La frontera volátil
Una nueva guerra entre Líbano e Israel podría estar cerca, a pesar de los esfuerzos internacionales, tanto de la Fuerza Interina de la ONU para Líbano (FINUL) como de diversos mediadores regionales. Numerosos incidentes a lo largo del verano, entre ellos una explosión en un apartamento en Shehabiye, en el sur de Líbano —que el ejército israelí asegura que se debió al incendio de varios cohetes pertenecientes a Hizbulá—, indican el grado de tensión alcanzado entre ambos países.
La chispa estuvo a punto de saltar el pasado 3 de agosto, tras el incidente fronterizo que costó la vida a dos soldados y un periodista libaneses y a un militar israelí, tras un intercambio de disparos y artillería que se produjo cuando un grupo de soldados israelíes intentaron talar un árbol fronterizo, lo que las tropas libanesas tomaron por una violación del territorio de Líbano.
No es el primer roce en la frontera. “La diferencia esta vez es que el incidente ha implicado al ejército libanés [en lugar de a la milicia islámica de Hizbulá], lo cual probablemente ha evitado una escalada de la violencia. Se ha logrado contener este incidente concreto, pero de ningún modo significa que la situación sea estable”, explica Sahar Atrache, analista del International Crisis Group en Líbano.
En Beirut, los libaneses no podían ocultar su indignación. “Mira, los israelíes talando nuestros árboles”, le comentaba con amargura a este reportero el quiosquero Hakim, mostrando los periódicos del día. En la portada se veía una foto en la que un soldado israelí opera desde una grúa, pasando por encima de una valla metálica, y que la opinión pública libanesa tomó como prueba de que Israel buscaba deliberadamente el enfrentamiento. El gabinete del primer ministro libanés, Saad Hariri, habló públicamente de “violación de la soberanía libanesa”.
Sin embargo, eso no es lo que dice Naciones Unidas. El teniente coronel Naresh Bhatt, portavoz de la FINUL, aseguró al día siguiente del incidente que “los árboles que estaban cortando los soldados israelíes estaban al este de la Línea Azul en la parte israelí”. Esta llamada Línea Azul fue establecida, no sin disputas, en el año 2000, para permitir la retirada del ejército israelí de las franjas del sur de Líbano que ocupaba desde 1982. La valla de la polémica fue erigida hace unos años por Israel, aunque no se ajusta exactamente al trazado de la demarcación fijada por Naciones Unidas, lo que habría producido esta confusión.
La misión de la ONU reconoce que “en esta zona, el gobierno libanés tiene algunas reservas respecto a la Línea Azul, igual que el gobierno israelí la tiene en otros puntos”, aunque afirma que “tanto Líbano como Israel han confirmado al secretario general de la ONU que, pese a sus reservas, la delimitación de la Línea Azul corresponde únicamente a Naciones Unidas y la respetarán tal y como ha sido delimitada”.
Pero el gobierno libanés sigue considerando el incidente una provocación. “Líbano respeta la frontera, aunque está en desacuerdo con algunas partes. El lugar donde se cortó el árbol es territorio libanés”, ha declarado el ministro de Información, Tarek Mitri. Su gobierno sigue culpando a Israel de la deriva mortal del incidente. “Los soldados libaneses hicieron disparos de advertencia, y los israelíes respondieron bombardeando”, asegura una fuente de la seguridad libanesa citada por el diario beirutí Daily Star.
Apoyo sin fisuras
En Líbano, todos los partidos han mostrado desde el principio un apoyo sin fisuras al ejército libanés, que por primera vez se ha enfrentado al vecino israelí (hasta ahora era únicamente Hizbulá quien protagonizaba los incidentes armados contra Israel). El presidente de Líbano, Michel Suleiman, anunció a los pocos días un plan para reequipar al ejército del país, "para que pueda proteger a la nación con dignidad".
“El ejército libanés ha pagado el precio de la sangre para afirmar su presencia frente a Israel”, escribía el diario L’Orient Le Jour. Tanto el presidente Michel Sleiman como el portavoz de gobierno Nabih Berri hablaron de “agresión israelí”, y el jeque Hassan Nasralá, líder de Hizbulá, afirmó en un discurso que la organización no dudaría en intervenir militarmente “para ayudar al ejército de todos los libaneses frente a un ataque israelí”.
En la calle beirutí, los libaneses siguen con su vida en medio de un cierto fatalismo. “Espero que esto no desemboque en una guerra, pero todo puede ocurrir”, afirma el armenio-libanés Agop Matossian, conductor de un taxi. Su colega Mustafá, chií, opina diferente: “¿Cómo va a haber una guerra? Esta vez tenemos a todo el mundo árabe de nuestra parte. Tal vez los gobiernos de Jordania o Egipto hayan firmado la paz con Israel, pero sus pueblos están con Líbano, con Nasralá”, asegura. “¿Cuántos son en Israel, cuatro millones? Están rodeados por muchos millones más de musulmanes. Si nos atacan, es que están locos”, afirma.
