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Topper
Ilya U. Topper
[Rabat · Ago 1999]
Marruecos  reportaje 

Un país adulto


Mausoleo de Hassan II, 1999

La desaparición del Hassan II no ha podido alterar la vida del país. El rumbo aperturista iniciado en los últimos años por el monarca alauí continuará, impulsado por el tándem de Mohamed VI, joven soberano, y Abderrahmán Yussufí, veterano político de la oposición y hoy primer ministro de un gobierno de izquierdas.

Banderas a media asta. Es una señal de que un rey ha muerto. Y es la única señal visible, tras treinta y ocho años de hegemonía política.

Las primeras horas eran interminables para muchos marroquíes. Todo un pueblo retuvo la respiración, habituado a temer lo peor: revueltas populares, rebeliones, un golpe de estado tal vez. "No nos atrevíamos a salir a la calle" cuenta Saada Larbi; una farmacéutica de Tetuán que ha estudiado en Granada. "Solo al día siguiente nos dimos cuenta de que no pasaba nada. "

Han pasado apenas doce días desde que la televisión anunciara la muerte de uno de los dirigentes más longevos, más contradictorios y más admirados del planeta. El día del entierro movilizó a mareas humanas que tomaron Rabat al asalto para participar en la despedida del  monarca; hoy el país vive como si no hubiera pasado nada. Se han decretado 40 días de luto oficial pero, banderas aparte, poco se nota en la calle.

El pueblo digirió en pocos días un evento que siempre se había pintado como un apocalipsis Se han suspendido los espectáculos musicales, excepción hecha de los hoteles y complejos turísticos, pero en las calles de la medina de Tánger, los adolescentes siguen pinchando los casetes de rai argelino o de Julio Iglesias antes de decidirse a comprar. La vida sigue en el paseo marítimo entre las risas de la juventud y el regateo de los vendedores de chucherías: Marruecos ha perdido un rey, pero ha demostrado que es un país adulto.

Esta es, al menos, la lectura de los analistas políticas en la prensa marroquí. El pueblo ha digerido en cuestión de días un evento que siempre se había pintado como una especie de apocalipsis, un fin de mundo. Ahora se ha demostrado que hay una vida después de la muerte del Hassan II: el país se ha emancipado de su eterno padre político y la figura de Abderrahmán Yussufí, primer ministro de un gobierno de izquierdas designado por Hassan II en diciembre de 1998, gana tanta importancia como la del joven soberano Mohamed VI con el que podrá formar —todos lo esperan así— un excelente tándem para una futura democracia.

Continuidad en el cambio

"El cambio seguirá" es el análisis de los taxistas y camareros, médicos y estudiantes. El cambio, palabra clave repetida desde hace año y medio con entusiasmo, con esperanza, casi nunca con amargura. Marroquíes en RabatLa palabra democratización esta en boca de todos. Y todos creen que Mohamed VI será un digno alumno de su padre. "Concluirá lo que Hassan II inicio" sentencia el pueblo.

"La pregunta no es si el cambio democrático seguirá sino a que ritmo". Son palabras de Mustafá Iznasni, director del diario Almaghrib y cofundador de la independiente Organización Nacional por los Derechos Humanos. "Se debe acelerar, y en este sentido somos optimistas".

La ausencia de amargura, de critica y de rencor, es sorprendente. Todos los periódicos publican análisis positivos de los 38 años de monarquía, y apenas destacan que "el camino de democratización no siempre ha sido fácil" y que "muchas personas han pagado un alto precio en carne, en sangre, en libertad", para recordar seguidamente al joven Mohamed VI lo que queda por hacer en el tema de los derechos humanos y el afianzamiento del estado de derecho, dos términos que son, con mucho, más importantes que las otras reivindicaciones: la reducción de la pobreza  el problema del paro, las inversiones sociales.

Parece como si los marroquíes, hasta aquéllos que fueron victimas de la represión, hayan sufrido una amnesia colectiva y aplicaran el viejo lema que exige que de los muertos solo se debe hablar bien.

Modelo España

La transición española es la respuesta más recurrente a cualquier pregunta sobre el futuro. "Una monarquía constitucional, en la que el rey tenga funciones representativas y el poder resida en el gobierno democráticamente elegido, tipo Juan Carlos–Aznar" opina Saada.

Mustafa Iznasni pone los puntos sobre los ies : "La transición española es un modelo impecable, pero hay diferencias. «En Marruecos, la lucha por la democracia es muy anterior a la independencia: data del siglo XIX» En España se partió desde cero, tras una dictadura sin partidos y con sindicato único. En Marruecos, la lucha por la democracia es incluso anterior a la lucha por la independencia; se inicia ya a finales del siglo pasado, aunque las décadas de colonialismo interrumpieron el proceso. Pero desde los primeros años de la independencia tenemos una ley de libertades sindicales, hay un sistema multipartidista y hay un avance lento, eso si, muy lento, hacia la democracia. También hay que reconocer que la oposición partía de ideas algo extremistas: el marxismo revolucionario, el guevarismo… lo que provoco duras represiones que retrasaron mucho el proceso de democratización, pero nunca lo asfixiaron del todo".

