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Los sefardíes son los judíos oriundos originalmente de España, país llamado Sefarad en hebreo. Aunque a menudo se emplea el término para agrupar a todos los judíos mediterráneos que no forman parte del grupo asquenazí, en su sentido estricto sólo hace referencia a las comunidades descendientes de familias españolas.

La importante presencia judía en España —cuyos orígenes se pierden en la historia, en todo caso ya existía durante la época romana— terminó en 1492 cuando, medio año después de la caída del último reino musulmán español, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de todos los judíos, entendiendo que se exceptuaban los que preferían convertirse al cristianismo. En 1497, Portugal promulgó un edicto similar. No hay cifras seguras sobre la cantidad de personas que abandonaban el país, las estimaciones oscilan entre los 50.000 y los 200.000.

Algunas familias sefardíes se dirigían primero a Portugal y de allí a Holanda, otros al sur de Francia o a Italia. Una parte importante se trasladó al Magreb y se etablecía principalmente en las ciudades del norte de Marruecos, de Rabat, Meknés y Fes a Asilah, Tánger y Tetúan, y en la costa mediterránea argelina y tunecina, desde Orán hasta la isla de Yerba. En estos países se integraban en las tradicionales comunidades judías magrebíes de habla árabe o bereber, los mizrajíes, pero mantenían una tradición familiar propia, se solían casar entre ellos y fueron considerados en general como la élite cultural, teológico y económica. Conservaban el idioma español, enriquecido con palabras árabes y algunas expresiones hebreas y conocido como haquitía hasta el siglo XX, cuando el contacto frecuente con España acercó este dialecto al castellano moderno. Hasta hoy, parte de las familias judías que aún residen en Rabat y Casablanca hablan castellano como lengua materna, lucen apellidos españoles (Toledano, Berdugo, Marciano...) y suelen ocupar los cargos más importantes de la pequeña comunidad judía.

El mayor bloque de población sefardí se dirigió al Imperio Otomano, donde fueron acogidos con los brazos abiertos; incluso consta que fueron trasladados por barcos de la flota otomana. Se establecieron en numerosos puntos del imperio, desde Sarajevo en Bosnia hasta Damasco en Siria. Uno de sus establecimientos más importantes era Salónica en Grecia, otro Estambul, pero hubo colonias en toda Anatolia y los Balcanes. Sobre todo en Salónica, que contaba con 30 sinagogas, y en Estambul mantuvieron vivo el idioma judeoespañol o ladino y a menudo publicaban periódicos en este idioma.

La incorporación de Salónica a Grecia, en 1912, supuso el declive para la comunidad sefardí. En 1913 hubo 61.000 judíos en la ciudad, más de la tercera parte de la población, pero el enorme incendio de 1917 y la posterior remodelación de Salónica y la llegada de grandes colectivos griegos de Anatolia marginaron a los sefardíes. La ocupación alemana de 1941 a 1944 causó la deportación de casi todos los judíos y en el censo de 1951 figuraron menos de 1.800 judíos. Hoy, alrededor de un millar de judíos vive en Salónica, la mayoría sefardíes. En Atenas hay unos 3.500.

Más apacible fue la historia sefardí en Turquía. Tras la caída del imperio otomano en 1923, los judíos se convertían en ciudadanos turcos. En 1955, un pogromo dirigido contra las minorías griega, armenia y sefardí en Estambul provocó la emigración de numerosas familias. Hoy queda una comunidad de unas 26.000 almas en Estambul, que edita aún un semanario en judeoespañol, otro colectivo de 2.500 en Izmir y grupos menores desde Bursa a Ankara, Adana y Alejandreta en la frontera siria.

Parte de los sefardíes de Turquía, Grecia y los Balcanes emigraron a Israel en la segunda mitad del siglo XX, al igual que muchos sefardíes del Magreb, aunque estos últimos preferían normalmente Francia y España como destino. Hoy existen iniciativas para recuperar la herencia lingüística y cultural sefardí en Israel. En este país, sólo las personas mayores conservan el idioma ladino, mientras que los jóvenes hablan siempre hebreo.

Las familias sefardíes han tenido en Israel normalmente un estatus algo superior a los mizrajíes y formaban durante décadas la 'segunda clase' del país, después del colectivo asquenazí. Los ministros de Exteriores Silvan Shalom, tunecino, y Shlomo Ben-Ami, tetuaní, fueron sefardíes.

Italkíes y romaniotes

Dos colectivos de judíos mediterráneos comparten una historia común con los sefardíes pero mantienen una liturgia y tradiciones religiosas propias, de ahí que tradicionalmente no se consideran de este tronco: los italkíes (italianos en hebreo) o Beni Roma en Italia y los romaniotes en Grecia. Ambos han conservado formas de rezo bastante similares, situado a medio camino entre las normas sefardíes y las asquenazíes. Hoy es difícil estimar su número, dado que la comunidad judía italiana, de unas 45.000 personas, incluye también numerosos grupos asquenazíes en el norte y sefardíes en el sur, el histórico reino de Nápoles. Aparentemente, la mayoría de las sinagogas italianas actuales es sefardí, pero la Gran Sinagoga de Roma mantiene el rito italkí.

En Grecia, los romaniotes fueron parcialmente asimilados por los sefardíes tras la llegada de éstos en el siglo XVI. La comunidad romaniote se redujo a una especie de minoría menos considerada que el dominante colectivo sefardí. Una de las pocas comunidades que mantenía sus características tradicionales se hallaba en Ioánina, en el noroeste de Grecia, donde aún hoy viven unas 50 personas. La mayoría de los judíos en Grecia son hoy sefardíes. Existen además pequeños grupos romaniotes en Nueva York y en Israel.