Tambores de guerra en Kurdistán
Todo listo para la guerra. Desde que el gobierno de Turquía autorizara esta semana al ejército a cruzar la frontera de Iraq para perseguir a los “terroristas” del PKK, el conflicto kurdo amenaza con incendiar toda la región. Murat Karayilan, responsable militar del PKK, promete una respuesta “prolongada y sangrienta” y “una guerra como la de Vietnam”, si son atacadas sus bases.
Según Ankara, unos 3.000 guerrilleros kurdos se refugian en la región fronteriza. El vicepresidente turco, Cemil Çiçek, asegura que probablemente “no hará falta hacer uso de la autorización”, pero la prensa turca cree que las operaciones empezarán pronto en forma de breves incursiones llevadas a cabo por pequeñas unidades o ataques aéreos. Considera improbable una invasión a gran escala —con 20.000 soldados que penetrarían unos 40 kilómetros en el territorio iraquí— no sólo por el riesgo de llevar el conflicto a escala internacional, sino también porque el invierno complicaría mucho las operaciones militares.
Otros analistas añaden que las bases del PKK están en las montañas Qandil, en la frontera entre Iraq e Irán, y que los tanques turcos deberían cruzar todo el Kurdistán iraquí antes de alcanzar esta zona.
La intención del Ejército de llevar la guerra al campo enemigo no es nueva. Desde hace meses, unos 60.000 soldados aguardan en la frontera y durante la campaña electoral de julio, el AKP (Partido de Justicia y Desarrollo, en el poder desde 2002) se resistió a las demandas de una intervención urgente, lanzada por los militares y los dos partidos de la oposición, el socialdemócrata CHP y el derechista MHP, pero visto con malos ojos por la Unión Europea y Estados Unidos.
No obstante, Melih Bulu, vicepresidente del AKP en Estambul, achacó la culpa al “descontrol que se vive en Iraq”. “Si continúan los ataques y ni el ejército norteamericano ni el Gobierno iraquí los impiden, tendremos que actuar”, aseguró Bulu a La Clave.
Réplica a Washington
Tres meses más tarde, el AKP hace frente común con sus adversarios, espoleado quizás no sólo por la pasividad de Washington, sino también por la aprobación de una ley sobre el genocidio armenio de 1915, considerada un ataque al honor nacional de Turquía que “hará más difícil una alianza estratégica cultivada a lo largo de generaciones”, según el Ministerio de Exteriores.
Más lejos va Manushehr Zonoozi, director de Roj TV, una cadena de televisión kurda prohibida en Turquía que emite desde Dinamarca. “Se teme que la invasión propuesta no se dirija contra el PKK, sino contra la formación de una entidad política para los kurdos del norte de Iraq”, señala Zonoozi. Lo mismo cree Hilmi Aydogdu, portavoz del DTP —el partido que defiende los derechos de la minoría kurda en Turquía— en Diyarbakir. “El ataque contra las bases del PKK es sólo la excusa. Ankara teme la influencia de un Gobierno autónomo entre los kurdos en otros Estados; sus actividades diplomáticas pueden traer consecuencias positivas para los derechos de todos los kurdos”, explica Aydogdu a La Clave.
Bagdad multiplica las gestiones para evitar la invasión y el martes envió al vicepresidente iraquí, Tariq al Hashimí, a Ankara para “rebajar las tensiones”. También el primer ministro del Kurdistán autónomo, Nechirvan Barzani, se opuso el martes desde Erbil a una solución militar, al tiempo que criticaba las acciones del PKK y lamentaba la muerte de 13 soldados turcos en un combate la semana anterior. En los años noventa, las milicias kurdas iraquíes se alinearon con el Ejército de Ankara para combatir al PKK, pero es inverosímil que lo vuelvan a hacer.
Frágil autonomía
Tampoco es probable que se enfrenten militarmente a una invasión: toda la economía del Kurdistán iraquí autónomo depende de Turquía, incluida la exportación de petróleo y el suministro de gasolina. Un cierre del paso fronterizo de Silopi, el cordón umbilical de Erbil con el mundo, asfixiaría a la región autónoma.
Así las cosas, el debate sobre la invasión tal vez no sea más que un boxeo de sombras: por una parte es un pulso entre el estamento militar y el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan, que en los últimos meses ha ido ampliando su poder frente a los militares; por otra, marca una advertencia a Washington, que no puede prescindir de su mejor aliado en la OTAN, ni de la base aérea de Incirlik en el sur de Turquía. Y finalmente puede formar parte de la guerra psicológica contra el movimiento kurdo, representado en el Parlamento desde las elecciones de julio por 20 diputados del DTP.
Muchos políticos consideran a los diputados del DTP como el brazo político del PKK y un diplomático turco lo compara con Batasuna y lamenta que falte “un PNV kurdo”. Zonoozi responde que el partido “reclama una democratización general de Turquía y una solución pacífica para la cuestión kurda y ha exigido repetidamente un alto el fuego al PKK. Éste lo proclamó en octubre de 2006, pero el Gobierno no aprovechó la atmósfera positiva sino que intensificó las operaciones militares”. Eso, a pesar de que la cuestión de la independencia ya no se plantea: Murat Karayilan reniega de los “estados-nación” y pide un “confederalismo democrático” que respete los derechos kurdos “sin tocar las fronteras estatales”.
Hoy, el avance registrado tras la primera victoria del AKP, en 2002 —cuando se dejó de perseguir cualquier manifestación de identidad kurda y se autorizó la enseñanza del idioma kurdo en academias privadas pero no en el colegio— está estancado. “La política del AKP, como de los demás partidos, se basa en la asimilación total. Ninguna iniciativa pacífica nuestra ha recibido una respuesta positiva. No nos dejan otra opción que la lucha”, acusa Karayilan. El PKK acusa al ejército turco de cometer atentados que luego achaca a la guerrilla
La guerrilla denuncia que la guerra de Ankara está tomando un cariz sucio: desmiente que fuera autora del ataque contra un minibús ocurrido el 29 de septiembre en Beytüssebap, cerca de Sirnak, en el que murieron doce personas, siete de ellas guardias locales y el resto civiles. Un comunicado del HPG, el ala militar del PKK, asegura que era obra del Ejército turco y del Jitem —siglas de los servicios secretos, cuya existencia niega el Ejército— en un intento de “aislar la guerrilla, dañar el prestigio del PKK y enfrentar a los guardias locales con el movimiento kurdo”. El Parlamento turco está investigando el caso.
El PKK también se distancia del ataque con una bomba en Hakkari en 2006, que hirió a ocho soldados y once colegiales, y denuncia que agentes militares se disfrazan de guerrilleros kurdos para “extorsionar a la población” y actuar como ‘contras’. No es una suposición descabellada: un ataque contra una librería en el pueblo de Semdinli, perpetrado en noviembre de 2005 y oficialmente atribuido al PKK, resultó ser obra de dos militares, condenados a 39 años de cárcel en junio de 2006. El tribunal señaló que “no podrían haberlo realizado sin la protección e intervención de altos oficiales”.