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Iriarte
Daniel Iriarte
[Ammán · Febrero 2011]
JORDANIA  reportaje 

Viaje hacia la revolución árabe


seifelislam gaddafi

Pese a haber conseguido un cambio del gobierno, las protestas en Jordania continúan, impulsadas por una alianza entre islamistas y revolucionarios de la izquierda.

Es de noche y llueve, a pesar de que cruzamos lo que puede considerarse un desierto. El destartalado autobús, alquilado para la ocasión, está lleno de humo de cigarrillos. La ley antitabaco no ha llegado a Jordania, y tampoco estas personas son de las que respetan las normas: la veintena de jóvenes que viaja en este autobús hacia una protesta en Irbid, a cien kilómetros al norte de Ammán, son la sangre del movimiento de contestación que sacude Jordania. Son, como otros iguales que ellos en los países vecinos, el corazón de la revolución árabe.

Nada de ortodoxia ideológica: hay marxistas, nacionalistas revolucionarios, izquierdistas palestinos, incluso dos chicas con velo… “Sólo hay siete anarquistas en toda Jordania”, asegura un tipo con perilla que dice llamarse Hamza, “y dos están en este autobús”. Uno de ellos, Moath, tiene el extraño récord de ser la persona que más tiempo ha pasado en una prisión de las “mujabarat” (“servicios de información”, que en esta parte del mundo equivalen demasiado a menudo a “supresión de la disidencia”), desde que se implantaron las leyes especiales de seguridad en 1989.

“¡Dos semanas!”, dice Moath, cuyo aspecto ―pelo largo, cazadora de cuero y una camiseta de “V de Vendetta”― delata su filiación política. “Estaba haciendo una pintada, y todavía no había terminado de escribir la A de “Anarquía” cuando me arrestaron. No me torturaron mucho, nada de arrancarme las uñas y esas cosas. Pero me insultaban todo el tiempo, y ¡parece que les divertía pisarme la cabeza!”, cuenta.

Estuvo varios días desaparecido, hasta que tres de sus amigos ―Hamza entre ellos― se bebieron una botella de “arak” (un licor anisado fuerte, típico de la región) para armarse de valor, y se presentaron en la prisión a exigir noticias. “Estábamos bastante borrachos, montamos un buen espectáculo, y al final nos arrestaron a nosotros también”, explica Hamza. El episodio se solucionó tras una llamada telefónica de Khaled Kalal, secretario general del Movimiento de Izquierda Social, a la sede de las “mujabarat”: “No podéis hacer desaparecer a la gente, ¡esto no es Siria!”, les dijo. Y les soltaron.

Precisamente por Siria "Estaba haciendo una pintada, y todavía no había terminado de escribir la A de "Anarquía" cuando me arrestaron"andan preocupados ahora estos jóvenes; mañana hay convocado allí otro “Día de la Ira”. Pero todos saben cómo se las gasta la dictadura siria. “No creo que puedan hacer nada. De hecho, es sorprendente incluso que se hayan atrevido a organizar nada”, dice Moath.

El autobús se detiene en las afueras de Ammán para recoger a dos nuevos pasajeros, que suben con rostro sombrío. Un murmullo de pesadumbre recorre el autobús: los islamistas, hasta ayer parte de las protestas, han aceptado pactar con el gobierno. “Los Hermanos Musulmanes son unos oportunistas. No les interesa el beneficio del país, sino que negocian su propia posición”, dice Hamza.

En la parte delantera viaja uno de los líderes de las protestas, Mahdi al Saafin, cabecilla indiscutible de la campaña ‘Ya venimos’. Mahdi está serio: tiene más experiencia política, sabe cuán debilitado está el movimiento. Pero no quiere hablar de la traición de los islamistas. “Los Hermanos Musulmanes sólo representan a una pequeña parte de los jordanos. Vamos a demostrar que hay otros grupos en el movimiento de protesta”, nos dice.

Para animarse, cantan: letras del cantautor izquierdista egipcio Sheikh Imam y de la guerra civil libanesa. “Escribo tu nombre, Che Guevara, con sangre en los muros de mi celda…”. De repente, uno se arranca con una tonadilla nueva. “¿Qué es eso?”, preguntan desde atrás. “El himno nacional tunecino”, dice uno. Y todos cantan, porque la revolución de Túnez, igual que la egipcia, es ahora la suya.

Mahdi no es optimista sobre la posibilidad de que vayan a lograr una democracia ―una real, no un Parlamento dirigido por la monarquía― en Jordania: “Me conformo con que esto sirva de germen para un gran sindicato nacional. Y con que la gente se acostumbre a exigir sus derechos, que aprenda que si se unen, conseguirán cosas”, dice, con una sonrisa resignada.

En la parte trasera del autobús, la euforia es difícil de contener. “Incluso si no conseguimos nada más, ya hemos logrado grandes cosas. La libertad de expresión de estos días, el mero hecho de que estemos hablando abiertamente sobre transformar el país en una monarquía constitucional, criticando las decisiones del rey, manifestándonos, ya es toda una revoución”, insiste Hamza. Probablemente, dice, hoy no serán más de un centenar. Pero no importa.

