Ilya U. Topper
[Compostela · Oct 2009] Marruecos entrevista Jawad Rhalib | Cineasta marroquí « Me temo que mi filme sobre la pesca no se emitirá en España »
A primera vista, Jawad Rhalib (Marruecos, 1965) podría ser un joven cineasta recién llegado y lleno de ilusiones: porte juvenil, discurso apasionado... Pero una mirada a su trayectoria como cineasta documental nos convence de lo contrario: filmando desde Vietnam a Madagascar y Bolivia, este marroquí formado en la Universidad Católica de Lovaina y residente en Bélgica, que habla un español fluido (aunque para esta entrevista prefiere el francés), se ha hecho un nombre en los festivales de Amsterdam, Suiza y Uagadugu. Siempre dedicado a causas sociales: en los noventa filmó a Evo Morales, líder cocalero escondido en la selva del Chaparé, luego denunció el incurable Mal de Chagas en Latinoamérica, investigó los escasos cambios sociales en la Sudáfrica... En España se hizo persona non grata con su documental El Ejido. La ley del beneficio, que refleja la explotación de los inmigrantes en los invernaderos de Almería.
Su último filme, Los condenados del mar, estrenado en 2008 y proyectado por primera vez en España en el Festival de Cine Euro-Árabe Amal en Santiago de Compostela en octubre pasado, muestra cómo los pescadores marroquíes en la costa sahariana son condenados a la miseria durante los paros biológicos... mientras que los grandes arrastreros de capital extranjero siguen faenando. Confirma la maestría de este cineasta, capaz no sólo de unir denuncia social y poesía visual sino de hacer desarrollar un trozo de vida real ante la lente.
Tras el estreno en el Festival Amal ¿veremos Los condenados del mar en la televisión?
De momento, las cadenas españolas no compran mis películas. Ninguna ha querido emitir mi documental sobre El Ejido. Hay gente que me ha explicado claramente que si lo proyectasen perderían sus patrocinadores. Y me temo que con Los condenados del mar pasará lo mismo.
Pero en esta película, el arrastrero es sueco, no español.
Podría haber hablado de los pescadores españoles, los rusos, los chinos o los japoneses. Pero de éstos ya se habla mucho. Mi idea era ir a buscar a los pescadores de países de los que uno no se lo espera. En nuestra imaginación, Suecia es el país de los derechos humanos y nunca harían algo así. Pero nos equivocamos. Quiero mostrar lo que ocurre en realidad. Aunque el filme apenas nombre España, hay mucho motivo para que los españoles se identifiquen con las malas prácticas de pesca Y si los españoles quieren, se pueden identificar con eso, porque practican el mismo tipo de pesca, e incluso peor.
Si quieren... pero España apenas se nombra.
Pero el tema es muy delicado, ya hubo protestas en Barbate con motivo de los acuerdos de pesca entre Marruecos y la Unión Europea: los españoles rechazaron la zona de pesca delimitada porque, dicen, ahí ya no queda pescado. Mirándolo así, los españoles están en el mismo barco; en los debates que he tenido estos días, los espectadores relacionan el filme de inmediato con los pescadores españoles.
En el filme no queda muy claro, pero los pescadores de Barbate faenan de acuerdo a los acuerdos de la Unión Europea y deben respetar el paro biológico.
Cierto. En los acuerdos pesqueros entre Marruecos y la Unión Europea hay un paro biológico que se respeta. Pero Marruecos tampoco tiene los medios para controlar todos los barcos que vienen a pescar. Incluso cuando hay controles, perdone, pero usted sabe cómo funciona eso: se pagan unos sobornos y ya está. Hay mucho motivo para que los españoles se identifiquen con el filme, lo pensé antes de rodarlo y hoy lo pienso más.
Los pescadores de Barbate no son tan artesanales como los marroquíes, donde hay cuatro tripulantes por barca, pero tampoco usan grandes arrastreros.
