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El Rhazoui
Zineb El Rhazoui
[Rabat · Mar 2009]
Marruecos  reportaje 

Comercio entre bambalinas


De cara al público, todos los estados árabes critican duramente a Israel por su guerra contra Gaza. Pero esta postura no parece afectar a los negocios: continúa un floreciente comercio entre Marruecos e Israel, pese a que teóricamente no mantienen relaciones diplomáticas. Los ciudadanos, en cambio, se movilizan para boicotear los productos hebreos.

Frente a la máquina de guerra israelí, los ciudadanos del mundo se movilizan para boicotear la economía del estado sionista. En Marruecos, las conciencias tardan en despertarse. Mientras tanto, el gobierno envía ayuda alimentaria a la población palestina y comercia a escondidas con los asesinos. El trauma causado por la ofensiva del Tsahal contra Gaza hace reaccionar a los marroquíes. Una iniciativa lanzada por miembros de la sociedad civil el 10 de enero de 2009 pide el boicot de los productos israelíes, como medio esencial de apoyar al pueblo palestino.

Esta acción se inscribe en el marco del movimiento internacional BDS, siglas de Boicot, Desinversión, Sanciones, que intenta convertir Israel en un ‘estado paria’. Coincide con la quinta edición de la Semana contra el apartheid israelí, del 1 al 8 de marzo de 2009. Entre los miembros del grupo que han lanzado el llamamiento al boicot destacan el editor Bichr Bennani, el empresario judío marroquí Sion Assidon, el periodista Khalid Jamaï, Anis Ballafrej, de la asociación marroquí de apoyo a Palestina, y Abderrahim Lahjouji, político liberal y ex presidente de la patronal marroquí. Ponen el acento en el auge económico de Israel, que le permite desarrollar armas de destrucción masiva, utilizadas contra el pueblo palestino, y financiar su potente arsenal de seguridad. “Quien da un dirham a Israel mata a un niño palestino”. Con estas palabras ha calificado Khalid Jamaï toda compra de un producto made in Israel.

Una conferencia de prensa ofrecida por los autores de la iniciativa el pasado 11 de febrero en en Casablanca ha desvelado los principales intercambios económicos entre Marruecos y el estado sionista. Se trata de un llamamiento al gobierno marroquí para que revise su política de apoyo a Palestina y le añada lógica: “No se puede con una mano restringir la solidaridad de los ciudadanos marroquíes con el pueblo palestino a, únicamente, la contribución a la ayuda humanitaria, mientras se permite, con la otra mano, que Marruecos mantenga su comercio con Israel, cuyos beneficios servirán para mantener la máquina de guerra”.

Flagrante delito de desinformación

En efecto: si los miembros del comité insisten en que el boicot es sobre todo una actitud ciudadana, subrayan también la complacencia del gobierno marroquí. La conferencia de prensa intentaba responder al ministro de Comercio Exterior, que en enero negó todo lazo comercial entre Marruecos e Israel. En realidad no sólo existen estos lazos sino que además, no es Marruecos quien sale ganando. En 2008, los movimientos comerciales directos de Marruecos hacia Israel se cifraban en 3,9 millones de dólares, frente a 20,6 millones de Israel hacia Marruecos. Es decir, el reino compra más de lo que vende. Estas cifras sólo se refieren a los movimientos de bienes directos entre los dos países. No incluyen las transacciones que pasan a través de Europa y que constituyen la parte más importante del intercambio con Israel.

“¿Quién desinforma?” se preguntan los promotores del llamamiento. De hecho, es difícil creer que el ministro de Comercio Exterior ignore estos hechos. “Ofrecemos un desmentido, con pruebas, de la declaración del ministro. Incluso hemos encontrado muestras de productos israelíes en venta en Marruecos”, declara Anis Ballafrej.

