Cristina Narbona (Madrid 1951), criada en Roma como hija de corresponsales españoles y doctorada en la misma ciudad en Ciencias Económicas, es más conocida por ecologista que por economista. Fue profesora en Sevilla antes de entrar en política. Desde el primer gobierno del Partido Socialista —1982— tuvo cargos en la Junta de Andalucía pero sólo se afilió a PSOE en 1993; en 1996 fue elegido diputada. Adquirió fama de ecologista al hacerse cargo del Ministerio de Medio Ambiente en 2004, pero tuvo que dejar el puesto en 2008. Desde entonces en embajadora de España ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD).
Se vende la sostenibilidad como la panacea para estos tiempos de crisis, la única solución que nos sacará a flote en estos tiempos. ¿En sólo un lema con el que recuperar la confianza o una solución real?
En absoluto. Es una realidad tangible que ya está dando buenos resultados, ese el camino a seguir, el de la sostenibilidad. Es el enfoque que ha elegido España con su ley de economía sostenible y el que están teniendo todos los grandes países, y puedo decirlo con conocimiento de causa porque en este momento mi trabajo consiste, entre otras cosas, en participar en el debate sobre cómo salir de la crisis económica. Es la apuesta en Estados Unidos, en los países europeos, en Japón, en estados que también son una referencia para nosotros. Ha quedado meridianamente claro que tenemos que aprender a hacer más con menos, a hacer mejor lo que se hace ya, hay que refinar las estrategias, necesariamente. Tenemos que reducir nuestro consumo en general, pero sobre todo de materiales, de energía, aumentando a al mismo tiempo el bienestar de los ciudadanos, sin renunciar por tanto al progreso sino todo lo contrario, avanzando hacia un progreso que suponga menos despilfarro y menos contaminación. Y ese es el camino a seguir.
¿Querrán andar ese camino los empresarios? ¿Será rentable para ellos?
«Europa y todo el arco mediterráneo tienen que rehabilitar, adaptar, recuperar partes de las ciudades»
Sí, es que no les queda otra vía. En el caso de España, por ejemplo, nos supone grandes ventajas desde el punto de vista económico, somos un país que depende mucho de la importación de petróleo, así que en la medida en que seamos capaces de ser cada vez más autosuficientes, y comprar menos petróleo, porque la era del petróleo barato se ha terminado, como asegura la Agencia Internacional de la Energía, a lo largo de este siglo todos los combustibles fósiles tienen fecha de caducidad… Los países que sean capaces de avanzar en esa autonomía, de desarrollar más eficiencia, consumir menos energía para obtener los mismos o mejore resultados, y tecnologías más limpias y energías renovables, y yo creo que España puede hacerlo, tendrán una ventana de oportunidad impresionante cara al futuro.
¿También para crear empleo, que es el principal problema para los europeos?
Sí, también, es ahí donde se van a crear empleos, no sólo en España, sino en general en el mundo; cada vez habrá más empleo vinculado a actividades más sostenibles, más eficientes y menos contaminantes. Creo que en todo el Mediterráneo tenemos experiencias empresariales que están consiguiendo éxitos importantes en el campo de las energías renovables. Por lo tanto eso nos debe hacer mirar hacia el futuro con esperanza fundada, no porque queramos que las cosas sean así sino porque pueden ser así.
Los países ribereños han abusado de la construcción, de modelos de turismo saturado, y ahora lo pagan. ¿Hay que abandonar por completo la construcción, es un modelo agotado?
No, no lo es, es necesario como cualquier otro, pero no podemos ser absolutamente dependientes de él. A la construcción se le está ofreciendo una línea muy necesaria de trabajo que es no tanta obra nueva sino rehabilitación. Europa y todo el arco mediterráneo tienen que rehabilitar, adaptar, recuperar partes enteras de nuestras ciudades, especialmente en el sur, para que sean más habitables y eficientes desde el consumo de energía e incluso para que los edificios produzcan esa energía. Aún hay que esforzarse en convencer a los europeos de que si extendemos los tejados solares, por ejemplo, estaremos en condiciones de generar energía desde los propios edificios y todo eso significa también obra, construcción, desarrollar mejores capacidades técnicas en muchos sectores asociados. Por otra parte, el sector de la construcción tiene grandes capacidades no sólo en lo que es la edificación de viviendas sino en obra pública, la construcción de infraestructuras, y ahí está todo el horizonte extraordinariamente importante del desarrollo del ferrocarril. Sin ir más lejos, el proyecto del corredor del Mediterráneo, que dinamizará todo el sur y el levante español conectando Algeciras con Estocolmo, servirá para invertir 153 millones de euros. ¿Es o no una oportunidad?
¿Ellos aceptan ese giro?
Sí, han visto que tenían que reorientar su actividad y ponerla al servicio de un desarrollo más razonable y sensato que el que hemos tenido en los últimos años, que ha creado mucho empleo pero que ha puesto de manifiesto hasta qué punto estaba basado en una visión de muy corto plazo.
