M'Sur se ha mudado. La web te redirige en 7 segundos a la nueva página.
Si no lo hace, visita www.msur.es
El judaismo se puede dividir de dos maneras: por pertenencia étnica y por observancia religiosa. Por una parte, las comunidades judías en diferentes partes del mundo han desarrollado tradiciones y ritos con características propias; por otra, la religión en su conjunto se ha ido dividiendo en corrientes de mayor o menor observancia.
La división más antigua es la que separa la comunidad samaritana del resto de los judíos; a menudo ni siquiera se considera judía. En el siglo IX d.C surge la corriente caraíta, que hoy es muy minoritaria, pero existe aún en algunos países árabes y en Israel. Para diferenciarla de estos grupos, la rama mayoritaria del judaismo se conoce como judaísmo rabínico.
A principios de siglo XIX, cuando rabinos e intelectuales alemanes proponen una nueva visión de la fe, el judaísmo rabínico se divide en tres escuelas: la ortodoxa, la conservadora y la reformada. En el ámbito mediterráneo existe únicamente la escuela ortodoxa, exceptuanda algunas comunidades conservadoras (masortíes) en Francia y España, así como pequeños grupos reformadas en Israel, la mayoría inmigrantes de Estados Unidos.
Dentro de la escuela ortodoxa se distingue la corriente jaredí (o haredí), a menudo llamada ultraortodoxa. Se trata de una secta surgida en el siglo XIX, que aboga por una vida extremamente devota y dedicada al estudio de la tora. Se encuentra sobre todo en Israel y Estados Unidos, con grupos menores en Francia. La corriente mística jasídica, fundada en Ucrania en 1740, se puede encuadrar en este conjunto.
Etnias
A la división de corrientes interpretativas se superpone la de las comunidades judías diferenciadas según la liturgia que usan en sus ritos y oraciones. Esta clasificación corresponde en cierta medida a una división lingüística o étnico-geográfica.
Se distinguen dos grupos principales: los asquenazíes, oriundos de Europa central y oriental, y los sefardíes, cuyo origen es España. En los últimos siglos, todas las comunidades del mundo, exceptuando algunos grupos periféricos, se han ido decantando por el rito sefardí o el asquenazí. El último es el habitual entre judíos de casi toda Europa y América, mientras que el sefardí es el común entre los judíos de África del Norte y los países árabes. No obstante, los judíos de esta región que no tienen raíces españolas no son sefardíes en el sentido estricto sino mizrajíes. Una excepción forman los yemeníes, que mantienen una liturgia propia, pero normalmente se incluyen en el conjunto mizrají.
También se cuentan como mizrajíes todos los grupos judíos de un entorno musulmán con idiomas nativos distintos al árabe, como los judíos bereberes, los kurdos, los georgianos y los yuhuro o 'judios de montaña' de Daguestán, que hablan un idioma persa, así como los judíos persas propiamente dicho, los de Bujara en Uzbekistán y los afganos.
Dos grupos menores quedan fuera de esta clasificación: los italianos o italkíes, que poseen una liturgia propia, a medio camino entre la sefardí y la asquenazí, y los romaniotes de Grecia, con un rito similar a la de los italkíes. Aquí los tratamos bajo el conjunto sefardí. Los crimchaquíes (o krymchak) de Crimea, también tienen una liturgia propia, diferenciada de la asquenazí desde el siglo XV.
A estos grupos se añaden los falasha o Beta Israel, la población judía de Etiopía. Debido a su largo aislamiento del resto del judaismo mantienen ritos propios sustancialmente distintos a los de la cuenca mediterránea. Un caso similar es el de las antiguas comunidades judías en India.
De todas las ramas judías, exceptuando a los asquenazíes, quedan hoy sólo comunidades muy reducidas en sus países históricos, ya que desde la creación del estado hebreo, Tel Aviv lleva a cabo una esforzada labor para convencer a todos estos colectivos a emigrar a Israel. Hoy hay mucho más judíos yemeníes, etíopes, sefardíes o marroquíes en Israel —donde asimilan la cultura asquenazí-hebrea— que en sus países de origen.