Católicos en el punto de mira
Diez días despues del crimen que le costó la vida al obispo italiano Luigi Padovese, vicario católico para Anatolia, ya nadie cree que el asesino sufría demencia ni que tuviera revelaciones divinas.
El 3 de junio, Murat Altun, de 26 años, chófer y ayudante personal de Padovese desde hace cuatro años, entró en la casa del obispo en Iskenderun y le asestó múltiples cuchilladas, muchas en el corazón, otras en la garganta. Muchas se preguntan por qué.
El abogado de la iglesia católica en Turquía, Ercan Eris, asegura que no hay ningún informe médico que determine problemas psicológicos del asesino. "La presunta locura del chófer es a estas alturas indefendible" aseguran desde la agencia de noticias católica Asia News. Es más, el intento de Altun, pocos días antes del asesinato, de conseguir un certificado médico de enfermedad mental ―que no obtuvo, porque los doctores consideraron que estaba en su sano juicio― muestran la premeditación del crimen, según declaró a Asia News el arzobispo católico de Esmirna, Ruggero Franceschini.
Otra explicación ofrecida por el asesino, según la que el obispo era homosexual y le había obligado a mantener relaciones, tampoco parece ser más que una cortina de humo adicional. Los testimonios publicados por la prensa coinciden en que el asesino se subió al tejado de la casa después de dejar a su víctima agonizando, con la cabeza casi desgajada del cuerpo por las cuchilladas, y gritó: ”He matado al gran satanás. Dios es grande”.
Este obvio enmascaramiento del asesinato como un acto supuestamente ritual y religioso despierta la suspicacia de Franceschini. Según afirma, el joven, al que conocía desde hacía diez años ―ya su padre trabajaba para el obispado― no había sido en ningún momento musulmán practicante.
”La propia forma de ejecutar el crimen intenta manipular la opinión pública” y Altun ”fue utilizado como instrumento en las manos de otros”, declaró el obispo de Esmirna. La utilización del supuesto ’ritual islámico’ ”sirve para distraer la atención: sugiere que la pista es religiosa y no política”, añade ”y al suponer un conflicto entre islam y cristianos, la opinión pública puede ser atizada”.
Antecedentes
No es el primer caso. Varios sacerdotes cristianos han sido atacados en Turquía en los últimos años. En febrero de 2006, en plena crisis de las caricaturas de Mahoma, el sacerdote italiano Andrea Santoro fue muerto a tiros en su parroquia de Trabzon, al noreste del país. En aquella ocasión, Luigi Padovese declaró que “el hecho de que el asesinato se haya producido ahora no me parece una casualidad. Aquí hay un ambiente muy caliente y muchos islamistas fanáticos".
En abril de 2007 un cristiano alemán y dos turcos fueron asesinados en al ciudad de Malatya. Los predicadores se habían citado con unos jóvenes musulmanes ”para que aprendieran un poco más sobre la Biblia”. Los jóvenes se presentaron armados con pistolas y cuchillos, ataron a sus víctimas a unas sillas y las torturaron mientras grababan la escena con sus teléfonos móviles.
Hasta ahora los crímenes contra religiosos se habían relacionado con ultranacionalistas turcos, es decir, grupos teóricamente comprometidos con la laicidad del país, pero que consideran el islam suní parte fundamental de lo que entienden por identidad turca. Eso, aunque Turquía fue cuna de las primeras comunidades cristianas del mundo ―según la tradición local incluso acogió durante un tiempo a san Juan y a la Virgen María― y alberga un gran número de monumentos, monasterios e iglesias cristianas, hoy en gran parte abandonadas.
