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Iriarte Topper
Daniel Iriarte / Ilya U. Topper
[Estambul · Feb 2011]
Zona  reportaje 

Los horizontes de la revolución árabe


Revolución, El CairoLa revolución de Túnez, que derrocó al dictador Ben Ali, ha prendido en varios países árabes, pero no en todos tiene visos de triunfar. Aparte de Egipto, las protestas se intensifican en Yemen y Jordania

Nadie imaginó que un vendedor callejero ilegal, al que la policía le confiscó el carrito, iba a derrocar un dictador, incendiar dos países y desencadenar, tal vez, una nueva época entre el Atlántico y el Golfo Pérsico. El vendedor, Mohamed Bouazizi, estudiante de 26 años, puso fin a la humillación de forma radical: el 17 de diciembre se incendió a lo bonzo.

La llamarada prendió: cuando el joven falleció por sus heridas, tres semanas más tarde, Túnez ya había empezado a arder. Los enfrentamientos entre manifestantes y policía iban en aumento. Hubo muertos. El 14 de enero, el dictador Zine el Abidine Ben Ali huyó.

Pero el incendio no paró ahí. Ya había alcanzado Argelia, Egipto, Jordania y Yemen, y se está expandiendo a Sudán, Arabia Saudí y, pronto, Siria.

Sorprenden los paralelismos en casi todas estas naciones: Están dirigidos por autócratas asentados en el poder desde hace décadas; prácticamente todos han llegado a la cumbre mediante golpes de Estado o por una sucesión arreglada en el interior de una élite militar. La media de permanencia en el poder en los regímenes republicanos ―los monárquicos son, curiosamente, menos longevos― es de 22 años. Para un joven desempleado, sinónimo de eternidad.

Y son precisamente los jóvenes desempleados, con pocas o nulas expectativas de progreso profesional, quienes componen gran parte de la población de estos países. Ahora ya no les queda la válvula tradicional de la emigración, en un contexto de crisis económica nacional. En la mayoría de estos países se han producido en los últimos meses recortes a los subsidios a la gasolina y a varios productos básicos.autócratas árabes

Algunos factores locales han agravado la situación: Sudán sufre el aislamiento internacional debido a las políticas de su presidente, Omar Bashir, a quien se pretende juzgar en un tribunal internacional bajo la acusación de genocidio en la región de Darfur. La previsible secesión del sur del país, rico en petróleo, contribuye al descontento.

Jordania, donde un cuarto de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, lidia desde hace meses con la peor situación económica en décadas: el déficit alcanza los 1.400 millones de euros, y la inflación ha pasado del 1,5 % al 6,1 % en un solo mes. En casi todos estos países, el desempleo juvenil es superior al 30 %, mientras que en Yemen alcanza a la mitad de la población.

El ejemplo más obvio es Egipto, donde la pobreza ha aumentado de forma brutal en los últimos años, hasta el punto de hundir al 40% de la población en la miseria. El régimen de Hosni Mubarak es uno de los más largos de la región: 30 años. Y fue precisamente allí dónde prendió la mecha de Túnez.

Muy probablemente, Mubarak seguirá pronto las huellas de Ben Ali, dado que las masas de El Cairo ya han prometido no cejar en su empeño hasta que el octogenario dictador haga las maletas, pese a que la violencia policial ya ha causado unos 150 muertos. Pero el ejército ―cuya desobediencia fue un factor clave en el derrocamiento de Ben Ali― ya ha anunciado públicamente que no disparará a los manifestantes. La caída del régimen de Mubarak parece ser cuestión de escasos días.

Jóvenes sin partido

Lo que viene después, nadie se atreve a predecirlo. Los egipcios con conciencia política se inclinan a asignar un papel de relevancia a Mohamed ElBaradei, ex director de la Agencia Internacional de Energia Atómica y premio Nobel de la paz. "Pero la gente sin actividad política no quiere a nadie. Ni a ElBaradei", explica Eva Chaves, una arabista española que ha vivido años en El Cairo. "Incluso quienes lo apoyan lo ven como "otro tirano más". Aún así, la gente lo prefiere a cualquier otro político de la oposición conocido, siempre y cuando se trate de un periodo de transición".

