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Los islamistas del mundo despiden a Erbakan
El funeral del anciano islamista, ex primer ministro de Turquía y líder del movimiento fundamentalista Milli Görüş, atrae a seguidores de todas partes del mundo islámico, pese a que Erbakan ya no tenía influencia en la política turca. “Mücahid Erbakan” corea la masa: decenas de miles de hombres apretados en el patio de la mezquita de Fatih, en el corazón de Estambul. “Erbakan luchador”. El anciano líder islamista de 85 años, fundador de cinco partidos, ex primer ministro de Turquía, fallecido el domingo pasado, reposa en un féretro cubierto con un paño verde. Fuera del muro, otros decenas o cientos de miles, se agolpan contra las vallas y los cordones de policía.
Se sabe que Abdullah Gül y Recep Tayyip Erdogan, presidente y primer ministro de Turquía, ambos aventajados alumnos de Erbakan, rezan frente al ataúd pero es imposible verlos tras la marea humana. Las exhortaciones del maestro de ceremonias, visible en una pantalla gigante ―“atrás, atrás, un poco de espacio, por favor”― se sobreponen a la débil llamada a la oración desde el minarete.
Algunos rezan antes de tiempo, extendiendo sus chaquetas o un plástico en el suelo. Luego, nadie se volverá a arrodillar: no hay espacio. Las mujeres están invisibles; siguen la ceremonia agolpadas en en interior de la mezquita, salvo alguna anciana que sostiene un cartel con la foto del ‘profesor’. La prensa se ha encaramado a las murallas del patio, entre coronas de flores.
Han venido desde Suiza y Pakistán, desde Sudán, Marruecos y La Meca para decir adios a quien fue, en sus últimos años, el presidente de un partido islamista de tercera fila en Turquía, en minúsculo Saadet (alrededor del 2% de los votos) pero que nunca dejó de ser el jefe espiritual del Milli Görüs, el movimiento fundamentalista que creó en 1969, con decenas de miles de seguidores en Europa y admiradores en todo el mundo. 
Milli Görüs, la ‘Visión nacional’, asegura tener unos 87.000 miembros en Europa ―la mayor parte de ellos en Alemania, donde figura bajo las siglas IGMG― y alcanzar así una comunidad de unas 300.000 almas. Defiende una visión estricta del islam en la que el pañuelo es obligatorio ―las mujeres deben cubrir todo su cuerpo, excepto rostro, manos y pies, enseña― y presiona para que el Estado exima a las adolescentes musulmanas de participar en las clases de deporte o natación, si no puede ofrecer clases segregadas por sexos.
De hecho, de Europa Central han acudido numerosos seguidores para despedir a Erbakan Hoca, el ‘maestro Erbakan’. Uno de ellos es Hassan, turco residente en el cantón Aargau en Suiza y miembro del Milli Görüs. “Hemos venido un centenar de personas en dos aviones; Erbakan es nuestro ‘mücahid’, un luchador, en el sentido de una lucha no armada sino intelectual”, se apresura de aclarar.
Más cerca lo tenía la joven Sedç Torun, correctamente velada, estudiante de medicina gracias al apoyo económico de una de las escuelas del movimiento. “Me he saltado la clases porque es gracias a Erbakan que pueda estudiar; tenía que despedirme de mi benefactor”.
El honor de maestro también le reconoce Ercüment Düzgünet: fue alumno suyo entre 1958 y 1963 en el Instituto de industria técnica, donde daba clases Erbakan, ingeniero formado en la Universidad de Aquisgrán en Alemania (país donde dirigiría en la empresa Deutz el desarrollo del modelo de tanque alemán ‘leopard’).
Erbakan dejó la docencia en 1969 para lanzarse a la política como diputado de la ciudad más conservadora del país, Konya. Su primer partido, Orden Nacional, fue prohibido en 1971, al año de ser fundado; entre sus alevines se contaba un adolescente llamado Recep Tayyip Erdogan que acompañaría a su maestro Erbakan a través de tres décadas de altibajos políticos.
Los setenta eran prometedores: con el Partido de la Salvación Nacional, Erbakan consiguió participar en tres gobiernos de coalición y llegar a viceprimer ministro.
El golpe de Estado de 1980 parecía dar al traste con su carrera: fue condenado a prisión y desterrado de la política, pero ya en 1983 participó en la fundación del Partido del Bienestar (Refah), cuya dirección asumió tras ser rehabilitado en 1987.
Escalando puestos en las urnas ―el joven Erdogan se convirtió en 1994 en alcalde de Estambul― Refah fue, con la quinta parte de las papeleta, el partido más votado en 1995, aunque Erbakan sólo conquistó el máximo cargo mediante un acuerdo de turnarse con la hasta entonces primera ministra Tansu Çiller.
El acuerdo fue agua de borrajas: tras un escaso año en el puesto, la cúpula militar desencadenó el 28 de febrero de 1997 su “golpe posmoderno”: un manifiesto que insistía en la laicidad del Estado y forzó la dimisión de Erbakan. Refah fue ilegalizado por fundamentalista, pero el viejo maestro no desistió y coordinó entre bambalinas la fundación del Partido de la Virtud (Fazilet), que corrió la misma suerte en 2001. 
