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Topper
Ilya U. Topper
[Madrid · Dic 2006]
Libia  reportaje 

Las rehenes de Gaddafi


Muammar Gaddafi La condena a muerte de cinco enfermeras búlgaras por acusacione de haber inoculado el sida a 400 niños levanta dudas sobre los objetivos políticos de Trípoli y parece formar parte de un juego política tanto interno como externo.

Un trapicheo. Esto podría ser la finalidad del juicio contra las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino que fueron sentenciados a muerte la semana pasada en  Trípoli por haber, supuestamente, infectado con el virus del sida a 400 niños libios.

Oficialmente, el gobierno de Libia no interviene en el proceso judicial, que arrancó a finales de 1998 y que desembocó en una primera sentencia de muerte en 2004, anulada por el tribunal supremo pero reiterada ahora. Pero nadie cree en la independencia de la Justicia libia: el coronel Muammar Gaddafi, supremo líder de la nación, está presente en todos los aspectos de la vida del país.

¿Son las cinco enfermeras búlgaras rehenes para presionar a Europa y conseguir cesiones políticas? Es posible: hace un año, la cadena norteamericana CNN citó a fuentes búlgaras según las que Trípoli había ofrecido canjear a las detenidas por una persona: Abdel Baset Megrahi, el agente libio condenado en 2001 por jueces escoceses como culpable del atentado aéreo de Lockerbie, que costó la vida a 270 personas en 1988.

Canje de prisioneros

El Gobierno libio nunca sugirió oficialmente la posibilidad de intercambiar a las cinco detenidas por Megrahi, preso en Escocia con una sentencia de cadena perpetua, pero Muammar Gaddafi tampoco rechazó de plano esta posibilidad en una entrevista con la CNN emitida el 23 de noviembre de 2005. “Todo en la vida es posible” respondió el ‘coronel’ antes de añadir que se trataba de un asunto legal y que no podía hablar en nombre de las familias de las víctimas.

Eso sí, ya durante una cumbre en Nigeria celebrada en 2001, cuatro meses después de la condena de Megrahi, Muamar Gaddafi había señaló que el juicio contra las enfermeras iba a tener una proyección internacional “similar a la del asunto Lockerbie”. Una frase que “cuestiona la naturaleza apolítica del juicio” de Trípoli, en palabras del entonces viceministro de Asuntos Exteriores de Bulgaria, Marin Raikov.

Aunque la propuesta de canje no fue confirmada, sí hubo sugerencias oficiales de aceptar un arreglo económico. El ministro de Asuntos Exteriores libio, Abdurrahmán Shalgam, declaró a principios de diciembre que la sentencia se podría revisar si Bulgaria pagara compensaciones a las familias de los niños afectados —53 han muerto ya— y se comprometiera a construir un hospital para víctimas del sida. 1.640 millones de euros pagó Libia por el atentado de Lockerbie mientras reclama 3.000 millones por los niños afectados por el sidaBulgaria lo rechaza porque significaría admitir la responsabilidad de las enfermeras que siempre se han declarado inocentes.

Aunque el ministro no dio cifras, el abogado de una de las familias libias afectadas, que ha iniciado un proceso civil contra Bulgaria, sí fijó la suma: unos 7,5 millones de euros por cada niño afectado, equivalente a la suma pagada por cada una de las víctimas del atentado de Lockerbie.

También Seifalislam Gaddafi, hijo del coronel y considerado su heredero político, declaró en 2004 que “nadie va a ejecutar a nadie”, una señal de que Libia buscará un acuerdo. Gaddafi hijo ha vuelto a ganar simpatías en Europa tras conseguir, en octubre pasado, la liberación de dos rehenes italianos secuestrado por un grupo rebelde en Níger.

Aplacar al pueblo

¿Es la nueva sentencia de muerte —que volverá una vez más al Tribunal Supremo para ser revisada o confirmada— un pulso que Gaddafi echa a la Unión Europea? No necesariamente. También puede ser que el dictador necesite aplacar la ira de un importante sector de la población, que pide castigar a los culpables.

La cifra de 400 niños infectados en el hospital de Benghazi, donde trabajaban las acusadas, es alta para un país con una población total de unas 5,5 millones de almas. Y al Gobierno libio no le agradaría nada tener que aceptar la conclusión alcanzada por los analistas occidentales: que las nefastas condiciones de higiene en los hospitales son la causa del contagio. Una negligencia pública imperdonable en un país cuya renta per cápita es comparable a la de Bulgaria.