“No sé qué va a salirseifelislam gaddafi de esto”, dice Moath, “pero lo intento con todas mis fuerzas. Sólo conozco el futuro, y quién es mi oponente”. Atrás del todo viaja una muchacha diminuta envuelta en un velo púrpura. ¿Qué hace ella con toda esta gente? “Yo creo que estas personas, que no son religiosas, se equivocan en muchas cosas, como su postura sobre el velo. Pero tenemos otras ideas en común”, dice Walaa, que así se llama la chiquilla. “Ya hemos cambiado el gobierno. Es sólo el principio”, asegura.

Están convencidos de que la revolución, como se creía antaño, lo va a resolver todo: las dictaduras, la corrupción, el sufrimiento de los palestinos, la pobreza. Aparecen luces de semáforos a través de los cristales empañados: estamos en Irbid. Las puertas se abren y los jóvenes manifestantes, empuñando las pancartas, salen a la noche, a la lluvia, a la esperanza.

Cambios del gobierno

Motivo para la esperanza hay: en Jordania, la oleada de protestas que se extiende por el mundo árabe ya se ha cobrado su primera gran víctima: el primer ministro, Samir Rifai. El rey Abdalá, haciéndose eco de lo que piden los miles de personas que desde hace días se manifiestan en las principales ciudades, destituyó a Rifai y nombró a su sustituto.

El nuevo primer ministro, Maruf Bakhit, es un antiguo general del ejército que ya ocupó el "Esperemos que Bakhit pueda interpretar la situación mejor que antes y planear un cambio político y económico"puesto entre 2005 y 2007. También ha ejercido como embajador en Israel y como jefe de la seguridad nacional. «Ha sido un paso muy positivo por parte de Su Majestad porque, en cierto modo, es una manera de responder a las demandas del pueblo, que ha señalado la necesidad de un cambio de gobierno», dice Adnan Abu Odeh, antiguo jefe de la corte real. «Es el mismo virus que ha afectado a Túnez, Egipto y está afectando a todos los países árabes. Esperemos que el señor Bakhit pueda interpretar la situación mejor que antes y planear un cambio político y económico», afirma.

La mayoría de los analistas coinciden en que aunque Bakhit, a diferencia de Rifai, es percibido como un hombre no manchado por la corrupción, el nombramiento no es un gesto de liberalización. Se interpreta como un intento del rey de colocar al frente a alguien de confianza que puede mantener la situación bajo control.

«Reforzar la democracia»

Según el anuncio oficial de la Casa Real, Bakhit tiene la tarea de «dar pasos prácticos, rápidos y tangibles para iniciar un proceso de reforma política real, en línea con la versión del rey de desarrollo, modernización y reforma exhaustiva». La declaración asegura que el monarca le ha pedido a Bakhit que «refuerce la democracia». En Jordania existe un Parlamento, pero el poder real de decisión descansa en los hombros del monarca. La oposición asegura que las elecciones son dirigidas para asegurar una composición parlamentaria favorable al rey.

«Es inútil. ¿Qué clase de gobierno es ése? Es un ex primer ministro que ya amañó unas elecciones anteriormente», se queja Laith Shubeilat, un islamista no vinculado a ningún partido. No parece que el Frente de Acción Islámica —el brazo político de los Hermanos Musulmanes jordanos— ni las formaciones de izquierda que azuzan la protesta vayan a conformarse solamente con esta medida.

Otros, en cambio, se dan por satisfechos. Como Ali Habashneh, un general retirado que ha participado en las protestas públicas, que califica de «sabia» la decisión de nombrar a Bakhit. «Es el hombre adecuado para dirigir el país en estos momentos», asegura.

En Jordania preocupa que el caos en Egipto pueda afectar a los suministros de gas. Desde 2004, la mayoría del gas que se consume en el reino hachemí viene a través del llamado Gasoducto Árabe, que va desde el puerto egipcio de El Arish, en la frontera con Gaza, hasta Siria y Líbano, pasando seifelislam gaddafipor territorio jordano.

«El reino es seguro. Las protestas son pacíficas», aseguran los touroperadores jordanos, en un intento de frenar la oleada de cancelaciones de los últimos días. De hecho, a Ammán han empezado a llegar también los ciudadanos jordanos atrapados en las protestas egipcias, así como los nacionales de otros lugares como Tailandia, que no pueden volar directamente hasta sus países de origen.

Ammán no es El Cairo. Sus calles están mucho más limpias, cuidadas y, sobre todo, tranquilas. La miseria nunca ha sido la de Egipto, y por ello tampoco la tensión de estos días. Eso ayuda a explicar la facilidad con la que, tras tres semanas de protestas y con apenas un par de gestos ―subsidios a algunos productos básicos y la destitución del primer ministro― el rey Abdalá ha conseguido dividir a la oposición.