¿Después? Nadie sabe. ¿Acecha el peligro islamista? Tampoco es tan evidente, dado que la revolución parece haber pillado a los Hermanos Musulmanes, mayor fuerza de la oposición, a traspié. "Evidentemente organizan sus grupos en las manifestaciones pero no sé de ninguna declaración por su parte", comenta Chaves. "No juegan un papel esencial en este momento. Son los jóvenes los verdaderos protagonistas, no afines a ningún partido. En esto están de acuerdo todos mis contactos egipcios, sean de la orientación política que sean".

No en todas partes ocurre igual. Espacio para propaganda electoral, RabatDurante todo el mes de enero, en Argelia se multiplicaron las protestas, casi simultáneamente con las tunecinas. Hubo varios muertos por disparos de la policía en las manifestaciones. El gesto de Bouazizi fue replicado una decena de veces; el viernes 28 aún murió un joven tras quemarse públicamente. Sin embargo, las protestas no han prendido de la misma forma que lo hicieron en Egipto o Túnez.

La razón debe buscarse en el reciente historial de la guerra civil argelina, que ha dejado la población totalmente exhausta, pero además profundamente dividida y desconfiada. En los noventa, la cúpula militar aplastó las revueltas islamistas con la acquiescencia de una parte de la población, que sentía más temor a la barbarie integrista que a la castrense. Es difícil que laicos y religiosos se unan ahora en el mismo barco, sobre todo cuando los últimos ya han ganado la guerra de desgaste e imponen su visión restrictiva a la sociedad.

En Mauritania, donde un golpe de Estado en 2008 quebró el intento de democratización de 2005, también se registraron protestas estudiantiles en enero, y una inmolación, pero no parece haber, de momento, un movimiento masivo.

Marruecos es el único país que se ha librado de mayores protestas, aunque en años anteriores ya hubo algún episodio de inmolación a lo bonzo y huelgas de hambre en protesta por el desempleo entre universitarios. Pero las organizaciones de los ‘Diplomados en paro’, pese a manifestarse durante años, bloquear regularmente mayores arterias de Rabat y exponerse rutinariamente a la brutalidad policial, nunca ha conseguido convertirse en un movimiento popular.

No sorprende: estas asociaciones exigen únicamente el derecho (legalmente reconocido pero poco realista) de colocar a todos los diplomados en la función pública, sin preocuparse de otras cuestiones sociales, y sin ningún tipo de ideología política reivindicativa, pese a la larga tradición izquierdista de los movimientos estudiantiles marroquíes.

Pero la “excepción marroquí” ―término usado en los noventa referido a la falta de islamismo radical en el reino― no se basa tanto en la apatía como en el menor grado de desesperación. Marruecos ya tuvo su primavera propia, durante los primeros años de la década 2000. Entonces, la libertad de expresión y el margen de maniobra de la prensa no sólo se adelantaron a todos los demás países de habla árabe, excepto Líbano y Malta, sino que también insuflaron una enorme esperanza a quienes soñaron con un cambio. Esta esperanza hoy ha prácticamente desaparecido, pero en términos económicos, el país está aún algo mejor situado que sus vecinos. 

Siria, estable

El mismo motivo puede salvar el régimen de Damasco. “Siria es estable. ¿Por qué? Porque tú tienes que estar muy cercano a las ideas de la gente. Cuando existe divergencia… te encuentras con este vacío que crea problemas”, dice el presidente sirio, Bachar Asad, quien añade, dirigiéndose a los líderes del mundo árabe:“Si no viste venir la necesidad de reforma antes de lo sucedido en Egipto y Túnez, es demasiado tarde para hacer ninguna reforma”.

En realidad, las reformas que anunció Asad son limitadas: permitirá elecciones locales, dará más poder a las organizaciones no dependientes del gobierno, y flexibilizará la ley de prensa. Tienda cristiana DamascoNada respecto a un cambio de régimen, legalización de partidos políticos o incluso una mera transferencia de poder a otro presidente.

Pero muchos observadores coinciden en señalar que es improbable que el pueblo sirio se eche a la calle para derrocar a Bachar Asad. Por una parte por miedo al vacío: “Una opinión común de la gente es que si las diferentes minorías religiosas de Siria no estuvieran unidas bajo la dictadura, el país podría deslizarse hacia una guerra civil como la libanesa”, explica Eva Chaves, buena conocedora del país.

 “La gente habla mal de los miembros del gobierno pero no del propio presidente; Al joven dictador no se le odia tanto. Ha permitido volver a algún preso político, y ha llevado el país a una apertura económica. Asad hijo es joven, es abierto, es correcto”, relata.