El telespectador medio no hace esta distinción. Dice: los españoles hacen lo mismo allí. Y es cierto: los españoles hacen lo mismo. Sólo que yo he elegido no filmarlos. He elegido filmar a los suecos, pero podría haberme decidido por los rusos, los ucranianos, los japoneses, los chinos o los españoles. Hay españoles asociados con sociedades marroquíes de altos dignatarios que disponen de permisos de pesca y no respetan los paros biológicos.
¿Pero pescan legalmente durante estos paros?
Hay tres tipos de pesca que se practican hoy por hoy: uno es el previsto por el acuerdo entre Marruecos o Mauritania o Senegal y la Unión Europea. Ahí hay 127 o 137 barcos que tienen autorización para pescar y deben respetar las normas. Luego hay personas en Marruecos que tienen permisos pero no poseen barcos y nunca han vivido de la pesca. Pero tienen el permiso, que vale oro. Y hay sociedades en todos los países que he citado que no pueden pescar en Europa, porque Europa dice: ¡alto! no queda pescado. Hay que respetar la veda ― en Europa hay mucho control― y ustedes ya no pueden pescar con los barcos ‘aspiradores’ [con redes de arrastre]. ¿Qué hacen? Se buscan socios extranjeros. Así, el que tiene el permiso de pesca y el que tiene el barco encuentran un interés común: el de hacer beneficios.
¿Y el tercer tipo?
El tercero es la pesca ilegal. Se practica mucho en África Negra y también en algunas zonas de Marruecos. La ley está mal diseñada. Incluso cuando se les detiene a los pescadores, la multa que pagan es muy pequeña en comparación con el mal que han causado.
Es un problema no sólo marroquí, imagino.
Los pescadores del filme representan a 60 millones de pescadores artesanales en el mundo que viven con menos de 1 euro al día. Pasa en Mauritania, en Senegal, en Chile, en Argentina... Lo podría haber rodado en cualquier parte.
El documental es una coproducción con 2M, la televisión pública marroquí.
Para poder filmar en esta región [la costa del Sáhara Occidental] necesitábamos el acuerdo de coproducción con la cadena marroquí. Fuimos con un equipo de la televisión pública marroquí. Los pescadores suecos miraron la cámara con el logotipo de la 2M y nos dijeron: vale, puedes subir a bordo, no hay problema. Porque piensan que si es para la tele marroquí será censurado. Pero se olvidan de que esta cadena, 2M, hoy día se permite criticar muchas cosas.
Me parece llamativo que los responsables de la cadena pública marroquí 2M se hayan arriesgado a financiar un filme que denuncia al gobierno.
Hay dos cadenas principales en Marruecos. La TVM está mucho más controlada por el Estado pero en la 2M hay cierta libertad: al principio fue una cadena privada que tuvo problemas financieros y se convirtió en pública pero conservó esta faceta. Está controlada, por supuesto... Aún queda mucho por hacer.
¿Su filme se emitirá en la 2M en Marruecos?
Está previsto, han gastado dinero para coproducirlo, sería una pena que no lo emitieran. La prensa marroquí también se lo pregunta. El semanario marroquí Tel Quel dedicó en octubre un reportaje a la película y pregunta a qué espera 2M para emitirla. Ahora iré al festival de Agadir para presentar el documental. Va a ser un contexto delicada, porque los sindicatos han anunciado que vendrán para manifestarse contra la nueva ley de pesca y yo estaré en medio...
¿Era fácil filmar con pescadores, gente sencilla que no saben leer ni escribir, con las mujeres?
Era muy muy fácil. Porque me he tomado mi tiempo. Primero, el de ir a verlos sin cámara, mucho antes, reunirme con ellos y hablar. Hay españoles asociados con sociedades marroquíes de altos dignatarios que disponen de permisos de pesca y no respetan los paros biológicos Me he tomado mi tiempo, ya con la cámara, para respetarlos, escuchar sus problemas. Me cogieron confianza. Si usted va ahora allí verá y oirá lo mismo que en la película. Nada distinto. La única promesa que les hice era mostrar su situación. Intentar, tal vez, sin comprometerme, que las cosas mejorasen. Ahora, Ghislane obtendrá su permiso de pesca. Esto significa que todas las mujeres en Marruecos que quieren ser pescadoras obtendrán el permiso, porque hay un precedente.
