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La corriente alawí, también conocida como nusairí, defiende una interpretación metafórica del Corán, es decir, considera que éste no debe ser entendido de forma literal sino que contiene un sentido oculto, sólo accesible a los iniciados.

Partiendo de esta base, los alawíes no suelen cumplir los ritos habituales del islam, ya que los consideran una mera apariencia. Algunos teóricos integran la corriente alawi en el bando chií, dado que su interpretación espiritual del islam entronca con la filosofía mu'tazilí del siglo X, pero el hábito alawí de vivir la fe de forma personal, no pública, tiene muy poco en común con la de los musulmanes chiíes actuales.

Hoy hay seguidores de la rama alawí en Líbano, sobre todo alrededor de Trípoli, en grandes partes de Siria y el extremo sur de Turquía, en la región de Antakia, así como, aparentemente, en un lugar de Iraq central. No hay cifras oficiales, dado que los alawíes se suelen definir como musulmanes y la ocultación de la propia fe para evitar persecuciones forma parte de sus creencias. Algunas estimaciones ofrecen la cifra de unos tres millones de alawíes.

La familia Asad, que domina desde hace décadas el gobierno sirio, pertenece a esta rama y defiende el laicismo del país. Apoya la interpretación según la que se trata simplemente de una escuela del islam chií; una postura reconocida también por los dirigentes chiíes del Líbano, donde la fe alawí es una de las 18 creencias reconocidas oficialmente.

No se debe confundir la corriente islámica alawí con la dinastía alauí que gobierna Marruecos y sigue la interpretación tradicional del islam suní, ni con la religión aleví, muy difundida en Turquía. Eso sí, tanto la religión aleví como al corriente alawí coinciden en un importante aspecto: la consideración de las forma religiosas externas como una mera apariencia y la búsqueda de un sentido esotérico de la fe.