Tiene un pie en la cárcel: Khalid Gueddar, 35 años, caricaturista desde los 23, es desde hace tiempo blanco de la Justicia marroquí. Más de una vez, un diario ha tenido que cerrar por culpa de sus dibujos mordaces. Para su lápiz, nada es sagrado, y por supuesto no es sagrada la monarquía. Su tira más famosa, El rey que quería dejar de ser rey, es imposible de publicar en Marruecos, pero atrae un gran número de lectores en la revista digital francesa Bakchich.
Licenciado en artes plásticas en París, Gueddar participa en numerosos festivales y caricaturas de Marruecos y Francia. Tras el último cierre de un diario por sus dibujos ―Akhbar Al Yaoum, en septiembre de 2009― colabora hoy con varios medios extranjeros.
Casi todos los periódicos por los que pasas echan el cierre… ¡se diría que estás maldito!
Cuatro medios en los que he trabajado han sufrido censura, pero el cierre más impactante fue el de Akhbar Al Yaoum. Demain Magazine, por ejemplo, ya había sido cerrado una vez antes de ser censurado definitivamente. Allí también, la causa fueron mis dibujos del palacio real, pero al menos hicieron un simulacro de juicio. En Akhbar Al Yaoum, simplemente llegaron unos furgones de la policía y echaron brutalmente a todo el mundo a la calle antes de precintar el local. Después sufrí una serie de interrogatorios maratonianos… Fui interrogado por once personas, incluyendo a los agentes de la DST, que no tenían derecho de encontrarse allí con los agentes de la Policía Judicial. Más del ochenta por ciento de las preguntas eran sobre Bakchich, los dos procesos por un mismo dibujo, una condena muy grave…
¿Cuál es tu dibujo más virulento?
La tira que hice para Bakchich: El rey que quería dejar de ser rey. La hice de forma casi kamikaze ya que es el tipo de dibujo que puede acabar con tu libertad ―e incluso causarte enormes fatigas― en Marruecos. Pero la hice de todas formas porque sé que los marroquíes leen Bakchich y era la única manera de romper con el tabú de dibujar al rey. Intenté hacerlo de forma mucho más suave en Marruecos, como por ejemplo dibujando al príncipe, pero ya está visto el resultado. Con esto quiero decir que cuando dibujé esta tira o cuando hacía caricaturas del rey para Courrier International ―como aquella dedicada a su fortuna y donde se le ve practicando esquí acuático sobre un océano de billetes―, yo sabía que iba a pagarlo algún día. Y ese día ha llegado.
¿Qué dibujo te hubiera gustado hacer?
Un dibujo de Mohamed VI en la prensa marroquí.
¿Piensas que lo harás algún día?
¡Por supuesto!
Dada la situación actual ¿no te parece un poco optimista?
La situación está muy bien para una dictadura como la que vive Marruecos. El país se viene abajo en todos los ámbitos internacionales: libertad de expresión, derechos humanos, libertades individuales.... ¡Menudo éxito para el poder! [risas]. Sigo siendo optimista porque incluso si lo que está por venir parece la agonía de la prensa en Marruecos, mientras haya periodistas independientes que se dediquen a su trabajo en cuerpo y alma, habrá esperanza.
¿Hasta dónde crees que debe llegar la caricatura?
Para mí, la caricatura no debería tener límites ¡y menos aún Alá Al Watan Al Malik! [Dios, Patria y Rey]. La caricatura es sátira por definición, es amoral por esencia. La fuerza de la caricatura está en el humor. Un caricaturista que se pone límites ya no es un caricaturista.
¿Harías una caricatura de Dios en un país musulmán?
El caricaturista danés que dibujó a Mahoma forma parte de las personas que me han defendido. Tiene derecho a dibujar a Mahoma e incluso a Alá. ¿Cómo se puede sostener una idea tan descabellada como que una caricatura es insultante? ¿Desde cuándo caricaturar a una persona es sinónimo de insultarla? Si fuera éste el caso, ¿habría que pensar que se insulta a los políticos? Cuando se dibuja a una persona, por ejemplo a una persona de color con atributos negroides, no quiere decir que el caricaturista sea racista; quiere decir que se sirve de los tópicos y estereotipos para plasmar un mensaje que es opuesto al racismo. «¿Cómo se puede sostener algo tan descabellado como que una caricatura es insultante?»
