SI TRAIAN BASESCU logra ganar el referéndum previsto para el próximo día 19, volverá al palacio presidencial de Controceni con la firme intención de reanudar su cruzada contra los supervivientes y los métodos de gobierno heredados del antiguo régimen comunista, contra una clase política ‘encanallada’, compañera de viaje de las mafias que tratan de adueñarse de las múltiples y mal gestionadas riquezas de Rumanía.

Huelga decir que, en los últimos dos años, ese antiguo capitán de navío reconvertido a político se ha granjeado numerosos enemigos al haber decretado el cese fulminante de una treintena de generales de los servicios secretos, artífices o encubridores de la represión comunista, al denunciar las maniobras de las petroleras rusas o de las empresas eléctricas suizas, del gran capital anglosajón o de los grupos de prensa, que no dudan en inmiscuirse en la vida política.

Los analistas hacen especial hincapié en las maniobras desestabilizadoras ideadas en Moscú y llevadas a cabo por marxistas ‘reconvertidos’ a la democracia, nacionalistas y oportunistas de todo signo, apoyados por ciertos sectores del UDMR, partido de la minoría húngara, que apuesta por la inestabilidad política para poder negociar un estatuto autonómico parecido al de… Cataluña.

Conviene señalar que Basescu no es un político de moralidad intachable. De hecho, él mismo reconoce sus errores. Pero, en este caso concreto, su empeño de acabar con la falta de transparencia que acompaña la transición denunciando a quienes pretenden apoderarse de las instituciones a través de espurias maniobras desembocó en una situación aberrante, en la que el ataque se convierte en la única defensa.

Asegura el presidente depuesto que piensa seguir luchando contra la corrupción. Tras la celebración del referéndum, su objetivo prioritario será la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones generales. Pero cabe preguntarse si con esa simple jugada logrará ‘desencanallar’ de una vez por todas la contaminada vida política rumana.