Tras la muerte de Hafiz Asad en 2000, la llegada al poder de su hijo Bachar permitió hablar de una cierta “primavera siria”. Bachar liberalizó el sistema bancario, inspirado en el soviético, y abrió el país a las importaciones. Pero la reforma económica no se vio sucedida por la política. “La represión está ahí: desde el exterior de algunas comisarías de Damasco puedes oír cómo torturan; yo lo he oído”, explica Chaves.

Un país que sí se ha contagiado de la revolución es Sudán, donde el movimiento de reivindicación está claramente inspirado en el egipcio: desde la principal organización opositora, Girifna (“Estamos hartos”), que se declara pro-democracia y toma como modelo al egipcio Kefaya (“¡Ya basta!”), hasta el uso de las redes sociales.

En las calles, las protestas apenas han logrado reunir a algunos centenares de personas en las ciudades de Jartúm y Obeid (en la región de Kordofán Norte, al oeste del país), pero en internet no dejan de crecer los apoyos a las páginas de protesta.El grupo de Facebook “Juventud por el Cambio” ya tiene más de 15.000 miembros. “La gente de Sudán no seguirá callada por más tiempo”, se lee en la página de este grupo en la red social. “Es hora de demandar nuestros derechos y tomar lo que es nuestro en una manifestación pacífica en la que no habrá actos de sabotaje”, dice, refiriéndose a la concentración del pasado viernes.

Por ello, la actuación policial en Sudán ha estado encaminada a prevenir la celebración de estas protestas, arremetiendo duramente contra ellas, pero sobre todo arrestando a activistas y a parientes y compañeros de algunos líderes opositores.

Sociedad tribal

Más llamativo aún es el caso de Yemen, cuyo dictador mantiene casi la plusmarca en longevidad política: Ali Abdulá Saleh lleva 32 años en el poder. Parecía sólidamente instalado en un país extremamente pobre, en gran parte analfabeta, con un gran represión y una libertad de prensa mucho menor que la egipcia (pero mayor que la tunecina o siria).

Una rebelión siempre parecía difícil, dado el carácter tribal de la sociedad “Es bastante difícil que las diferentes poblaciones se pongan de acuerdo en algo. Anciano YemenLa gente no tiene apenas contacto entre sí,  ni siquiera viaja. Si mi tribu dice esto, yo chitón”, describe Eva Chaves este país, según su experiencia “con muy pocas inquietudes políticas, quitando las cuatro o cinco mayores ciudades”.

Pero contra pronóstico, la llama tunecina prendió a orillas del Mar Rojo. Aparentemente, la dictadura de Saleh ha conseguido unir a los diferentes sectores en un rechazo común del presidente: desde hace semanas, hay protestas regulares en la capital Saná y otras ciudades. Los manifestantes se identifican con pañuelos de color, de momento rosa, pero prometen pasar al rojo vivo si no se atienden sus demandas.

Y esta vez no es una revuelta tribal, como la del clan Huthi, que mantiene el país en una soterrada guerra civil desde 2004.Ni una aspiración de independencia, como la que provoca enfrentamientos regulares en el sur, desde la poco exitosa reunificación de 1990. “Queremos agua y pan” clamaban la mayoría de las pancartas. “A juzgar por las imágenes, es la gente de a pie que ha salido, como en Túnez, como en Egipto, pidiendo un cambio social, económico, educativo, sanitario, político...” analiza Chaves.

Pero no se atreve a predecir si Saleh caerá. Porque el ejército es clave en cualquier revolución, y no está claro que el yemení siga los pasos del egipcio, que no quiere manchar su uniforme disparando al pueblo. Por otra parte, “en Yemen todo el mundo va armado”, recuerda la arabista. “Finalmente, la tribu de Saleh lo apoyará al completo. Aún así, “no me aventuraría a hablar de guerra civil después de ver a la población civil de las ciudades unida contra Saleh”.

Tal vez Jordania sea la siguiente ficha del dominó. Es probable que el actual gobierno caiga. Una ficha tramposa, puesto que el gabinete es apenas representativo: el poder real descansa en los hombros del rey Abdulá, que, de momento, no se ha visto afectado por las críticas de los manifestantes, centradas en su primer ministro, Samir Rifai. “Enviad a los corruptos a juicio”, y “Rifai, vete, los precios arden igual que los jordanos”, son algunos eslóganes populares de las protestas, en las que están participando unas seis mil personas en todo el país, desde hace ya tres semanas.

