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Cruce de caminos entre el Mar Negro, Grecia y Turquía, y considerada cuna de las lenguas eslavas, Bulgaria ha absorbido numerosas influencias. Formaba durante 600 años parte del Imperio Otomano: desde finales del XIV hasta 1908.

Comparado con sus vecinos, Bulgaria ha sufrido menos sobresaltos durante el último siglo: ni su dictadura comunista fue tan represiva como otras, ni la caída del régimen tan traumática. Ingresó en la Unión Europea en enero de 2007.

El mapa político estaba dominado durante una década por el Partido Socialista de Bulgaria, sucesor del partido comunista único, y enfrentado a diferentes coaliciones de centro-derecha. A inicios del siglo XXI fue superado por el Movimiento Simeón II, un partido liberal dirigido por Simeón de Sajonia Coburg-Gotha, el zar búlgaro depuesto en 1946 quien ocupó el cargo de primer ministro entre 2001 y 2005.

Hoy, Bulgaria es el país menos avanzado de la UE y arrastra numerosas dificultades. La pobreza es especialmente llamativa en las antiguas zonas mineras, hoy mucho menos rentables. Una democracia aún débil, un judicatura poco fiable y una administración corrupta facilitan los movimientos de un poderoso crimen organizado que trafica sobre todo con coches de lujo.

Bulgaria cuenta con una importante población turca (cercana al 10%) y otra gitana (casi el 5%). Ambos grupos están integrados en la vida política del país. Por otra parte, el movimiento Ataka, un partido de la derecha radical, obtuvo el 12% de los votos en la elecciones europeas de 2009.