La guerra de los cadáveres
Son fotos horribles. Son cadáveres mutilados, destrozados o extrañamente achicharrados. Son el último arma en la ronda de combates que mantienen desde hace más de 25 años el Estado turco y la guerrilla kurda PKK.
“El Ejército turco mutila a los cadáveres de los guerrilleros después de abatirlos”, asegura Ismael Akbulut, activista de la organización de derechos humanos Insan Haklari Dernegi (IHD).
“Les cortan las manos, los pies o la cabeza. En el caso de las mujeres ‘juegan’ con las partes sexuales”, todo ello para humillar a las familias que recogerán los restos mortales, añade.
Pero algunas de las fotos van más allá: muestran extrañas señales de quemaduras en la piel de los muertos. Hay quien sospecha que estos guerrilleros no han caído bajo las balas sino que murieron en un ataque con gases tóxicos, un arma prohibida en Turquía.
Un testimonio anónimo recogido por el diario alemán tageszeitung (taz) habla de combatientes atrincherados en una cueva, que habrían muerto tras dispararse un único misil a su escondite. Los datos son escasos y nada concluyentes, pero un informe forense de la Clínica Universitaria en Hamburgo corrobora las sospechas. Según esta institución, que analizó las fotos por encargo del tageszeitung, hay una “alta probabilidad” de que las deformaciones sean resultado del empleo de químicos, y no se trate de quemaduras provocadas por una explosión convencional. Varios altos políticos alemanes pidieron cuentas a Turquía por el posible uso de armas químicas
Tras publicarse el informe en la prestigiosa revista Der Spiegel, varios altos políticos alemanes pidieron públicamente cuentas a Turquía. Tanto la presidenta de Los Verdes, Claudia Roth, como la socialista Uta Zapf, presidenta de la comisión parlamentaria para control armamentístico, y el democristiano Ruprecht Polenz, presidente de la comisión de Política Exterior, exigieron que las denuncias se investigaran.
“No entendemos por qué Turquía encarga un análisis forense pero mantiene secretos los resultados”, dijo Roth. Columnistas turcos como Orhan Kemal Cengiz se sumaron al coro para exigir una investigación pública que pudiera descartar de forma creíble las acusaciones.
Ankara desmintió el viernes pasado oficialmente el uso de armas químicas y descalificó las denuncias como “propaganda del PKK” con la finalidad de “manchar la imagen de Turquía”. Pero calla desde hace meses respecto a las denuncias de la ―muy evidente― práctica de mutilar los cadáveres de los guerrilleros caídos.
El diario turco Taraf publicó ya en julio el testimonio de Mehmet Daghan, padre del líder guerrillero abatido Özgür Daghan: al llegar a la morgue para identificar a su hijo le mostraron fotos de éste, muerto pero intacto. Al entregársele el cuerpo, éste “estaba negro, como si lo hubieran quemado o tratado con químicos o ácidos”, recuerda.
Un testimonio recogido por Akbulut corrobora que no se trata de algo casual: “El guerrillero Ciham Ömer, que fue herido y está en la cárcel, dijo que le habían advertido que iban a cortar la cabeza al capitán del comando, y de hecho ocurrió”, asegura.
Las fotografías difundidas por la asociación IHD se dividen en dos bloques. Las que han dado lugar a la denuncia muestran a nueve guerrilleros muertos en julio de 2009 cerca del pueblo de Çukurca. Un segundo grupo muestra cómo empleados municipales de Semdinli lavan los cuerpos mutilados de 12 guerrilleros caídos a inicios de julio pasado. Éstas fotos aún están siendo analizados en Alemania.
Hace un mes, el partido pro-kurdo BDP envió un CD de las imágenes al primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y al jefe del Estado Mayor para denunciar las mutilaciones, pero sólo obtuvo la callada por respuesta, según relata Akbulut: “Dijo que así era la guerra”.
¿Simple brutalidad de unos reclutas adoctrinados? Algo de eso hay, cree Akbulut. “En el Ejército existen ultranacionalistas que se hacen fotos con los cadáveres destrozados para luego aparecer entre sus colegas como héroes. Es por odio a los kurdos”, asegura.
De hecho, en internet abundan fotos de guerrilleros kurdos muertos, aparentemente tomadas poco después de una batalla con la intención de documentar los hechos, pero luego colgadas en diversos foros de internet con mensajes inequívocos que destilan desprecio y odio contra cualquiera que ponga en duda la grandeza de la patria turca. ‘Perro’ y ‘traidor’ son aún las palabras menos fuertes. En los foros de internet abundan fotos de guerrilleros kurdos muertos con mensajes de odio contra los 'traidores'
Algunas series de fotografías aparecen sobreimpresas con un fantasioso sello de un tal ‘Otto Comando’, obvia referencia al glorioso pasado otomano. Según los conocedores de estos foros, no existe tal comando en un sentido militar sino que se trata de una red de jóvenes nacionalistas aunque probablemente sin clara estructura ni un poder concreto.
¿Simples locuras de jóvenes con necesidad de sentirse héroes de la patria? Tal vez, pero aún así pueden ser la punta de lanza de una táctica militar para aumentar el malestar en la población kurda y llevar a un recrudecimiento de la guerra. Ésta es la visión del diario progubernamental Zaman, que denuncia supuestas maniobras del Ejército para mantener el conflicto vivo.
La imagen de fondo es la tensión entre el Ejecutivo y el estamento militar en los meses anteriores al referéndum constitucional del 12 de septiembre, que finalmente abolió algunos privilegios de los uniformados, como el de ser juzgado únicamente por jueces militares, incluso para delitos comunes, y el de poder juzgar a civiles si entraban en conflictos con el Ejército.
Dado que una relativa calma en el sureste del país reforzaría la imagen positiva de Erdogan como pacificador y haría votar parte de la población kurda a favor de la reforma ―en lugar de abstenerse, como pedía el partido prokurdo BDP―, la mejor manera de sabotear el cambio de la Carta Magna era gastar pólvora. El diario Sabah citó incluso un informe de los servicios secretos turcos que advierte contra tácticas de provocación para crear un ambiente hostil al gobierno y dar al traste con la reforma.
Finalmente, la reforma se aprobó, aunque con una amplia abstención en Kurdistán. El clima político se fue empeorando día tras días en esta zona, en parte por las mutilaciones, como confirma Ismael Akbulut. El activista tiene 32 años y lleva ocho trabajando para la asociación en Hakkari, una ciudad en el extremo sureste de Turquía donde casi todo el mundo simpatiza con el PKK. Incluso quienes se oponen a la violencia.
“Hay cientos de personas de Hakkari en el PKK. Ayer mismo se fue un grupo de jóvenes al monte. Es fácil llegar a la frontera y todos conocen a alguien”, dice. Cunde la sensación de que se ha dado carpetazo a la ‘iniciativa kurda’, un intento del gobierno de apaciguar el conflicto cediendo más derechos culturales y lingüísticos a la población kurda.
“Me temo que estemos volviendo a los años noventa”, dice, en referencia a la década en la que el Ejército turco evacuó y destruyó miles de aldeas kurdas y las fuerzas secretas de la gendarmería, conocidas bajo las siglas JITEM, hicieron desaparecer a unas 5.000 personas. La reciente tregua anunciada por el PKK para el mes de ramadán no parece disipar estos temores.