Hay numerosos campos de cooperación, pero el sector agrícola concentra la mayor parte del intercambio directo entre los dos países. Ya se trate de semillas o de equipos, como los invernaderos o la técnica del riego por goteo, Marruecos comercia sin complejos con las empresas israelíes. La empresa Netafim, especializada en el sector, posee una filial, Regafim, ubicada en la zona industrial de Ain Sebaa en Casablanca, que es incluso uno de los patrocinadores principales de la Feria agrícola de Agadir. Durante la conferencia de prensa, Sion Assidon alzaba una chapa de la feria con publicidad de Netafim: “Esta es la chapa de la vergüenza”, lamentó.

De hecho, centenares de marroquíes la habrán lucido con orgullo, sin saber que se trataba de la publicidad de una empresa que contribuye a lubricar la máquina de guerra sionista. Seguramente es también el caso de la mayoría de los agricultores que compran semillas de las empresas Hazera y Zeraïm. Si los promotores del boicot en los países desarrollados pueden señalar que un código de barras que comienza con 729 permite reconocer los productos de origen israelí, en Marruecos es más difícil, dado que los responsables económicos “borran las huellas”.

De hecho, los productos de las dos empresas transitan por Europa, donde se reempaquetan cambiando de marca para enmascarar su origen. Gracias a los técnicos del ministerio de Agricultura, los promotores del llamamiento al boicot han podido saber que estas dos empresas se esconden tras las marcas de semillas Hi-Tec y GSI.

Decenas de clases de trigo blando, alfalfa, garbanzos, remolacha, melón, tomate y lechuga se comercializan bajo diferentes denominaciones sin que los consumidores ni los agricultores conozcan su origen. El ministerio de Agricultura, en cambio, es perfectamente consciente de él, porque homologa todas las semillas, anotando su origen. Son las pruebas de los lazos comerciales y de las consiguientes transacciones financieras directas entre los dos países. De hecho, incluso si la oficina de enlace de Israel en Marruecos, abierta en 1994, fue cerrrada en 2000, las relaciones económicas no han sufrido en absoluto. Lo demuestra la visita de Silvan Shalom al reino marroquí en 2003, o los encuentros bilaterales entre los responsables económicos de ambos países, que se realizan entre bambalinas en los encuentros internacionales.

Una máquina lubricada

Según el diario israelí Yediot Aharonot, los productos made in Israel y destinados al mercado árabe se trasladan primero a Chipre, a través de sociedades fantasma registradas en Líbano, en Egipto y en Jordania, para luego ser distribuidos en estos tres países, en Iraq, Siria, Marruecos, Túnez, Argelia y Mauritania. No obstante, al margen de todo subterfugio hay productos israelíes en venta en Marruecos, bajo marcas que se fabrican abiertamente en Israel, sin que el consumidor tenga esta información.

Es el caso de Delta Galil Industries Ltd, cuya sede se ubica en Tel Aviv y que es una de las empresas del textil más importantes del mundo. Especializada en la fabricación de ropa interior es proveedora de numerosas marcas, la mayoría presentes en el mercado marroquí, como Hugo Boss, Calvin Klein, GAP, Playtex, Ralph Lauren, Dim etc. Su fundador y principal accionista, Dov Lautman, es un personaje cercano a Ehud Barak.

La empresa ya fue denunciada por explotar a trabajadores árabes por parte de Sweatshop Watch, una coalición decidida a eliminar las condiciones de trabajo en los ‘sweatshops’ - fábricas que someten a los trabajadores a unas condiciones de explotación extrema - en la industria de la confección.