Insiste Felipe González en que se están tomando medidas demasiado suaves y que, si no se da la vuelta al sistema, caeremos en una nueva crisis y antes de lo previsto. ¿Comparte esa visión?
Absolutamente. Se están dando pasos, en el ámbito del G20 se está avanzando para tener por ejemplo una regulación financiera mucho más prudente, con más calidad de supervisión de la tarea de los mercados en general y del sistema bancario en particular. Yo creo que eso es fundamental para evitar nuevas crisis, pero sobre todo hay que aprender a leer lo que nos dejan estos tiempos, hay que aprender las lecciones de esta crisis, que son lecciones que tienen que ver por un lado con el modelo productivo, excesivamente basado en el desarrollo del sector inmobiliario.
¿Cuáles son?
La gran lección de la crisis es: diversifiquemos mucho más, avancemos hacia una economía más basada en el conocimiento, en la innovación tecnológica, porque eso es lo que va a tener futuro, lo que va a generar un empleo más estable y de calidad. La lección secundaria es la de regular a nivel internacional mucho mejor la innovación en el ámbito financiero. Durante mucho tiempo hemos compartido esa idea de que era mala la regulación per sé, había que dejar que los mercados, en particular los financieros, fueran regulándose en función de las libertades; ese exceso de libertad en el desarrollo de los mercados ha llevado a una crisis gravísima a nivel internacional, cuyas consecuencias vamos a seguir pagando en los próximos años en términos de desempleo en los países de la OCDE en general, y de grandes restricciones de la acción pública para recuperar cuentas saneadas. Eso es es el producto de una actitud excesivamente relajada en términos de regulación y supervisión de los mercados financieros, eso tiene que cambiar, y González tiene razón porque todavía no se han tomado suficientes medidas para evitar que pueda volver a pasar.
«La gran lección de la crisis es: avancemos hacia una economía basada en el conocimiento»
¿Pero estamos en el camino? ¿se están dando los pasos correctos?
Estamos en el camino, sí, pero cuando decimos que estamos en el camino quiere decir que hay que hacer mucho más. Es muy importante que trabaje el G20, porque reúne a los países que hoy tienen más responsabilidad cara al futuro, es tremendamente positivo que entre todos estén aportando una regulación bancaria, con España como modelo, puedo decir, mucho más exigente a la que ha habido en otros países y eso nos está protegiendo en gran medida de los efectos devastadores de la crisis financiera, pero hay que ir mucho más allá.
Tampoco ha sido suficiente la cumbre de Copenhague…
Ha sido insuficiente, claramente, pero ahora mismo hay una implicación que no existía antes de Copenhague, con números, por parte por ejemplo de China y Estados Unidos, y hay que recordar que suman más del 40% de las emisiones a la atmósfera, y nada que tenga verdadero impacto se podrá hacer sin esos dos grandes países. Es verdad que en Estados Unidos estamos pendientes de una ley que ojalá salga adelante, Obama ha conseguido que se produzca la reforma sanitaria y yo tengo toda la confianza en su gran capacidad política para que también exista una ley de cambio climático en Estados Unidos. «Si hay que electrificar África o Asia hoy se puede hacer sin contaminar tanto como nosotros hemos hecho»Copenhague ha sido por supuesto insuficiente, pero han aparecido nuevas dinámicas que, si se consolidan en breve, están en la dirección correcta y ahí la Unión Europea tiene que seguir apostando en esa dirección en términos de apoyo a la eficiencia energética, las renovables, compromisos de ayuda a los países en desarrollo para que su desarrollo sea diferente al que ha sido el nuestro… Si hay que electrificar África o Asia hoy se puede hacer sin contaminar tanto como nosotros hemos hecho en el pasado. Lo hicimos mal pero hay que aprender y dar el salto y poder desarrollar esas energías más limpias que hoy estamos empezando a dominar también en los países pobres. Eso es fundamental.
¿Quién no ha hecho bien en trabajo en materia de cambio climático?
Hay que asumir la responsabilidad desde el liderazgo político. Al final los ciudadanos entienden lo que se les explica, y las políticas marcan prioridades. La responsabilidad está siempre en el lado de lo público, donde hay que buscar ahora respuesta, como está sucediendo. Cuando se han puesto de manifiesto los fallos de la economía, la política está dando la respuesta. Nicolas Stern dijo que el coste de no actuar ante el cambio climático es infinitamente mayor, y es un fallo de mercado, del sistema capitalista, que no ha considerado los efectos de nuestro propio modelo de utilización de la energía. En ese sentido somos los políticos quienes tenemos la obligación de decir a los ciudadanos lo que está pasando. ¿Por qué tenemos tanta inmigración subsahariana? En gran medida, por los efectos del cambio climático.