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Las lenguas naj-daguestani son el ejemplo del rompecabezas caucásico: en un área de menos de 50.000 km2 —el tamaño de Aragón— se agolpan cuatro decenas de lenguas de siete ramas distintas.
El nombre se deriva de la palabra chechena naj —- pueblo— y el nombre de la república autónoma rusa de Daguestán, a orillas del Mar Caspio y en el Cáucaso oriental, donde se concentra esta familia lingüística.
El naj, que antes se consideraba una familia aparte, hoy se agrupa junta a las demás ramas daguestani. Algunas de ellas se pueden considerar dialectos, ya que son inteligibles con las variantes más cercanas; otras muchas no.
En el grupo naj se encuentra el checheno y el muy similar ingush. Son mutuamente inteligibles, por lo que a menudo se consideran un sólo idioma, pero ambos se escriben con ortografía propia. El checheno tiene 1,3 millones de hablantes y el ingush, unos 400.000. Son lenguas literarias y funcionan como idiomas oficiales de las repúblicas autónomas Chechenia e Ingushetia. Hasta inicios del siglo XX, estas lenguas se escribían en el alfabeto árabe, desde entonces en el cirílico, aunque hay intentos de utilizar el latino.
Algo diferente pero emparentado con las anteriores es el bats, hablado sólo por una pequeña comunidad de 3.400 almas en el noreste de Georgia. La influencia del georgio ha alejado este idioma, nunca escrito, del checheno e ingush.
Mucho más complicado está el panorama entre las otro seis ramas de las lenguas daguestani. Su número es difícil de definir pero puede superar las 40; casi todas se hablan sólo en pequeñas comunidades rurales y sólo cuatro tienen tradición literaria. Muchas están amenazadas por el uso cada vez más común del ruso y el azerí.
El avar tiene unos 600.000 hablantes y es una de las lenguas utilizadas para la comunicación entre comunidades de hablas distintas en gran parte de Daguestán. Es una lengua literaria que se escribe desde el siglo XV, primero en caracteres georgios, luego en árabes y hoy en cirílicos. Está estrechamente emparentado con el andi, con unos 40.000 hablantes, y a veces se considera que éste —con sus variantes bagalal, chamalal, buduj, botlij, godoberi, ajvaj, karata y tindi— es un dialecto del avar; ninguna de estas variantes tiene tradición escrita.
Algo distinto es el dido, también llamado tsez y dividido a veces en cinco lenguas: tsez, hunzib, jvarshi, hinuj y bezhta; ninguna es literaria; la mayor parte de sus 25.000 hablantes utilizan la variante tsez. Muy distinto del avar es el lak, un idioma literario con unos 120.000 hablantes en el Daguestán central.
Las once variantes del dargui —dargva, tsudajar, kadar, muirin, megeb, sirhwa, kunki, vurqni, kaitak, kubachi-ashti y chirag-amuq— suman unos 370.000 hablantes; se considera un 'continuo de dialectos', lo que significa que los geográficamente más cercanos tienen suficiente similitud como para permitir la comunicación, pero los más alejados pueden distinguirse considerablemente.
Similar es el caso del lezgui que, más que un idioma, es una familia de nueve lenguas difundida en el sur de Daguestán y el norte de Azerbaiyán: el lezgui propiamente dicho, con unos 450.000 hablantes, el tabasarán, con 96.000, el rutul y el tsajur, ambos con 20.000, el agul, con 17.000, el kryz, con 6.000 y el buduj, con 1.000; algo más alejado están el udi, con 5.000 hablantes, y el archi, con 1.000. Sólo el lezgui y el tabasarán se escriben habitualmente. Todas estas variantes comparten vocabulario y morfología, pero se distinguen bastante, así, los hablantes del kryz pueden entender con cierto esfuerzo a los del buduj, geográficamente vecino, pero a menudo ambos prefieren utilizar el azerí —una lengua turca completamente distinta— para comunicarse.
El jinalug sólo es hablada por unas 2.000 personas en el norte de Azerbaiyán. Aunque a veces se integra en el grupo lezgui, no es inteligible para los hablantes de éste y hoy se clasifica como rama daguestani propia.