Las mujeres están muy integradas en el mercado laboral marroquí, pero nunca las hubo en las pequeñas barcas.
No. Pero las habrá. Porque quieren vivir con dignidad y es un derecho. Lo veo lógico. Cuando supe su historia me dije que era primordial que formara parte del filme.
Imagino que la idea fue enteramente de ella...
Por supuesto, sí. Ghislane nos vio, nos preguntó qué hacíamos, nos contó su historia y le dije: vale, vamos a seguirte. Fuimos a buscar al delegado del sindicato y le dijimos: mire, hay una mujer que tiene una solicitud ¿podría responderle? Nos dijo que sí y le dije: vale, usted siéntese allí, ella llegará ahora y ustedes discuten lo que tengan que discutir. Nosotros nos vamos a mover con la cámara, pero ustedes hagan como si no estuviéramos. Todas las mujeres en Marruecos que quieren ser pescadoras obtendrán el permiso, porque ahora hay un precedenteEllos se ponen a discutir y en eso pasa el responsable del Ministerio...
No me diga que fue por casualidad. ¿No era la típica dramatización...?
Qué va. Era casualidad. Pasa por ahí, el otro le llama, venga aquí, se instala, estaba sorprendido de vernos, y la respuesta que da en la película es la única cosa que dijo, no quiso decir nada más.
Pasemos a El Ejido. ¿Por qué este documental hizo tanta sangre en España?
Denuncio la agricultura intensiva de invernaderos en la provincia de Almería. El Ejido es una de las ciudades más ricas del mundo, hay 52 bancos distintos en una sola avenida de 20 kilómetros, los contabilizamos... Son muy ricos. Reciben a muchos marroquíes y africanos, los meten en los invernaderos, junto a los productos químicos, les pagan una miseria, los hacen vivir en chabolas. En el filme, un agricultor español dice que los marroquíes son unos cerdos, que no están hechos para vivir en sociedad, que sólo pueden vivir en esos lugares. Es el lado social que la gente no conoce cuando va al supermercado a comprar tomates.
¿Cómo consiguió rodarlo?
Tomándome mucho tiempo. Lo rodamos durante tres años. Durante las vacaciones de los españoles íbamos con los marroquíes y africanos a rodar. Luego fuimos a hablar con los agricultores, algunos aceptaron, otros se negaron. Yo no estaba siempre presente en las entrevistas; si no, no me habrían dicho nada. Hubo que hacerles decir lo que piensan.
¿Y cómo surgió la polémica?
El Ejido representa el 80 por ciento de las exportaciones agrícolas de España al mundo. Son 17.000 hectáreas de invernaderos. Fueron los clientes de El Ejido en Francia, una vez que el documental se emitiera en el canal ARTE, los que llamaron a sus proveedores en España y les preguntaron ¿qué pasa ahí? Los agricultores de El Ejido que me acusan de racista no han visto mi documental: denuncio también a los marroquíes Los agricultores reaccionaron de forma violenta, hicieron manifestaciones y me acusaron de ser racista, de querer fastidiarles, de trabajar para los agricultores del norte... No vieron la película. Contactaron a los periodistas y éstos empezaron a escribir exactamente lo que les decían ellos.Me llamaron y yo les dije: vean la película primero. En la película denuncio al gobierno marroquí y a los marroquíes que se aprovechan de los demás, no sólo a los españoles. El documental se llama La ley del beneficio. Es eso.
En el fondo se sabe que en El Ejido hay explotación, racismo, miseria...
Pero todos cierran los ojos. Las cadenas tienen muchos patrocinadores, empezando por los supermercados. Intentaron atacarme jurídicamente, pero no pudieron porque todo lo que decimos es verdad. No escondimos la cámara cuando filmamos a los agricultores. Me he convertido en una persona non grata en la región, con amenazas telefónicas, esa gente es muy seria, no son niños de primera comunión; son capaces de llegar muy lejos.