En lo últimos días, el número de gente que protestaba ya era inferior al de las En las partidas presupuestarias estatales han desaparecido nada menos que 17.000 millones de dinaressemanas anteriores. La coalición opositora se ha dividido entre el Frente de Acción Islámica (el brazo político de la Hermandad Musulmana jordana) y el izquierdista Partido de Unidad Popular, que aboga por continuar las protestas, y aquellos que se dan por satisfechos, entre ellos el Partido Comunista jordano, el Hashed (palestino), y las diferentes versiones locales del Partido Baaz.

«Buscamos reformas, no confrontación»

"Buscamos la reforma, no la confrontación”, asegura Abla Abu Olbeh, secretaria general del partido Hashed. “Queremos darle una oportunidad al nuevo primer ministro”, afirma. Otros, como Hamzah Mansour, líder del Frente de Acción Islámica, se consideran “decepcionados” por el nombramiento de Maruf Bakhit en el cargo. “No queremos un cambio de caras, queremos cambios en la base, y gobiernos formados de acuerdo al resultado de elecciones parlamentarias”, ha declarado.

“Para mí, el cambio de gobierno es una trampa. En Túnez o Egipto, las demandas empezaron siendo pequeñas, pero se fueron convirtiendo progresivamente en algo más grande. Pero eso no ha ocurrido en Jordania”, afirma N., un activista de la campaña ‘Ya llegamos’. “El rey ha sido muy listo, ha tomado un montón de medidas. Al segundo día de protesta redujo un veinte por ciento el precio del petróleo, y aumentó en 20 dinares (unos 20 euros) el salario de los funcionarios”, explica. Este incremento es sustancial: el sueldo medio de un trabajador del gobierno está en los 300 dinares.

La plataforma ‘Ya llegamos’ se creó inmediatamente después del inicio de las protestas en Túnez. “Todo el mundo árabe tiene el mismo tipo de gobierno, una dictadura. Cuando Ben Alí cayó, sentimos que podíamos hacer algo contra estos regímenes y tener éxito. La gente comprendió que se puede hacer algo”, asegura N., en cuya casa tienen siempre encendida la televisión en algún canal árabe de noticias, para poder seguir en directo los sucesos de El Cairo.

Corrupción

Los manifiestos de ‘Ya llegamos’ acusan al gobierno de haber vendido los bosques, las aguas subterráneas del mar Muerto, el puerto de Aqaba y la compañía nacional de fosfatos, así como de corrupción. En las partidas presupuestarias estatales han desaparecido nada menos que 17.000 millones de dinares, aseguran. “¡Queremos saber dónde están!”, exige la plataforma, heredera de los movimientos sociales que han agitado Jordania en los últimos años: uniones de profesores, agrupaciones seifelislam gaddafide soldados retirados, sindicatos o colectivos de desempleados son algunos de los grupos que la conforman.

“El gobierno ha privatizado muchas empresas estatales, que han reducido sus plantillas, por lo que el paro se ha disparado. Además, mientras las compañías del estado normalmente sólo aceptaban trabajadores jordanos, las nuevas contratan también a palestinos, lo cual es un tema importante para muchos jordanos”, explica N.

Eso en un contexto en el que Jordania sufre la peor crisis económica de las últimas décadas: el déficit alcanza los 1.400 millones de euros, y la inflación ha pasado del 1,5 % al 6,1 % en un solo mes. El precio del petróleo se ha quintuplicado en los últimos cinco años.

En parte, además, se debe a la quiebra de los dos grandes mercados tradicionales para los productos jordanos, Iraq y la región de Cisjordania, cuyas economías colapsaron, A partir de ahora se seguirá protestando pero los viernes, que la gente tiene más fácil ir a las manifestacionesrespectivamente, tras la invasión estadounidense y la segunda Intifada. Muchos culpan al rey Abdalá, dada la política conciliadora del monarca tanto con Estados Unidos como con Israel.

Pero nadie en Jordania, ni el republicano más feroz, se atreve a apuntar críticas tan altas, al menos en público. “Lo máximo que la gente puede aspirar a exigir es el derecho a elegir al primer ministro”, asegura N. “Una monarquía democrática como en España o el Reino Unido. Pero no puedes decir que quieres que el rey se vaya. Al menos por ahora”.

Pero la lucha continúa. Los dos grandes ejes de las protestas, El Frente de Acción Islámica y el Movimiento de la Izquierda Social, han convocado nuevas manifestaciones: el pacto del que renegaban Hamza y sus amigos no se ha consolidado. El viernes 4 de abril volvieron a unirse más de 2.000 personas en Ammán. Los responsables de los movimientos han anunciado que a partir de ahora seguirán protestando pero sólo los viernes, correspondiente al fin de semana, el día en que la gente tiene más fácil ir a las manifestaciones. Queda por ver si el rey Abdalá ha ganado definitivamente la batalla que perdió Ben Alí.