¿Te sientes comprometido con una misión a favor de la libertad de expresión en Marruecos?
«El caricaturista danés que dibujó a Mahoma forma parte de las personas que me han defendido»
¡Evidentemente! Debería ser el caso de todo periodista independiente. Yo seguiré dibujando y estoy dispuesto a colaborar con cualquier proyecto periodístico que se preocupe por defender la libertad de expresión en Marruecos o en cualquier otro lugar.
¿Cómo fue tu carrera como caricaturista?
No descubrí la caricatura hasta la universidad. Antes, yo sabía dibujar bien, pero no tuve consciencia del alcance de la caricatura hasta 1995, cuando descubrí mi vocación. En 1998 conocí a un periodista que trabajaba en el semanal Al Asr ―un periódico islamista― y le mostré mis dibujos. Allí publiqué mi primera caricatura. Unos cuantos dibujos más tarde, la redacción del semanal me hizo una propuesta y comencé a trabajar por 1.000 dirham [100 euros] al mes, aunque pagaba 2.000 dirham de alquiler; me subieron el sueldo con la condición de hacer también el montaje del periódico, así que me formé como grafista. En el año 2000 abrió Demain Magazine, momento en que fui a ver a su director, Ali Lmrabet, y me dobló el sueldo. Yo estaba entusiasmado con la idea de trabajar para un periódico satírico.
¿Cómo se trabajaba allí?
Un día, la grafista se fue de la revista en pleno cierre después de haber sido intimidada por la policía; Ali estaba como loco, me llamó para decirme que ella no contestaba ni siquiera al teléfono y que tenía que encontrar a alguien urgentemente. Entonces empecé a encargarme a la vez del montaje y de mi trabajo como caricaturista, hasta la censura de Demain Magazine en marzo del 2003.
También trabajaste para el Journal Hebdomadaire, la revista que fue cerrada en enero pasado...
Ali Amar, quien por aquel entonces era el director de ese semanario, vino a buscarme al tribunal el mismo día en que el juez anunció la censura de Demain. Me llevó a la revista, donde trabajé de marzo a agosto. A continuación dejé Marruecos, me fui a Francia y me inscribí en la universidad Paris 8 para licenciarme en Artes Plásticas.
¿Es ahí cuándo nace la revista digital satírica Bakchich?
En 2004, Nicolas Beau contactó conmigo para que colaborase con el periódico satírico panafricano, el Gri-gri International, que pertenecía a un oponente gabonés. El día en que éste se reconcilió con [el presidente de Gabón] Omar Bongo y volvió al redil, el equipo decidió retirarse en bloque de la publicación, ya que perdía su independencia. Decidimos crear nuestro propio soporte. En 2006 se creó Bakchich. Al principio, los fundadores tuvieron muchos problemas financieros. Yo, por ejemplo, trabajé gratis durante cuatro meses.
Pero luego volviste a Marruecos...
El diario árabe Al Massae me propuso un contrato de trabajo a principios de 2009 y fue entonces cuando volví a instalarme en Marruecos, donde volví a colaborar con Le Journal. Algún tiempo más tarde, el diario sufrió una escisión; Rachid Nini, el director de Al Massae, que se encontraba arrestado, me pidió que dejara de trabajar con Bakchich y con Le Journal. Él aseguraba que mis dibujos en estas dos publicaciones le creaban problemas con las autoridades. Cuando me negué, me despidió. Continué colaborando con Le Journal, donde comencé a tener carta blanca. Cuando se creó el diario Akhbar Al Yaoum, el equipo contactó conmigo para trabajar allí. Yo acepté a condición de seguir colaborando con Bakchich y Le Journal y las cosas siguieron así hasta la censura de Akhbar Al Yaoum a causa de mi dibujo sobre el príncipe.
