Pretextos para otra guerra
No se lo cree ni el Congreso. Los morteros antitanque que Teherán —según afirma el Pentágono— proporciona a las milicias chiíes en Iraq están camino de correr la suerte de las armas que nunca se le encontraron a Sadam Husein: un mero pretexto para una guerra.
El general Peter Pace, jefe del Estado Mayor del ejército norteamericano, mantiene que las armas encontradas en Iraq, capaces de penetrar la coraza de un tanque, han sido manufacturadas en Irán, pero cuestiona que el Gobierno iraní —que niega cualquier nexo con la guerrilla iraquí— estuviera involucrado en su venta. Un coro de congresistas demócratas se une a las dudas. El líder del Senado, Harry Reid, califica de “muy débiles” los indicios presentados el 11 de febrero en Bagdad por militares norteamericanos anónimos en una rueda de prensa sin permiso para tomar imágenes.
La conexión persa se descubrió, según la CNN, tras la detención de varios funcionarios iraníes, a finales de diciembre, durante una redada en la sede del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq (SCIRI). Este partido, encabezado por Abdul Aziz Hakim, es el mayor miembro de la Alianza Iraquí Unida, con 128 diputados, de lejos la formación más fuerte del Parlamento. Hakim fue, en 2003, presidente del Consejo del Gobierno de Iraq creado por Washington. Visitó la Casa Blanca el 4 de diciembre pasado y en su conversación con George W. Bush, que éste calificó de “muy constructiva”, prometió “combatir el terror”.
Milicias Aliadas
El Pentágono ha evitado señalar el nombre de la milicia chií receptora de las armas iraníes “culpables de la muerte de 170 soldados”. Kahtan Adnan, un periodista iraquí residente en España, señala a La Clave que el brazo armado del SCIRI, la organización Badr, aliada con el ejército estadounidense, está dirigido por Hami Amiri, exiliado en Irán en las épocas de Sadam Husein y muy bien relacionado con Teherán. Otra milicia chií, más autónoma, es el Ejército del Mahdi, fiel al joven clérigo radical Moqtada Sadr, que nunca ha ocultado su oposición a la presencia de las tropas extranjeras y más de una vez se ha enzarzado en combate con ellas. Aunque Sadr no ocupa un escaño, su apoyo se considera clave para el primer ministro iraquí, Nuri Maliki, y sus seguidores ocupan cinco de las 37 carteras en el gabinete ministerial.
Kahtan considera probable que ambas milicias hayan recibido armas de Irán. “Ocurre desde hace tiempo, y Estados Unidos lo sabe. No les importaba mientras estas armas sólo las usaban los iraquíes para matarse entre ellos. De repente les preocupa porque se dirigen contra sus propios tanques”. Añade que en Iraq se comenta la captura de varios camiones de armas en la frontera iraní y el hallazgo de un depósito con bombas iraníes en Nayaf. Cree perfectamente posible que Muqtada Sadr haya decidido lanzar su milicia de nuevo contra Estados Unidos, tras un período de calma: “Declaró recientemente que volvería a combatir a los norteamericanos si éstos atacaban a Irán. Se ve de quién depende, pero es natural: los religiosos chiíes están a las órdenes de Teherán —donde residen los jerarcas supremos de la rama chií del islam— incluso para organizar sus fiestas”, resume Kahtan.
Un nuevo divorcio entre las milicias de Sadr y Estados Unidos haría tambalearse al Gobierno de Nuri al Maliki. Mucho más grave sería que la organización Badr decidiera retirar su apoyo a Washington. De momento, los esfuerzos parecen ir a calmar la situación: el Ejército del Mahdi ha desaparecido de los barrios de Bagdad que aterrorizaba desde hace meses y nadie sabe dónde está Sadr. “Seguramente ha recibido orden del Gobierno de retirarse” cree Kahtan.
En el lado iraní, los discursos del presidente Ahmadineyad, los entrenamientos de las Guardias Revolucionarias —la fuerza de élite del Ejército— y los ejercicios militares en las costas del Golfo Pérsico, lanzamiento de misiles incluido, contrastan con el desinterés de la población. La guerra parece lejana y la sociedad no hace suya la retórica bélica del Gobierno ni cree que Teherán constituya realmente una amenaza para Washington. “Siempre fuimos colonia, primero de los ingleses y luego de los americanos, y lo seguiremos siendo”, se lamenta Javad Hafen, profesor del Instituto Superior de Shiraz. Está convencido de que “Estados Unidos esconde astutamente su poder real sobre nuestro país”.
En tierra enemiga
Pese a que las leyes estaodunidenses prohíben, desde 1980, hacer negocios en Irán, varias grandes empresas americanas han trabajado en el país hasta fechas recientes a través de filiales registradas en el extranjero, algo legal hasta julio de 2005. La petrolera ConocoPhillips se retiró a finales de 2004. En enero de 2005, el gigante norteamericano Halliburton, dirigido hasta 2000 por el actual vicepresidente, Dick Cheney, y subcontratista del Pentágono en Iraq, anunció su retirada de Irán en cuanto terminaran sus contratos.
Pero puede ser que la cuenta atrás haya empezado. El analista John E. Pike, una de las voces norteamericanas más respetadas en asuntos de Defensa, asegura a La Clave que “antes de que acabe el año, veremos un ataque de Israel o de Estados Unidos a las instalaciones nucleares iraníes”. Pike, que dirige la publicación especializada Globalsecurity.org, considera que el tiempo de la diplomacia se ha terminado. “Dick Cheney ya lo tiene decidido. Dará igual que sean aviones israelíes o americanos los que lancen la operación. Todos han sido fabricados en el mismo sitio. Lo único que cambiará será el país donde están matriculados. No obstante, no creo que Washington invada Irán; no quiere repetir los mismos errores que ha cometido en Iraq”, concluye el experto.
