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Topper
Ilya U. Topper
[Madrid · Jun 2005]
Iraq  reportaje 

¿Quién quiere reconstruir Iraq?


Bagdad Feria 2010Las grandes empresas estadounidenses gastan enormes sumas en la 'reconstrucción' de Iraq, pero muy poco de estas inversiones, pagadas por Washington pero sufragadas por el propio petróleo iraquí, llegan a su destino.

“La reconstrucción de Iraq está estancada, no hay tendencias positivas ni en seguridad, ni en oportunidades económicas, servicios o bienestar social. El sector más afectado es la salud, que empeora dramáticamente. Aunque se canaliza más dinero hacia el entrenamiento de las fuerzas iraquíes, esto no tiene un impacto en la vida diaria de los habitantes”.

Así de rotundas son las conclusiones del análisis “Progress or Peril” (Progreso o peligro) que el Centro para Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) publicó en octubre pasado. La situación no ha mejorado en vísperas de la Conferencia Internacional sobre Iraq que se celebra en Bruselas el 21 y 22 de junio próximos.

Será una oportunidad para los delegados iraquíes de enumerar las prioridades de su país, así como recibir recomendaciones y apoyo moral por parte de los 80 países invitados. Pero habrá lugar para una evaluación crítica de cómo se ha llevado a cabo hasta ahora la ‘reconstrucción’?

En mayo pasado, Bill Taylor, hasta entonces responsable de los trabajos de reconstrucción en Iraq, indicó a la agencia Reuters que el gobierno estadounidense paga cada semana unos 200 millones de dólares a los contratistas; según él, entre el 10 y el 15 por ciento del dinero se debe destinar a seguridad.

El CSIS, un organismo privado con sede en Washington y dirigido por ex altos cargos del gobierno estadounidense, maneja otras cifras: afirma que de los 18.600 millones de dólares asignados en octubre de 2003 a la reconstrucción (la quinta parte del coste de la ocupación), el 30 por ciento se dedica a la protección de instalaciones y personal, un 10 por ciento a administración, un 12 por ciento a seguros y salarios de empleados extranjeros (que pueden cobrar hasta 1.000 dólares al día) y un 6 por ciento a ganancias de los contratistas.... y un 15 por ciento es absorbido por la corrupción y la mala administración. En total sólo un 27 por ciento de los fondos realmente llega a su destino.

El diario The Washington Post señaló al culpable: “Demasiado dinero se ha filtrado a través de grandes empresas estadounidenses como Halliburton y Bechtel”. Reventa de gasolina, Bagdad 2004No era una novedad: ya en octubre de 2003, el congresista demócrata Henry Waxman acusó de manipulaciones a Halliburton, empresa dirigida por Dick Cheney antes que éste asumiera su actual cargo de vicepresidente de Estados Unidos. Su filial Kellogg, Brown and Root (KBR), se hizo con el contrato para garantizar el suministro de carburantes a la población iraquí; el dinero que recibe está controlado por Estados Unidos pero proviene en gran parte del Fondo para el Desarrollo de Iraq, alimentado por las ventas del petróleo iraquí.

KBR compraba el litro de carburante en Kuwait por 19 centavos de dólar y lo vendía en Iraq a un precio subvencionado de 1 centavo, pero facturaba 25 centavos por el transporte, “un asalto a mano armado” en palabras de un experto, ya que el coste real no podría superar los 6,5 centavos. Según su contrato, KBR podía cobrar hasta el 7 por ciento de sus gastos como ganancia. En otras palabras, cuánto más caro era su trabajo, más se beneficiaba.

Colas para gasolina

Pese a la denuncia, el 6 de enero de 2004, el Ejército estadounidense concedió permiso a Halliburton para seguir importando carburante de Kuwait sin licitación. Dos semanas más tarde, la empresa admitió que dos empleados suyos habían aceptado sobornos de una compañía kuwaití y devolvió 6 millones de dólares.

Una cantidad insignificante: en abril pasado, Waxman reveló que las auditorías del ejército habían detectado gastos injustificados de 212 millones de dólares, el 12 por ciento del total del dinero recibido (1.690 millones). El 17 de marzo fue detenido Jeff Mazon, un ex directivo de Halliburton acusado de aceptar sobornos de un millón de dólares y encarecer los contratos con una empresa kuwaití en un 700 por ciento.

Con todo, Halliburton no garantiza el suministro de gasolina a tarifas asequibles. Las gasolineras de Bagdad suelen registrar colas kilométricas y esperas de hasta ocho horas. Taxistas y repartidores compran la gasolina en el mercado negro a precios veinte veces por encima del oficial. Los adolescentes que venden el carburante se arriesgan a ser detenidos ya que el tráfico de gasolina está prohibido. Últimamente las colas han disminuido, pero el mercado negro sigue floreciendo.

