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La Corona de Aragón unía durante siglos varios reinos y estados vasallos en todo el Mediterráneo occidental y ocasionalmente hasta Grecia. No se trataba de un estado con una administración única sino de un conjunto de territorios autónomos o dirigidos por autoridades locales que reconocían como soberano a los miembros de la dinastía aragonesa, primero, y la borbónica, después.
El núcleo de este imperio marítimo fue desde el siglo XIII la parte nororiental de la Península Ibérica: el Reino de Aragón junto al Condado de Barcelona, el Reino de Valencia y las Islas Baleares. A finales del siglo XIII, Sicilia y Malta pasaron a formar parte de la Corona y fueron gobernados por familiares de los reyes aragoneses como reino independiente. A inicios del siglo XIV, las tropas almogávares, un ejército de mercenarios aragoneses temidos en todo el Mediterráneo, conquistaron el ducado de Atenas y el de Neopatria, en Grecia, que permaneció bajo el dominio de Aragón hasta finales del siglo, cuando fue tomado por tropas de Florencia.
Al mismo tiempo, las islas de Cerdeña y Córcega se incorporaron a la Corona. Tras una guerra, Aragón conquistó la ciudad sarda de Alghero en 1354 y la repobló íntegramente con catalanes cuyo idioma se mantiene hasta hoy en la ciudad. En 1442, la conquista de Nápoles añadió a los dominios aragoneses el Reino de Nápoles, que abarcaba la mitad meridional de Italia. Córcega, no obstante, fue recuperada por la República de Génova en 1447.
La llegada al trono de Carlos I de España en 1516 supuso la asimilación de Aragón como parte del reino español y los territorios aragoneses de ultramar fueron controlados ahora por la dinastía de las Austrias. En 1530, Carlos entregó Malta al orden cristiano de lols Caballeros Hospitalarios, desde entonces Orden de Malta. Durante este siglo, España ocupaba de forma intermitente importantes plazas en la costa norteafricana, como Orán, Tremecén, Mazalquivir y Bugía en Argelia, Túnez y la ciudad libia de Trípoli, aunque no llegó a establecer una administración permanente y en 1581 reconoció el dominio otomano. Sólo Orán se mantuvo española hasta 1791.
Los reinos de Sicilia y Nápoles seguían siendo gobernados por miembros de la familia real española hasta 1759, año en el que el rey Carlos VII se convirtió en Carlos III de España y tuvo que renunciar al trono napolitano y siciliano, incompatibles con el español. Su hijo unió el sur de Italia en el Reino de las Dos Sicilias, que gobernaba como Fernando I. A partir de este momento, el reino fue independiente hasta 1860, en el que el bisnieto de Fernando II fue depuesto por Giuseppe Garibaldi, acto que dio inicio a la unificación de Italia.