La decisión de culpar a las enfermeras búlgaras del contagio, responde, además, a una convicción popular hasta hoy extendida desde Marruecos hasta Arabia: que el sida no puede existir en los países musulmanes porque sólo aqueja a las sociedades ‘moralmente corruptas’ occidentales, carcomidas por la droga y el libertinaje. Muy en línea con este mito, las profesionales extranjeras eran una cabeza de turco ideal. Gaddafi incluso sugirió en 2001 que se trataba de un plan de la CIA o el Mossad, el servicio secreto israelí, para experimentar con nuevos medicamentos, una acusación que ahora se ha retirado.

Mediador de paz en África

Noche de paz. La madrugada del Día de Navidad, Trípoli acogió la reconciliación entre Idris Déby, presidente de Chad, y Mahamat Nour Abdelkerim, dirigente de la guerrilla Frente Unido por el Cambio (FUC), la personalidad más destacada entre los líderes rebeldes que intentan derrocar el régimen de Déby. Ambos regresaron juntos en avión a la capital, Yamena. Parte de los aproximadamente 600 combatientes rebeldes se integrarán en el Ejército chadiano y el FUC participará en el Gobierno, según el acuerdo firmado en Trípoli.

El encuentro tuvo lugar a instancias de Gaddafi, que no se resiste a jugar el papel de mediador internacional capaz de llevar la paz a los países africanos. Su apoyo a Idris Déby —a quien ya sostuvo cuando el hoy presidente aún era un líder guerrillero refugiado en Sudán— refuerza un Chad inestable y acosado por varios movimientos rebeldes que han prometido continuar la guerra desde sus posiciones en la frontera sudanesa. Ya en febrero pasado, el ‘coronel’ acogió una reunión entre Idris Déby y el presidente de Sudán, Omar Bashir.

El acuerdo de rebajar la tensión entre los dos países, que se acusan mutuamente de armar los grupos rebeldes en el territorio vecino, no ha dado demasiado fruto y la tensión en la región de Darfur sigue siendo alta. Tampoco la renuncia de Mahamet Nour, quien en abril pasado lanzó un ataque sorpresa contra Yamena, significa que la paz haya llegado a Chad. Pero refuerza la importancia de Muammar Gaddafi en el juego diplomático africano.

Historial de presiones

Gaddafi tiene un largo historial de utilizar la supuesta ira de su pueblo como herramienta de presión política. Así lo cree Mohamed Yahmi, hermano del disidente libio más conocido, Fathi Yahmi,  encarcelado desde 2004 sin juicio. La polémica de las caricaturas de Mahoma y la aparición de un ministro italiano, Roberto Calderoli, con un dibujo similar en la camiseta, le dio al ‘coronel’ oportunidad de reclamar compensaciones históricas a Roma, la antigua potencia colonial que ocupó Libia de 1911 hasta 1951.

“Gaddafi montó las protestas de febrero ante el consulado italiano de Ben­ghazi para recabar un apoyo populista y para extorsionar a Europa” denuncia Mohamed Yahmi. Eso sí, la situación se le iría de las manos y la policía mató a tiros a once manifestantes, lo que desencadenó violentas revueltas populares, esta vez contra el Gobierno, en varias ciudades costeras.

El activista reclama el fin del apoyo occidental a Gaddafi y más presión a favor de los derechos humanos. Pero aunque varios miembros del Congreso norteamericano pidieron este mes a George W. Bush que exigiera a Gaddafi la liberación de Fathi Yahmi y otros disidentes, ni Washington ni Bruselas parecen dispuestos a elegir un rumbo de confrontación con el dictador libio. “Un mensaje negativo” y “un gesto peligroso” eran las expresiones más contundentes utilizadas por Franco Frattini, eurocomisario de Justicia.

Libia es un país clave para los flujos de la emigración africana: por sus costas pasan cada año unas 80.000 personas, es decir tres de cada cuatro africanos que intentan cruzar el Mediterráneo. Sus enormes reservas de gas natural y petrólo no son sólo vitales para Europa sino también atractivas para Estados Unidos. La subasta de los derechos de explotación de tres pozos petrolíferos entre empresas norteamericanas, japonesas e indias, el día de Nochebuena, muestra que las potencias occidentales prefieren tener la fiesta en paz.