Iznasni no cree que se puedan definir sectores contrarios al proceso de democratización. "Es más bien una costumbre de trabajo político que debe cambiar; hace falta mentalizar a todos para que acepten el cambio". No es seguro, sin embargo, que esta mentalización también pueda vencer la resistencia del Ministerio de Asuntos Islámicos a aceptar el Plan de Desarrollo de la Mujer, elaborado por unanimidad por los Ministerios de la Familia, de los Derechos Humanos y de Justicia y las asociaciones femeninas.

La esperanza reside en que el gobierno se ha negado rotundamente a tachar los puntos criticados por los religiosos y sigue negociando para poder aplicar de forma íntegra un plan que daría a las mujeres marroquíes prácticamente los mismos derechos legales de los que disfrutan las españolas. Touria Tajeddine, UAFEl frente —en el que las mujeres reciben el apoyo incondicional de gran parte de la prensa; las organizaciones sociales e incluso de algunos sectores religiosos— sigue abierto. "Seguiremos trabajando" apunta Touria Tajeddine, secretaria de la organización no gubernamental Unión de la Acción Femenina (UAF) en Tánger, que esta en la brecha desde hace quince años.

¿Pañuelo o bikini ?

La amenaza integrista parece lejana en Marruecos, muy lejana. Cuesta imaginarse una homogeneización al estilo Irán si uno observa a las adolescentes que pasean por las calles de Tánger y Rabat, vestidas de blusa sin manga o atrevidos tops, vaquero o pantalón corto, con faldas que no cubren la rodilla, melenas teñidas de rubio cobrizo, muchas veces mano a mano con otras chicas en vestido tradicional marroquí. Pocas esconden el pelo bajo el hiyab blanco o negro, símbolo de una creciente conciencia islamista importada de Arabia. Y no hay segregación: pañuelos estrictos, vaqueros y faldas se mezclan alegremente en el paseo marítimo y en la playa donde el bikini empieza a competir con los bañadores más rezagados o el chapuzón en camiseta.

Touria Tajeddine cree muy inverosímil el que Marruecos se convierta en una segunda Argelia. "En Argelia hubo un partido único desde la independencia. Así el sector islamista pudo concentrar a la oposición. En Marruecos la gente estaba acostumbrada a participar en los partidos de oposición de izquierda; así, el sector religioso no tiene atractivo. Además, lo que pasó en Argelia también nos sirve de ejemplo a Marruecos y no invita a imitarlo".

Mustafa Iznasni va un paso más allá: "El integrismo se representa en los medios de comunicación europeos de una forma totalmente equivocada. Yo no diferencio entre el fundamentalismo islámico con violencia y los movimientos marxistas violentos que hubo en los años sesenta. Entonces eran ideas de revolución social, Marx, Che Guevara etcétera, hoy es la religión, palabras como justicia e igualdad, pero tienen en común el que se trata de expresiones violentas fruto de la marginación social y la pobreza. Además, no se puede hablar de un fundamentalismo homogéneo, varia según el país y en Marruecos es más bien 'soft'. Aquí los fundamentalistas han aceptado el juego democrático y participan en el gobierno. Y es muy difícil que en la sociedad marroquí cale un mensaje de exclusión religiosa, ya que hay una larga tradición de tolerancia, una convivencia de las comunidades musulmanas y judías; aunque hoy queden, desafortunadamente, pocos judíos. Esto no quiero decir que no haya antisemitas o fanáticos, pero no le llega mucho a la población en general".Touria Tajeddine, UAF

Por la misma razón, Iznasni se muestra partidario de anular el arresto domiciliario al que sigue sometido Abdessalam Yasín, líder de un movimiento islamista no autorizado. "La sociedad civil marroquí es suficientemente estable como para que cualquier señor X pueda expresarse libremente, tenga las ideas que tenga. Lo que pueda decir el señor Yasín no va a hacer tambalear nuestra sociedad" confía Iznasni.

Touria Tajeddine tiene la misma visión. "Hay que prevenir. Si trabajamos para una mayor participación política de todos, si mejoramos la situación social y reforzamos la sociedad civil, el fundamentalismo simplemente no tendrá terreno ".

Cuestión de gueto

Es más fácil encontrar un hiyab en Madrid o Paris que en Rabat. "Las ideas más fundamentalistas —expresadas en la forma de vestir— ganan más adeptos en las comunidades de inmigrantes  que en nuestro país" explica Touria. "La integración en el país anfitrión no es fácil; las inmigrantes experimentan el rechazo, el racismo; sienten nostalgia de su tierra y buscan señas de identidad que les diferencien. Todo hay que decirlo, la sociedad occidental tampoco ha ayudado mucho a la integración de los magrebíes en Europa. El gueto abre la vía al fundamentalismo".

Los jóvenes marroquíes se definen más bien 'pasotas'. Una vez tocado el tema religioso, Bouchraa Saidi, estudiante de Economías, reconoce que debería no solo rezar cinco veces diarias sino también vestir el hiyab y tal vez incluso abstenerse a tocar a los hombres, como prevén las reglas más estrictas. Su indumentaria occidental —vaqueros y camiseta estrecha— y su alegre flirteo con un joven ingeniero al que ella acaba de invitar a compartir su asiento en el autobús, dan un aire algo forzado a su discurso religioso. "Creemos en el islam, pero no cumplimos con sus reglas. Por pereza" confirman los dos jóvenes al unísono mientras comparten los auriculares de un walkman con música occidental. El fundamentalismo esta lejos. Y seguirá lejos mientras los jóvenes marroquíes tengan un futuro en el que creer.