Universidades militantes

La campaña europea del boicot universitario nació en 2002 en Inglaterra, con una carta abierta firmada por 125 académicos y publicada por The Guardian. Criticada por Tony Blair, la carta fue ampliada con otras 700 firmas, entre ellas las de diez profesores israelíes. El mismo año, el Parlamento Europeo votó suspender el acuerdo de cooperación universitaria con Israel, motivado por su artículo 2, con referencia al respeto de los derechos humanos. Numerosas universidades europeas ya han puesto fin a toda colaboración con sus homólogos israelíes, dado que éstas distan de ser una isla de oposición a la política del estado y los profesores contestatarios, como Ilan Pappe, a menudo son obligados a exiliarse. Israel denuncia la “violación del orden moral de la actividad universitaria”, pero en su argumentación no menciona las condiciones en las que deben subsistir las universidades, los investigadores, profesores y estudiantes palestinos.

La cadena norteamericana McDonald, que ya fue blanco de una campaña de boicot en Marruecos, trabaja para mantener la ayuda militar, económica y diplomática estadounidense a Israel. También es el caso de Coca-cola que, aunque no es una compañía israelí, es conocida por su apoyo incondicional a la entidad sionista. A cambio de unas ventajas fiscales concedidas por el gobierno israelí, Coca-cola ha construido una nueva fábrica que empleará a 700 israelíes en terrenos robados a los palestinos. En octubre de 2001, la sede social mundial de Coca-cola albergó la gala de los ‘Eagle Star Awards’ de la Cámara de Comercio América-Israel, durante la que el ministro de Economía israelí otorgó diversos galardones a nivel de Norteamérica, como la ‘empresa israelí del año’ o la ‘tecnología israelí del año’.

La marca Oréal, muy vendida en Marruecos, también figura en la lista de los ‘amigos de Israel’. La empresa explota una fábrica situada en la colonia israelí de Migda Ha’emek, en la Baja Galilea, establecida en 1952 en unos terrenos que pertenecían a la aldea palestina de Al Mujaydil, que sufrió una limpieza étnica. En julio de 2008, la marca galardonó con un premio de 100.000 dólares “por el conjunto de su carrera” a un científico del Weizmann Institute of Science israelí, un gran centro de investigaciones secretas, desarrollo nuclear y armas químicas y biológicas al servicio del ejército de Israel.

Maquillar el sionismo

L’Oréal ha invertido millones para crear una unidad de producción en Migdal Ha’emek, hasta tal punto que el Congreso Judío Americano ha expresado su satisfacción de ver que L’Oréal se haya convertido “en un estrecho amigo del estado de Israel”. También Nestlé posee una fábrica instalada en Kiryat Gat, construida en terrenos que pertenecen a la aldea palestina de Iraq al Manshiya y a la de Al-Faluya, destruidas en 1949. Danone, por su parte, acaba de invertir en el Golán, territorio anexado por Israel en 1967.

Las tiendas Celio, presentes en todas las grandes ciudades marroquíes, también figuran en la lista de las marcas que se pueden boicotear: fueron fundadas en 1985 por Maurice Grosman y desarrolladas por sus dos hijos Laurent Grosman y Marc Grosman (administrador de Altadis, Calvin Klein y Bata...). En 2005 compraron el 51% del capital del grupo pret-a-porter femenino Jennyfer y desarrollaron la cadena masculina Laurent Cerrer. ¿Y hay que recordar que la marca Caterpillar, muy popular en Marruecos, provee las excavadoras que se utilizan para destruir las casas palestinas?

“Si usted no puede enviar dinero a Gaza, al menos deje de comprar estos productos”, reza un eslogan de la campaña de boicot. Dado que los productos son difíciles de reconocer y los responsables económicos no ayudan a hacerlo, Marruecos se ha convertido en uno de los principales socios económicos de Israel en el mundo árabe.

La empresa Veolia, que obtiene jugosos mercados en el reino ha perdido un contrato de 1,6 millones de dólares en Suecia por haber construido una línea de tranvía en los territorios ocupados. Pocos días después del ataque israelí a Gaza, Richard Ramsey, director de una empresa británica de telecomunicaciones especializada en los servicios de voz en internet, envió un correo a la firma tecnológica israelí MobileMax: “A causa de las acciones del gobierno israelí de estos últimos días, ya no estamos en condiciones de trabajar con ustedes ni con ninguna otra empresa israelí”. Ningún responsable marroquí ha reaccionado de forma similar.

