino en el gobierno en Cisjordania, de apoyar la rebelión de Abdelatif Musa “para debilitar a Hamás”.

Fatah al Islam y Yund Ansar Alá tienen algo en común: desafían la lógica. Explicar su actuación desde un análisis religioso es inútil: la fe, en este caso, no es más que una cortina de humo. Confundir las proclamas de Al Qaeda y sus semejantes con el islam es confundir la matanza de Waco con una misa dominical y a David Koresh con Juan Pablo II. 

Por supuesto hay jóvenes sin perspectivas, cuya única filosofía de vida se reduce a morir matando (no puede sorprender a quien conoce el ambiente en los territorios ocupados y los campamentos palestinos libaneses). Pero es inverosímil que ésta sea, asimismo, la meta de quienes consiguen el dinero y los explosivos, adoctrinan, entrenan, señalan objetivos. Y ahí se diferencian movimientos como Hamás o Hizbulá de los grupúsculos denominados ‘la nebulosa de Al Qaeda’. Confundir el discurso de Al Qaeda con el islam es confundir la matanza de Waco con la misa de domingo

Tanto Hamás como Hizbulá son partidos con planteamientos nacionalistas, que utilizan la religión como banderín de enganche, de una forma algo más radical que los partidos cristianodemócratas europeos; se proponen acceder al poder a través de las urnas al tiempo que sus milicias combaten una ocupación extranjera (Hizbulá nunca ha empleado su poderío militar para modificar una ley libanesa o cerrar los bares de Beirut). Su discurso y su actividad social (hospitales, colegios...) les garantizan un enorme número de seguidores: son fuerzas políticas y como tal tienen la legítima ―si bien para el que suscribe indeseable― aspiración a dirigir el destino de los pueblos que representan.

¿A quién representa Yund Ansar Alá? A los pocos centenares de seguidores cegados por los discursos de su jefe, probablemente. A nadie más. Como no representaba a nadie Fatah al Islam en Líbano. Es imposible que Abdelatif Musa imaginara poder tomar el poder por las armas frente a la maquinaria de Hamás, pero se comportaba como si lo creyera.

Puede ser una señal de simple locura clínica. Pero es muy probable que alguien haya utilizado esta locura con fines políticos. A Fatah, entrenada por fuerzas israelíes y financiada por Estados Unidos, le viene bien todo lo que debilita a Hamás, pero probablemente, esta operación se haya planificado un poco más lejos.

El discurso de Yund Ansar Alá es absurdo: llamar “infieles” a los dirigentes de Hamás por no ser suficientemente integristas induce a risa. Proclamar un “emirato” induce a sospecha. Porque el ‘emirato’ en el sentido teocrático es el espantajo que mueven los promotores del ‘choque de civilizaciones’ para crear el miedo ante la ‘invasión islámica’ (en árabe corriente, la palabra significa apenas ‘régimen’ o ‘liderazgo’). Proclamar un 'emirato' hace pensar que el destinatario del mensaje es la prensa norteamericana

El hecho de que Abdelatif Musa haya elegido proclamar un ‘emirato’ en lugar de una ‘república islámica’ (mucho más acorde al ideario fundamentalista musulmán) hace pensar que el destinatario del mensaje no era el pueblo de Gaza sino los medios de comunicación americanos e israelíes. Tampoco el nombre elegido es muy halal: La palabra Ansar hace referencia a los compañeros del profeta Mahoma, pero combinarla con el término Alá es una blasfemia. Eso sí, queda muy bien para quien no entienda árabe.

Cuando aún continúan las denuncias de las masacres cometidas por Israel en Gaza en enero, y con Washington mucho más crítico que antes, es muy conveniente que “los musulmanes” aparezcan una vez más como fundamentalistas a ultranza, cuya única preocupación es dejarse guiar por emires iluminados. Para qué hablar de este millón y medio de gazatíes que tal vez no crean ya en nada pero siguen bajo el asedio militar.

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