Existen, no obstante, varios indicios de que ambos países contemplan abiertamente la posibilidad de un enfrentamiento bélico. A la tensión han contribuido también los vuelos a baja altura que la fuerza aérea israelí ha estado realizando de forma regular en el espacio aéreo de Líbano a lo largo de todo el verano, según el ejército de este último país. Estos vuelos, que las fuerzas armadas de Líbano no tienen la capacidad de contrarrestar, son una práctica habitual en el sur del país, un recordatorio de que ambos países están oficialmente en guerra, ya que Líbano nunca ha reconocido a Israel, desde su fundación en 1948, pero cobran especial relevancia en el actual contexto de tensión.
Israel ha anunciado que estudia un teatro de guerra total en Gaza, Líbano y Siria, según información publicada en el diario israelí Haaretz. El presidente sirio Bachar Asad aseguró que “Israel siempre busca desestabilizar la seguridad de Líbano y de la región”. Por su parte, el ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, indicó que su país “considera al gobierno libanés como el responsable de este serio incidente”.
El Ministerio de Exteriores norteamericano ha mostrado su apoyo inequívoco a Israel en el incidente: “Los disparos realizados por las fuerzas armadas libanesas son totalmente injustificados e inesperados”, ha declarado su portavoz, Philip J. Crowley, quien ha hecho un llamamiento a la contención por ambas partes.
Escalada subterránea
Atrache considera que el contexto es potencialmente volátil. “En el último mes hemos asistido a una escalada subterránea del conflicto, con asesinatos, o la denuncia de una red de espías en Líbano acusados de trabajar para Israel. Es muy difícil predecir lo
que sucederá en las próximas semanas e incluso meses, pero la situación es muy preocupante. Tenemos a dos ejércitos en alerta, lo cual puede ejercer un efecto disuasorio pero a la vez crea un escenario propicio a estallar”, afirma.
“No cabe duda de que el ejército israelí no quiere una repetición de la guerra del 2006, con enfrentamientos que se prolonguen en el tiempo, así que si lanza un ataque será lo más contundente posible. Por otra parte, el poderío militar de Hizbulá ha crecido, así como su capacidad de implicar a otros actores regionales”, asegura, mencionando a Hamás, Siria o Irán. “Es improbable que, si el ejército israelí llega a atacar en el valle de la Bekaa, Siria se quede simplemente mirando”. Además, según fuentes de inteligencia militar de Israel, Hizbulá cuenta con 40.000 cohetes apuntando a territorio israelí, que podrían castigar los principales centros de población del norte del país en caso de una nueva guerra.
Tras el incidente, Israel se apresuró a pedir a Estados Unidos y Francia que cancelen sus programas de ayuda militar al ejército libanés, ante lo que aseguran es una deriva radical de esta institución. “Hay un riesgo de ‘hizbulización’ si el ejército libanés empieza a comportarse como Hizbulá”, declaró el viceministro de Exteriores israelí, Danny Ayalon, a la radio pública de Tel Aviv. “Si Hizbulá logra hacerse con el control del ejército, tendremos que tratarlo de una manera completamente diferente”, aseguró.
Estas ideas han provocado un enfrentamiento abierto entre los partidarios de Israel en el Congreso de los Estados Unidos y la política oficial del Departamento de Estado. En un primer momento, Crowley negó que los EE.UU. se dispusiesen a revisar su política en este punto. “Hemos provisto a las Fuerzas Armadas Libanesas y las fuerzas de seguridad internas de Líbano con ayuda por valor de más de 600 millones de dólares, en diferentes programas [en los últimos años]”, afirmó. “Con cada equipamiento de origen norteamericano, hemos supervisado firmemente su uso hasta el final, y no tenemos indicios de que el equipamiento americano haya jugado ningún papel en el incidente [de la valla fronteriza]”, aseguró.
Esa misma semana, el informe anual sobre terrorismo del Ministerio de Exteriores alababa también la actuación del ejército y las fuerzas de seguridad de Líbano en la vigilancia y captura de elementos terroristas y en la contención de la violencia sectaria durante los últimos años.
Sin embargo, la presión del lobby proisraelí en Washington, liderado por los senadores Nita Lowey y Howard Berman, logró evitar temporalmente la congelación de una nueva ayuda por valor de 100 millones de dólares en material militar, que estaba aprobada pero no entregada. El senador republicano Eric Cantor está haciendo campaña públicamente para que la ayuda norteamericana al ejército libanés sea cancelada “hasta que no se haga una investigación”. Por el momento, sin embargo, se sabe que la intención del Departamento de Estado es continuar con dicha ayuda tal y como estaba planeado.