 

Iniciada por Omar Barghouti, el Movimiento BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones) fue lanzado el 9 de julio de 2007 por 170 ONGs palestinas, con motivo del dictamen del Tribunal Internacional sobre el muro de separación racial, que confirmó su ilegalidad. Para el 30 de marzo se prevé una jornada de acción global BDS; coincidirá con la Jornada de la Tierra Palestina y la conmemoración anual de la masacre israelí de 1976. Forma parte de las actividades de la Semana de la Acción Global contra las crisis y la guerra, que se desarrrollará del 28 de marzo al 4 de abril. Para los promotores del movimiento se trata del instrumento más eficaz de cuántos forman el arsenal no violento para oponerse a la máquina de guerra israelí.

Israel = apartheid
Estrellas contra la guerra

Si bien los internautas acusan a algunos actores de Hollywood de albergar sentimientos racistas e islamófobos inaceptables, todo un batallón de estrellas americanas apoya la causa palestina y el boicot de Israel. Así, Angelina Jolie ha pedido al mundo “unirse contra Israel” y Mel Gibson ha calificado a los sionistas de “fuente de destrucción”. Al Pacino ha acusado a Israel de terrorismo y Georges Clooney cree que “los nombres de Bush, Sharon, Blair y Rice serán condenados por la Historia”. Antony Hopkins, por su parte, ha declarado que siente vergüenza de ser americano, porque su país apoya la guerra contra Gaza. Dustin Hoffman, en cambio, ha sido más categórico: “La humanidad dejó de existir con el nacimiento de Israel”. La lista de estrellas que apoyan el boicot es aun mucho más larga: incluye a Salma Hayek, Sharon Stone, Whitney Houston, Halle Berry, Drew Barrymore, Brooke Shields y Andie Macdowell.

No, la palabra no es exclusiva del antiguo régimen racista de Sudáfrica. No es casualidad, por cierto, que Israel haya sido el único estado que haya apoyado el régimen del apartheid hasta el final. El estado étnicamente puro proclamado por los sionistas recuerda mucho aquél que perseguía a los negros entre 1948 y 1991.

“He visto cómo los palestinos son humillados en los puntos de control; sufren como nosotros, cuando los jóvenes policías blancos nos impedían circular”, declaró el obispo sudafricano Desmond Tutu, premio Nobel de la paz, tras su visita a Tierra Santa.

Un artículo publicado por The Guardian el 10 de enero de 2009 explica que “hay un tufo de apartheid profundamente preocupante en los territorios ocupados: carnés de identidad provistos de un código de color, permisos de desplazarse, casas derribadas con excavadoras, desplazamientos forzosos, carreteras reservadas a los colonos...” Ronnie Kasrils, un político sudafricano, uno de los pocos opositores al apartheid que tiene orígenes judíos, declaró durante una conferencia: “A mediados de los años ochenta, algunos influentes políticos americanos, opuestos al gobierno de Ronald Reagan, impusieron a Sudáfrica muy fuertes sanciones económicas. Una advertencia para el régimen del apartheid. En 1988 se vio obligado a iniciar negociaciones auténticas. Lo mismo ocurrirá en Israel”.

El Padre Miguel D’Escoto Brockman, presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, también ha hecho un llamamiento al boicot de Israel en un reciente discurso: “Hace más de veinte años, nosotros, Naciones Unidas, seguimos la vía de la sociedad civil, acordando que era necesario imponer sancionesa Sudáfrica para emplear medios de presión no violentos. Hoy quizás deberíamos plantearnos seguir la vía de una nueva generación de la sociedad civil, que pide una campaña no violenta similar de boicot, retirada de inversiones y sanciones para presionar a Israel para que ponga fin sus violación de las reglas”.