Más preocupante aún es la situación del suministro de electricidad, absolutamente vital para la población: en verano, las temperaturas por encima de los 50 grados convierten el ventilador en el mueble más importante de la casa; en invierno, el termómetro baja de los 10 grados y la estufa ocupa este lugar. Pero los cortes de luz siguen siendo habituales, aunque muchos barrios han instalado generadores comunitarios.

El CSIS indica el motivo: las centrales térmicas trabajan muy por debajo de su capacidad. No apunta el por qué. Pero el director de la planta Nayibía de Basora esboza el panorama en una entrevista realizada en diciembre de 2003, entre vetustas calderas donde una mano de mortero y yeso intenta contener los mayores riesgos: “Nuestra central fue construida por una empresa rusa en los años 70; otras por Mitsubishi, Alstom Francia y un consorcio alemán. Todas necesitan revisiones; se suelen hacer en octubre pero este año faltan piezas de recambio. Yo no tengo autoridad para solicitar las piezas a las empresas extranjeras ya que Bechtel tiene el contrato de mantenimiento. Desde mayo le pasamos listas con los elementos necesarios. Sólo hemos recibido aparatos de aire acondicionado para hacer más agradable el trabajo... pero llegaron a inicios del invierno”.

Las cajas siguen en medio de la sala, sin desempaquetar, con letreros en inglés y banderitas estadounidenses. El precio del cargamento aparecerá en los gráficos oficiales como un dinero que sí ha llegado a su destino. Colegio en el barrio de Ur, Bagdad 2004

La compañía estadounidense Bechtel recibió en abril de 2003 un contrato de 680 millones de dólares para garantizar el funcionamiento de las infraestructuras iraquíes. En agosto del mismo año el gobierno estadounidense constató que los trabajos no se habían ejecutado y entregó a Bechtel —una empresa en cuya junta directiva figuran ex altos cargos de la administración Reagan— otros 350 millones y otros 1.800 millones en enero de 2004.

Colegios con boquetes

Según cifras oficiales, hasta octubre de 2004 se habían reconstruido o reacondicionado unos 3.000 colegios. El progreso era visible en algunas partes de Bagdad: en la zona de Al Fahhama, soldados estadounidenses vigilaban en enero de 2004 el acondicionamiento de un colegio no afectado por la guerra: el patio recibió una capa de cemento. En el colegio del barrio bagdadí Ur, en cambio, dos de las ocho aulas estaban aún en escombros y mostraban inmensos boquetes de morteros. Niñas y niños se agolpaban en el resto del edificio.

Como reconocería el análisis de CSIS casi un año más tarde, el abandono escolar iba en aumento; cada vez menos padres se atrevían a enviar a sus hijos a clase debido a la inseguridad de las calles; y las primeras afectadas eran las niñas.

Un panorama confirmado punto por punto por Manuel García Morales, un sindicalista malagueño que visitó Iraq en abril pasado. “Lo único que funciona son los teléfonos móviles. La situación sanitaria es un desastre, la asignación de fondos a los hospitales es insuficiente, la falta de potabilizadoras provoca muchas enfermedades y el sindicato agrario denuncia el mal estado de los sistemas de riego, vitales para la agricultura. El paro alcanza el 70 por ciento; no hay iniciativas para crear empleo y quien quiere exportar bienes a Jordania tiene que contar con que la espera en la frontera se prolongue semanas enteras.”

También el comerciante bagdadí Amin Yawal apunta que “gran parte de las empresas extranjeras que llegaron a Iraq en 2004 han vuelto a abandonar el país. Nadie ve un futuro aquí”.

En los últimos meses, el aumento imparable de la delincuencia hace que ni siquiera haya bancos dispuestos a abrir filiales en Bagdad, pese a que el nuevo gobierno ha ofrecido cinco licencias. Tampoco la inmensa feria industrial “Reconstruir Iraq 2005” celebrada en Jordania en abril pasado y patrocinada por el gobierno de Estados Unidos, pudo cambiar el pesimismo general.

En España no hay entusiasmo alguno; incluso algún banco que a inicios de 2004 estaba dispuesta a entrar en el país junto a las compañías estadounidenses, decidió retirarse al comprobar que la ‘reconstrucción’ no se orientaba en la línea necesaria para beneficiar realmente al país. Hoy, el panorama es menos prometedor que nunca.

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