Fue al cerrarse el Fazilet cuando los caminos del ex primer ministro Erbakan y el alcalde Erdogan, maestro y alumno, se separaron. El primero estableció el Partido de la Felicidad, que nunca más superaría el 3% de los votos, el segundo puso en pie el reformista AKP, con el que conquistó al año siguiente el gobierno, desdiciéndose poco a poco de todas las enseñanzas del maestro ―quien había denunciado la UE como un “club cristiano” y culpado a ‘Occidente’ de muchos males― y marcando un rumbo decididamente europeo.
Los últimos años del anciano ingeniero no sólo transcurrieron a la sombra de los arrolladores éxitos de sus jóvenes rivales sino también en los tribunales: fue condenado a dos años de cárcel, luego convertidos en arresto domiciliario y una multa millonaria por desvío de fondos públicos en el partido Saadet.
A ello se añadían las divisiones internas. Dos veces cedió el bastón de mando del partido y dos veces lo retomó, la última en octubre pasado, después de que sus fieles protagonizaran una espectacular pelea multitudinaria con los seguidores de su delfín Numan Kurtulmus en un solemne banquete del partido. Ya herido de muerte por la escisión, el partido difícilmente sobrevivirá a su mentor.
Nadie sabe aún quién podrá reemplazar al maestro; no hay nombres ni quinielas. “Ya se decidirá” aseguran tanto Hassan como los afiliados al partido Saadet. Osmán, estudiante de Derecho en Izmir y miembro de Milli Görüs, es más emocional. “Erbakan era mucho más que un político, era un líder espiritual. Era un ejemplo para todos nosotros porque vivía el islam verdadero. ¿Habrá sucesor? Sí, algún día volverá a nacer alguien como Erbakan”.
La fama del ‘maestro’ llegó mucho más lejos que las fronteras turcas o alemanas. De hecho, si bien su partido sólo pudo cosechar 817.000 votos en las últimas elecciones, millones de fieles en todo el mundo lo admiraban. O eso asegura. Hasses Resik, representante del Gobierno de Sudán, que ha acudido al entierro.
“Erbakan no es solo turco, es un símbolo para todo el mundo árabe, por lo que todos hemos perdido un líder. Era un hombre sabio que intentó cambiar Turquía a través del diálogo, un hombre limpio, un gran ejemplo de lo que como debe ser un líder del mundo islámico”, abunda.
Similar son las palabras del anciano Mohamed Ali Zubeir, oriundo de La Meca. “Éramos amigos, hace años Erbakan estuvo hospedado en mi casa en Yidda. Era un gran sabio, un líder espiritual admirado en todo el mundo musulmán, sus enseñanzas nos enriquecían a todos”.
De hecho, en el mismo puesto de sopas modesto en Fatih, el barrio donde se celebran las exequias, están merendando hombres llegados desde Kuwait o Marruecos; está Qazi Husein, dirigente islamista de Pakistán, y el expresidente de los Hermanos Musulmanes de Egipto, Mohamed Mahdi Akef, para un último adiós.
Cuando el ataúd se introduce en una modesta furgoneta municipal, la masa corea su último adios. No hay coches oficiales ni bandas militares, a los que tendría derecho el ex primer ministro: Erbakan quiso ser recordado como un líder del pueblo. Y no deja heredero. El islam fundamentalista turco se ha quedado sin padre.
Akef, presidente del movimiento islamista Hermanos Musulmanes de 2004 a 2010, pudo salir de Egipto y acudir al funeral de Erbakan gracias a la revolución en Egipto.
¿Qué era para usted Necmettin Erbakan?
Era un maestro, un profesor importante, también para nosotros en Egipto. Un gran hombre, que dedicaba su vida a la defensa de nuestra fe. Y un amigo muy querido y un noble luchador al que traté durante mucho tiempo. Erbakan estaba al servicio del islam. Contribuyó al avance de la comunidad musulmana porque amaba la fe. Y por su amor a la fe, a los árabes y a los musulmanes, seguirá en nuestros corazones.
¿Cuál fue su relación?
Había una buena colaboración, entre el jeque Qazi Hussein, presidente de la Comunidad Musulmana de Pakistán ―hoy está aquí― , Erbakan, cuando era dirigente del partido Refah y yo, como representante de los Hermanos Musulmanes. Era una estrecha y larga amistad.
¿Que significa su pérdida?
En la misión islámica, el hombre proclama sus ideas y éstas permanecen. A nuestro profesor Hassan Banna lo mataron hace más de 60 años, pero sus enseñanzas y sus principios están ahí y sus discípulos siguen vivos en todo el mundo. Erbakan era un profesor, un líder, que devolvió Turquía al islam y sus discípulos ahora gobiernan en Turquía: Erdogan, Gül...
¿En qué año encontró por primera vez a Erbakan?
En 1977. Por última vez nos vimos en 1995 porque desde ese año no pude salir de Egipto: me lo tuvieron prohibido. Hoy es la primera vez que salgo, y es para venir al entierro de Erbakan.
Qué ocurrirá ahora en Egipto?
Egipto ahora vuelve a su vida auténtica, a su grandeza, su cultura, su libertad.