Cada uno de los siete emiratos está dirigido por una familia con cargos hereditarios. Los siete emires forman el Consejo Federal Supremo, que elige entre sus miembros los cargos de presidente y primer ministro federales. En la práctica, el primer cargo es hereditario en la familia Nahián de Abu Dhabi y el segundo, en la familia Maktum, en el poder en Dubai. No existen partidos ni elecciones.
Cada emirato tiene su legislación particular. Aunque todas se basan en la ley coránica o charia, hay diferencias en la aplicación. Dubai ha abolido los castigos corporales, pero los demás emiratos, especialmente Fuyeira y Sharya, aplican con cierta frecuencia penas de azotes para delitos como el adulterio, el consumo de alcohol, la prostitución o similares. Exceptuando Dubai, la sociedad emiratí es muy conservadora y la segregación entre mujeres y hombres es grande.
Abu Dhabi es con diferencia el emirato más grande y cubre el 86% del estado. Las demás entidades se reparten el territorio en un intrincado mosaico de enclaves y zonas bajo dominio conjunto. Seis de las siete capitales —todas se llaman igual que los estados que presiden— se hallan en la costa occidental y tres de ellas —Dubai, Sharja y Aymán— se han ido expandiendo hasta formar una sola ciudad extensa.
Los Emiratos son una de las grandes potencias petroleras —extraen cada año la misma cantidad que Kuwait o Venezuela— pero la mayor parte de las reservas corresponden a Abu Dhabi. La riqueza de Dubai hoy no se basa tanto en el petróleo como en el comercio y, sobre todo, los negocios de la banca. Situado en un país neutral y menos religioso que Arabia Saudí o Qatar, Dubai se ha convertido en el centro de operaciones de empresas de todo el mundo, sobre todo a la hora de hacer negocios con Irán, evitando el embargo impuesto por Estados Unidos. Los demás emiratos apenas tienen proyección internacional, exceptuando la exportación de petróleo y gas de Abu Dhabi.