En tierra enemiga
Otras voces descartan la guerra. Un reciente estudio del banco neerlandés ING Group sostiene que “los mercados financieros consideran que un ataque israelí o estadounidense es poco probable”. Los analistas de ING consideran que la retórica belicista israelí y el aumento de fuerzas americanas en el Golfo Pérsico no es más que una maniobra para presionar al régimen iraní.
La economía persa, de hecho, ya sufre por la tensión. Desde que Washington vinculó el país con el terrorismo en 2002, ha perdido la mitad de sus ingresos por el turismo. “Los extranjeros tienen miedo a venir, piensan que llevamos armas bajo las túnicas”, se queja un estudiante de Teología de la ciudad santa de Qom, el centro teológico del país, donde estudian más de 40.000 alumnos de 99 países, incluido Estados Unidos. Aquí se dictan muchas de las orientaciones que luego se traducen en actos de las milicias iraquíes, fieles a los jerarcas chiíes.
También hay quien gana con la retórica bélica, antes de que hablen los fusiles. Ahmadineyad se convierte cada vez más, a los ojos de millones de musulmanes, en el líder capaz de hacer frente a la ‘opresión de Occidente’. En el otro bando, Avigdor Liberman, ministro de Asuntos Estratégicos de Israel y portavoz de la ultraderecha, ve confirmarse su doctrina, que califica a Irán de amenaza principal para la nación.
También puede salir ganando la industria de armamento y las empresas subcontradas por el Ejército estadounidense para resolver las cuestiones de logística, como Halliburton: recibirán una parte suculenta del presupuesto de 700.000 millones de dólares —medio billón de euros— que Bush destinará a Defensa en 2008, si el Congreso se lo permite. Algo que aún está en el aire. Es posible que la mayoría demócrata ponga trabas a un presupuesto que, por primera vez, dedica casi una cuarta parte —2,9 billones de dólares— a gastos militares.
Lo que nadie sabe es cómo reaccionaría Irán a un bombardeo como el que predice Pike. Desde la base naval iraní de Bandar Abas es fácil controlar el Estrecho de Ormuz, una vía marítima de apenas 100 kilómetros de anchura, por donde debe pasar todo el petróleo extraído en el Golfo Pérsico: el 40% del crudo que se vende en el mundo. Con unas cuantas minas flotantes, unos misiles de corto alcance y unos comandos de élite dispuestos a sacrificarse, Teherán podría cerrarle el grifo al planeta.
“¿Por qué nos odian los americanos?”, pregunta Mehdi Kazemi, un joven empleado de banco que, como la mayoría de los iraníes, rechaza la guerra. Kazemi se arropa con una manta bordada con la bandera norteamericana, pagó la dote de su boda en dólares y le apasiona el poco cine de Hollywood que ha podido ver. “Seguro que allí también hay gente buena, aunque su Gobierno no quiera entendernos”, concluye. Prefiere la diversión al patriotismo, pero la oferta de ocio es escasa: a las nueve de la noche todo está cerrado y los autobuses dejan de circular. “La juventud está triste. Espera cambios que no llegan y se refugia en las drogas”, sostiene Mohamad Nejati, profesor de la Universidad de Isfahan. “Los jóvenes, que suponen más de la mitad de la población, quieren reformas”.
Cada sábado, escolares y universitarios desfilan en las manifestaciones que el Gobierno iraní convoca en las principales ciudades del país. Ataviados con petos en los que la bandera norteamericana aparece rasgada, los jóvenes repiten lemas contra el yugo opresor de Occidente. Pero no suena a odio. “¿Antiamericanismo? No. Es la necesidad de tener un enemigo lo que alimentan tanto el Gobierno iraní como el estadounidense con la sinrazón de este enfrentamiento”, sostiene Mohamad Nejati, un comerciante del bazar de Teherán.
Nadjejda Vicente [Teherán]Ministro de Exteriores de Suecia en los años setenta y director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) hasta 1997, alcanzó la fama cuando Kofi Annan lo nombró, en 1999, dirigente de la Comisión de Verificación e Inspección de Naciones Unidas en Iraq. Ahí entró en colisión con Washington, empeñado en invadir Iraq para eliminar unas armas de destrucción masiva cuya existencia Blix negaba.
¿Qué opina de la situación de Iraq? ¿Hay esperanzas?
Para Iraq veo pocas esperanzas. Tengo la impresión de que Estados Unidos quiere desembarazarse del asunto, pero sin saber cómo. Con el rumbo actual, pocas posibilidades veo.
¿Adónde deriva el conflicto de Irán?
Sería muy deseable que Irán renuncie a enriquecer uranio. Porque aumenta la tensión en la región.
¿Por qué se llega a un acuerdo con Corea del Norte y no con Irán?
Si comparamos ambos conflictos, vemos tres diferencias. Uno: a Corea del Norte se le han ofrecido garantías de seguridad, de no ser atacada, si renuncia al arma nuclear. Irán no ha recibido esta oferta. Dos: a Corea se le ofrece normalizar relaciones con el resto del mundo. A Irán tampoco se le ha ofrecido eso, y sólo Estados Unidos podría ofrecerlo, porque Europa ya tiene relaciones normales con Teherán. Washington no lo ha propuesto. Tres: hay tiempo. Según la CIA, Irán tardará entre cinco y diez años en desarrollar la bomba atómica. No hay, pues, ninguna razón para bombardear las instalaciones. Es el momento de negociar.
¿Por qué las rondas actuales no desembocan en un acuerdo?
Habría que negociar sin condiciones previas. Que Irán suspenda el enriquecimiento de uranio debería ser el final de las negociaciones, no el principio.
Ilya U. Topper