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Mauritania es el país de los golpes de Estado. Desde la independencia de Francia, adquirida en 1960, el traspaso del poder se ha hecho siempre a través de una asonada: en 1978, en 1979, en 1984, en 2005... y la más reciente, en 2008.
Tras décadas de dictaduras militares, a inicios del siglo XX se dibujaba un proceso de democratización en Mauritania, con la presencia de partidos, aunque el coronel Sid Mohamed Taya, jefel del golpe de 1984, seguía ganando las elecciones. En 2005, el coronel Ely Uld Mohamed Vall encabezó un golpe incruento y dos años más tarde, traspasó el poder a un Gobierno democráticamente elegido.
La transición daba esperanzas a este desértico y escasamente poblado país, cuyos ingresos provienen de la pesca, la minería y en el futuro, posiblemente, de los modestos yacimientos marinos de petróleo que se están empezando a explotar. En agosto de 2008, no obstante, un nuevo golpe militar, también sin derramamiento de sangre, volvió a cortar la baraja. En julio de 2009, el general golpista, Mohamed Ould Abdelaziz, fue confirmado en unas elecciones con varios condidatos.
Mauritania forma parte de la Liga Árabe pero se ubica en la frontera entre la 'África Negra' y el Magreb. La mayoría de su población, incluso cuando es de piel oscura, se considera de origen bereber o árabe y habla hassanía; una minoría en el sur del país habla wolof, fulfulbe y otras lenguas africanas, reconocidas como "lenguas nacionales".
Entre la población se mantiene cierta conciencia de 'castas': durante siglos, las familias de piel negra fueron consideradas como destinadas a la servidumbre de las familias blanca y esta estructura social aún está presente en la sociedad, pese a que la esclavitud está oficialmente abolida. Hasta hoy, las familias de rasgos negros permanecen a menudo ancladas en un estátus social más bajo.