El multimillonario Rafiq Hariri, elegido primer ministro, se dedicó a reconstruir el país destruido a golpe de ladrillo. Su asesinato en febrero de 2005 nunca fue aclarado pero inició una nueva fase de ocasionales tiroteos, bombas y enfrentamientos entre grupos de diferentes ideologías, aunque estas escaramuzas, muy similares a los de los años setenta, no han desembocado en una nueva guerra civil. Tampoco la nueva invasión israelí, en agosto de 2006, frenada por Hizbulá tras un mes de bombardeos, provocó combates internos. Ni la insurgencia islamista radical de mayo de 2007 en el campo palestino Nahr el Bared, al norte de Trípoli, cuyas raíces nunca fueron aclaradas. La admisión de Hizbulá a un gobierno de unidad nacional, tras un pulso de fuerza que incluía tres días de enfrentamientos callejeros con otras milicias, ha alejado algo los fantasmas de una nueva guerra civil.