¿Usted siempre se dedica al cine documental?
Hace 14 años hice seis cortometrajes en Marruecos. Ahora tengo una idea para un largometraje de ficción sobre un tema muy delicado entre España y Marruecos...
...¡otra vez! Eso promete..
Sí, tiene gracia. Pero no puedo hablar del tema. Ahora voy a terminar un corto sobre la gente que quiere atravesar el Estrecho. Denuncio a los marroquíes que los hacen pasar y se aprovechan de ellos, cogen el dinero, los encierran ―trazo todo el circuito― los embarcan, los llevan a dar una vuelta por el mar y luego los desembarcan de nuevo en Marruecos, haciéndoles creer que están en España.Hay gente que se ahoga.
¿Se definiría como marroquí o como belga...
Hablo de lo que ocurre en cualquier parte del mundo... No quiero olvidarme de Bélgica, porque me ha dado mucho. Estoy muy feliz allí. Es también mi país. Soy belga-marroquí.
¿Hay en Marruecos una nueva generación de cineastas que hacen un trabajo de denuncia?
De momento no. Hay muchos realizadores pero van más hacia el lado de la ficción. La cultura del documental todavía no existe en Marruecos.
¿La prensa marroquí cumple con su deber de denunciar?
Hay límites, por supuesto. Yo estoy en contra de derribar todo de golpe y de inmediato. En África aún no tenemos esta eclosión de la democracia, esta cultura democrática. No hemos nacido con la democracia. Son países analfabetas.En Argelia, cuando se dio libertad a los partidos políticos, el que ganó fue el Frente Islámico de Salvación (FIS). Porque había mucha gente analfabeta y cuando alguien tiene facilidad de palabra, sabe seducir, se presenta entre los pobres, les trae comida y les hace más promesas que el gobierno, pues gana. Por eso pienso que las cosas deben llegar despacio. Ahora en Marruecos se empieza a criticar el gobierno, lo que no era el caso en la época de Hassan II.
Comparada con los años ochenta, Marruecos ha cambiado mucho. Pero tengo la impresión que este progreso ahora se ha detenido.
Es posible. En todo caso, si miramos la libertad de la prensa, es un país más libre que Túnez o Argelia... No es la libertad total, pero llegará. Y la que hay se está ya utilizando para denunciar a los municipios que no hacen su trabajo, cuando no cuidan las calles, no recogen la basura... En la televisión de España no existe una cultura del documental como la hay en el resto de EuropaEstamos todavía en una lucha básica. Los pescadores sólo quieren pescar para comer. Luego evolucionaremos. Si uno pide demasiado, se queda sin nada. Pidan primero el saneamiento, pidan el agua corriente, pidan la electricidad. Y avancen.
¿Qué le parece el Festival Amal
Hacer un festival de cine árabe es muy importante. Porque cuando pongo la tele en el hotel no hay más que programas de mierda, perdone la expresión. Aquí en España no existe esta cultura del documental que sí hay en la televisión de Francia o Bélgica y en toda Europa menos en España. Y eso que hay público para los documentales: ayer, cuando mi filme se proyectó, la sala no estaba vacía. La gente hace el esfuerzo de ir a ver documentales: hay una demanda. Además, me gusta Amal porque es tranquilo, no hay un espíritu de competición. Mañana parto para Montpellier, donde mi documental compite en el Festival Mediterráneo. Al igual que en el IDFA de Amsterdam, allí se compite desde el primer día hasta el último.
¿No sólo los filmes compiten sino también los cineastas?
Los cineastas compiten. Te meten el estrés. Tú llegas, estás tranquilo, te dices que vas a encontrarte con el público.... y de inmediato llegan, te dicen que tu filme es fantástico, vas a ganar seguro, te lo meten en la cabeza... Es un reconocimiento, hay que decirlo, los cineastas tenemos nuestro ego, no podemos decir: yo paso de ganar un premio. No, no: tenemos ganas de ganar. Me gusta que el público reaccione así, me muestra que lo que hago vale la pena. Y en este sentido, el festival Amal está guay.
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