En la actualidad, la Iglesia Católica Romana (conocida como Latina en el Mediterráneo Oriental) apenas cuenta con 25.000 fieles en Turquía, un número que se va reduciendo. Aún así, es la segunda mayor comunidad cristiana, después de la armenio-ortodoxa, que cuenta con unas 60.000 almas. Louis Pelâtre, nuncio católico en Estambul, admite que ”a nosotros nos consideran extranjeros, lo que en parte es verdad. Los católicos latinos cada vez somos menos. Todos han emigrado y los que ahora van a las iglesias son los filipinos, los africanos...”. Los ultranacionalistas turcos consideran el islam suní parte fundamental de lo que entienden por identidad turca
Hoy, el número de bautizos no llega a los 500 por año y la presencia del clero se reduce a 64 sacerdotes y 95 religiosas, repartidos en una diócesis (Esmirna, con 1.300 fieles) y dos Vicariatos (Estambul y Anatolia, con 15.000 y 4.500 fieles, respectivamente). Existen otras tres denominaciones católicas, todas ellas de largo arraigo pero muy minoritarias: la armenia, con unos 3.000 seguidores en Turquía, la caldeo-católica, que no supera el millar, y la siriaco-católica, cuya presencia es testimonial. Además está la comunidad griego-ortodoxa, que antes del intercambio forzado de población entre Turquía y Grecia en 1923 contaba con 1,5 millones de fieles y hoy está reducida a pocos miles de almas, la gran mayoría, unos 2.500, en Estambul.
En 2003, el actual gobierno turco levantó las reestricciones legales a la libertad religiosa para satisfacer a la UE, pero alevíes, católicos, judíos, protestantes y ortodoxos griegos y armenios encuentran múltiples barreras burocráticas que impiden en la práctica dicha libertad. Desde entonces las leyes han ido mejorando: se ha sustituído el término ”mezquita” por ”lugar de culto” y es más fácil formar asociaciones, pero abrir nuevos templos o ser reconocido como ”Iglesia” es casi imposible, excepto para griegos ortodoxos y armenios; por este motivo la Iglesia Católica sigue sin estar reconocida como persona legal en Turquía.
Este año, el Consejo de Europa volvió a recomendar a Turquía que otorgue personalidad jurídica a comunidades religiosas no musulmanas. ”La realidad es que los cristianos somos libres para predicar y organizarmos, aunque es cierto que tenemos que lidiar con problemas burocráticos para adquirir nuevas propiedades o recuperar las que teníamos. Pero a la Iglesia le cuesta llenar incluso las iglesias que ahora posee”, reconoce Thomas Michel, teólogo de la Georgetown University y secretario para el diálogo interreligioso en Roma.
“Existe una circular que exige que los templos cubran un mínimo de 2.500 metros cuadrados. Obviamente, esto crea enormes dificultades”, explica el periodista Serkan Ocak en el periódico Radikal. “Lo mismo ocurre con los trabajos de restauración o los cambios arquitectónicos.De acuerdo con la ley, sólo se permite a las fundaciones realizar dicho trabajo. Así, recurriendo a estos tecnicismos, las reclamaciones nunca se resuelven”.
La República de Turquía fue fundada teniendo al nacionalismo turco y a la laicidad como fuente de legitimidad, pero en la práctica se llevó a cabo una uniformización del resto de religiones con la corriente musulmana suní, y del resto de etnias con la turca, reforzando así la integridad territorial y la identidad nacional, como explica el analista turco Cemal Karakas en un ensayo para el instituto alemán Peace Research Institute Frankfurt (PRIF).
Pero Franceschini tiene claro que el gobierno moderadamente islamista y netamente pro-europeo de Recep Tayyip Erdogan no tiene nada que ver con el asesinato. Todo lo contrario: ”Estamos frente a algo que va más allá”, concluyó en la entrevista con Asian News, antes de señalar a ”grupos que intentan desestabilizar el gobierno”. ¿Con qué objetivo? ”Con certeza, entre los motivos para este asesinato cuidadosamente preparado está el deseo de algunos sectores de la sociedad turca de no unirse a Europa”, apunta el obispo de Esmirna, que se pronuncia a favor de que Turquía se convierta en miembro de la Unión Europea.
Franceschini pide a las autoridades que aclaren el asesinato sin ocultar ningún dato. Alguna pista deben de tener: según el ’vaticanista’ italiano Filippo di Giacomo, citado el en diario El País, el gobierno turco advirtió unas horas antes del crimen a Padovese de la ”radicalización religiosa” del chófer. Por este motivo, el obispo canceló a última hora los dos billetes ―el suyo propio y el de Murat Altun― de su viaje a Chipre, donde se iba a reunir con el Papa, de visita en la isla.
Lo que no dice es cómo el gobierno se enteró a tan corto plazo de una ’radicalización’ en la que no había reparado ninguna de las personas que trabajaban a diario con Altun. La expresión exacta utilizada por Di Giacomo era que ”se les había ido de las manos”, frase que en analista traduce acto seguido en un abrazo a ”la causa fundamentalista”.
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