Algunos observadores creen que es improbable que el rey se plegue a las demandas políticas de los manifestantes. No obstante, otros señalan que el monarca ya se está distanciando de su gabinete, dado el malestar en la Casa Real ante la práctica de algunos ministros de escudarse en la figura real para justificar sus propios errores. "Todos los funcionarios en cuestión deben asumir sus responsabilidades y tomar sus decisiones de una manera audaz, clara y transparente", dijo hace pocos días el rey Abdulá, que ha demostrado tener más cintura política que los gobernantes tunecino y egipcio.

El monarca ha pedido a Gobierno y Parlamento que acelerasen la toma de medidas políticas y sociales, en especial la modificación de una polémica ley electoral diseñada, según los críticos, para asegurar un Parlamento favorable. Ese es el motivo por el que el principal partido opositor, los Hermanos Musulmanes, decidió boicotear las elecciones del pasado 9 de noviembre. “Todo debería hacerse delante del pueblo. No hay nada de lo que tener miedo”, declaró el rey, que se jacta de ser querido y respetado por sus súbditos. Hasta ahora, las protestas no permiten afirmar otra cosa.

Petróleo sí, revolución no

Quienes, por el momento, no tienen mucho que temer son los dos dirigentes más longevos de la región: el libio Muammar Gaddafi (41 años) y el emir de Omán, el anciano Qabus Said (40). El primer mantiene su país bajo un sólido control, cimentado por los ingresos del petróleo. El segundo goza de una buena imagen entre sus súbditos: Omán, pese a ser una monarquía sin partidos políticos, no destaca por una represión llamativa ni constan movimientos de oposición o denuncia.

El dinero del petróleo, gas y el sistema bancario también es el salvavidas de las monarquías de Golfo, donde la mayor parte de los ciudadanos gozan de un alto nivel de vida, y la clase proletaria se compone de inmigrantes sin derechos políticos. Es dificil imaginar una rebelión popular de gran escala en estas circunstancias. 

Pero la “tumba de la revolución árabe” podría ser Arabia Saudí, cuyo monarca, el rey Abdulá, ha expresado su apoyo a otros dictadores del mundo árabe. Revolución, El CairoEl pasado 16 de enero, ya ofreció refugio al depuesto dictador de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, después de que Francia rechazase acogerle. Cuando las protestas arreciaron en Egipto, llamó para expresarle su apoyo a Mubarak.

"Ningún árabe o musulmán puede tolerar la injerencia en la seguridad del Egipto árabe y musulmán por aquellos que se han infiltrado en el pueblo en nombre de la libertad de expresión, explotándola para inyectar su odio destructivo.A la vez que condenamos estos sucesos, el Reino de Arabia Saudí y su pueblo y gobierno declaran que permanecerán con todos sus recursos con el gobierno de Arabia Saudí y su pueblo”, dijo Abdulá.

Parece difícil que la ola revolucionaria llegue hasta aquí: el jueves eran detenidas las escasas decenas de manifestantes que se concentraron en la ciudad costera de Yidda, tradicional foco de la oposición a la monarquía saudí, especialmente la islamista radical. Según la agencia de noticias saudí SPA, estas personas habían acordado, mediante mensajes de móvil, organizar una protesta por “problemas en las infraestructuras”.

En los meses anteriores, una serie de aguaceros torrenciales han provocado numerosos destrozos en viviendas y construcciones públicas. El mensaje detrás de la convocatoria está claro: ¿dónde está el dinero del petróleo?

Arabia Saudí acapara casi un cuarto de las reservas mundiales de crudo, pero el alto coste de mantener a una familia real de más de cinco mil príncipes es superior a la riqueza que el petróleo nacional es capaz de generar: el país tiene una deuda externa de unos 53.000 millones de euros, según cifras de 2010.

Pero aquí la situación social dista mucho de ser explosiva, a lo que se une la ausencia total de una oposición organizada. El estatus especial de la casa real saudí como “guardiana de los santos lugares del islam”, en las ciudades de La Meca y Medina, así como su alianza con los clérigos wahabíes, la hace menos vulnerable a la contestación islamista, a diferencia de Egipto o Jordania. Los escasos militantes que se consideran más radicales que el propio gobierno optan normalmente por la corriente del “salafismo yihadista” violento. Esa a la que sigue el más famoso opositor a la monarquía saudí: Osama Bin Laden.

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