¿Por qué la acusacion de ultraje a a bandera, cuando dibujaste al príncipeMoulay Hicham durante su boda?
El poder es capaz de acusarme de dar un golpe de estado. El Ministerio del Interior me acusa de insultar a la bandera porque la dibujé con una estrella de seis puntas, pero sólo hay que consultar los archivos históricos... Además, la estrella de mi dibujo no está completa, por lo que se me está juzgando por un dibujo que no existe. En cuanto al proceso por la falta de respeto al príncipe, simplemente significa que el régimen no acepta que se caricaturice a ningún miembro de la familia real. Esto se puede ver en el veredicto del tribunal: un año de cárcel ―con libertad condicional― por la bandera y tres años por el príncipe. Es decir, la ofensa al príncipe es más grave que la ofensa a la bandera de 30 millones de marroquíes.
¿Cómo has vivido el cierre del Journal Hebdomadaire?
Es como si ya me hubieran sacado un ojo y acabaran de sacarme el otro. Mi conclusión personal, tras el cierre del Journal y sobre todo después de lo que habíamos vivido en Akhbar Al Yaoum, es que mis dibujos publicados en Journal seguían molestando a más de uno. El ministro de comunicación, Khalid Naciri, incluso ha amenazado con presentar una denuncia contra el Journal y contra mí por una caricatura, a sabiendas de que yo ya había sido condenado a cuatro años de cárcel, y que me encuentro en libertad condicional… Está claro que desea enviarme a prisión. Dirigió una campaña muy agresiva contra mí en los periódicos influyentes, pero nunca llegó a poner la denuncia. Esto presagiaba algo peor: el cierre programado del Journal. Ese día comprendí que se había dado carpetazo a la libertad de expresión en Marruecos.
Como consecuencia se te ha prohibido abandonar el país…
El lunes 15 de febrero fui en coche a Tánger para ir a España porque el permiso de circulación de mi coche, matriculado en Francia, expiraba el 16. Hacía mal tiempo en Tánger; no había ningún barco que partiese para España. La única solución era salir por Ceuta. El martes llegué al puesto fronterizo de Bab Sebta. El agente en la ventanilla tardó quince minutos en rellenar mi ficha, consultando el ordenador. Luego fue a ver a su superior y volvió para anunciarme que no podía abandonar el territorio marroquí. Cuando le pedí explicaciones se contentó con ordenarme que me dirigiese al despacho número cinco. Allí esperé diez minutos antes de que llegase algún agente. Le pedí explicaciones pero me contestó que no tenía derecho a informarme y que debía esperar a su superior. Éste llego otros diez minutos más tarde y me gritó mirándome fijamente a los ojos que yo debía verificar mis antecedentes. No entendí nada. Me preguntó si había tenido un juicio y respondí afirmativamente. Me contestó con el mismo tono seco que tenía que ir al tribunal en que se había pronunciado el veredicto. Tuve que dar media vuelta y comprendí que se trataba del asunto Akhbar Al Yaoum.
Hoy el diario Akhbar Al Yaoum vuelve a aparecer pero ya no veremos tus dibujos en él.
Ese era el trato con las autoridades. El diario no podía obtener la autorización para volver a los quioscos a no ser que mis dibujos dejasen de aparecer, por lo que ya no puedo dibujar en Marruecos; ningún otro periódico se aventuraría a invitarme.
¿Qué piensas hacer ahora que has sido vetado en Marruecos?
No tengo otra elección que dejar el país. Para poder trabajar tengo que irme. Sigo colaborando con Bakchich, lo que también es una forma de preparar mi regreso. Tengo el proyecto de hacer un libro con todos mis dibujos, incluyendo los que fueron censurados, y me gustaría concentrarme en eso. Lo esencial es que no estoy dispuesto a bajar el listón...
Leer más:
La caricatura, obsesión de los alauíes. Reportaje de Zineb El Rhazoui (2009)
Khalid Gueddar: El rey que quería dejar de ser rey.