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italia
nace: 1861 · capital: roma · población: 60 millones · lenguas: italiano (of.), veneciano, sardo · gobierno: república · religión: católica (dom.) · prensa: libre · moneda: euro · conflictos: sin

Italia muestra la —difusa pero existente— frontera cultura entre las sociedades mediterráneas y las de Europa central. Si los ciudadanos del norte, desde el río Po hasta los Alpes, se sienten cercanos a Suiza y Austria, el sur, de Nápoles a Apulia —el llamado Mezzogiorno o Mediodía— vive a un ritmo muy distinto. Al menos, en la imaginación colectiva de los italianos. Así, la Liga Norte ha pedido establecer una nación independiente en la región septentrional para no tener que compartir estado con las gentes del sur. Algo que sorprende menos si se recuerda que Italia no existía hasta 1861, año en el que el marinero revolucionario Giuseppe Garibaldi consiguió su utopía de unificar en una sola nación los diversos reinos y principados repartidos por la peninsula (Venecia no fue incorporada hasta 1866, Roma sólo en 1870).

Sólo después de la unificiación se empezó a crear una lengua italiana unificada, basada en el dialecto toscano utilizado por Dante. Pero hasta hoy siguen hablándose dialectos muy distintos en el sur y incluso variantes del veneciano, una rama romance distinta, en el norte, así como el sardo en Cerdeña.

Igual de disperso es el mapa político. La división en dos bloques, el comunista y el católico, ya no es tan obvia como en los tiempos de don Camilo y Peppone, aunque el bloque de Silvio Berlusconi —que abarca desde la extrema derecha hasta el centrismo liberal— y el dirigido durante algunos años por Romano Prodi —desde la democracia cristiana hasta la extrema izquierda— se siguen repartiendo los votos a un 50% casi exacto. El resultado: del voto de un diputado puede depender la caída del Gobierno, una situación de inestabilidad casi habitual en Italia. A ello se suma el poder nunca quebrado de las estructuras mafiosas en el sur del país, desde Nápoles a Sicilia. La intrincada relación entre las grandes redes del crimen organizado y las instituciones políticas sigue poniendo en jaque el concepto de la democracia. La enorme evasión fiscal —escudada en el mal funcionamiento de los servicios públicos— contribuye a convertir Italia en el estado europeo con el mayor déficit público.