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El árabe es el octavo idioma mundial en número de hablantes y el cuarto en número de países que lo consideran lengua oficial... pero curiosamente no es un idioma. Más exacto sería hablar de un grupo de al menos ocho lenguas.

Las diferencias entre el árabe hablado de Marruecos, Líbano o Iraq son enormes e impiden la comunicación entre sus hablantes. Eso sí, todas las lenguas árabes —excepto el maltés— están vinculadas por una versión estándar, el árabe clásico o fus·ha, que podría considerarse lengua muerta, dado que sólo se transmite a través de la enseñanza formal. No es lengua materna de nadie y sólo la manejan las personas con cierto nivel educativo. Su función es comparable a la del latín en la Europa medieval.

Este 'arabe clásico' es el idioma oficial de 18 países. Varios otros —Israel, Eritrea, Yibuti, Chad— lo aceptan como cooficial. Es la única lengua utilizada en la Administración, la enseñanza, la gran mayoría de los medios de comunicación y la mayor parte de la literatura en los países que definen el 'arabe' como lengua oficial.

El árabe clásico y todas sus ramas —salvo el maltés— se escriben utilizando el álfabeto árabe. El número de hablantes de los idiomas árabes es difícil de definir: a menudo se incluye a quienes utilizan alguna lengua árabe como segundo idioma. Además, la población de los países de habla árabe crece a un fuerte ritmo, de ahí que las estimaciones varíen entre los 230 y los 280 millones.

El fus·ha o árabe estándar nace en el siglo VI como 'koiné' —es decir mezcla de distintos dialectos— para facilitar la comunicación entre los habitantes de la Península Arábiga y se utiliza primero en la poesía y poco después en el Corán. Desde entonces, sus reglas han quedado inmutables. La gramática y morfología de la lengua en la que están redactados el Corán y todos los escritos árabes históricos corresponden exactamente al árabe que usan los novelistas y los periodistas de hoy. La única diferencia está en el vocabulario: muchas palabras arcaicas se han ido abandonando y se han creado expresiones modernas y términos nuevos para objetos y conceptos del siglo XX. Esta forma actual de utilizar el fus·ha se define a veces como 'arabe moderno'.

Los escritores árabes tienen cuidado de introducir el menor número posible de voces extranjeras en sus libros; sólo contadas palabras persas, turcas, francesas e inglesas se han incorporado a los diccionarios a lo largo de los siglos. La adaptación a los tiempo modernos se ha realizado principalmente a través de la acuñación de términos nuevos basados en raíces árabes de uso común. La estructura de las lenguas semitas, que hace derivar múltiples significados de una raíz, ampliándola a través de una serie de morfemas predeterminadas, facilita este proceso.

Ramas

El árabe hablado se divide en unas ocho ramas que habitualmente se definen como dialectos pero que en realidad forman lenguas propias. Aunque no hay consenso sobre cuáles son, se pueden distinguir a grandes rasgos el magrebí, que domina casi toda África del Norte, el egipcio, el sudanés, que también se habla en partes de Chad, el levantino, hablado en Siria, Líbano, Palestina y partes de Jordania, el iraquí y el peninsular, que se divide entre los dialectos de Arabia Saudí central y los del Golfo.

En el conjunto magrebí cabe distinguir la variante saharaui o hassanía, que pertenece a la misma rama pero se distingue bastante del habla marroquí o argelino, así como el maltés, único habla popular árabe estandarizado como idioma oficial de un país.

Las diferencias gramaticales, semánticas y de vocabulario entre estas lenguas son grandes. Así, la comunicación entre un magrebí y un iraquí sólo es posible si ambos conocen el fus·ha, o si tienen el oído acostumbrado a varias variantes del árabe. Un ejemplo: 'cúanto' se dice kam en egipcio, sh·hal en magrebí, bieish en levantino y addeish en Iraq. 'Bueno' es mzien en magrebí, kweiis en egipcio, teiib en levantino y zeiin en Iraq, donde muzien significa 'malo'. La negación se forma anteponiendo mu- a un adjetivo en iraquí, mish- en levantino y mshi- en magrebí.

Por otra parte, las diferencias fonéticas son considerables. En el egipcio y levantino no se pronuncia la Q, en el iraquí, la K se transforma en una ch sonora, en magrebí, la Th se asimila a la T, mientras que en el Este se confunde con la S....