Un país a punto de estallar
Etiopía no existe. La montañosa región del Cuerno de África alberga las naciones de Oromia, Ogaden y Afar... Ésta es, al menos, la visión de alguna de las guerrillas que asedian al Gobierno de Addis Abeba. El país, aparentemente en vías de reconciliación y democratización tras la caída del régimen comunista en 1991, se vuelve a resquebrajar.
La masacre de abril pasado, que acabó con la vida de 74 trabajadores y vigilantes de un pozo petrolífero operado por una empresa china en la región fronteriza con Somalia, sólo ha sido el golpe más llamativo de un rompecabezas de movimientos armados que están empezando a coordinarse. Ante una represión política cada vez más dura, el techo de África puede empezar a arder por los cuatro costados.
“Utilizaremos todos los medios de combate permitidos por la ley internacional”, explica a La Clave Beyan H. Asoba, portavoz del Frente de Liberación de Oromo (OLF), una guerrilla fundada en 1973. La lucha contra el “régimen tiránico” del primer ministro Meles Zenawi, en el poder desde 1991, es el punto que une a los diversos grupos armados. Todos acusan a Zenawi de favorecer a su propia etnia, los tigray, que habita la región norteña, y de marginar a las demás, aunque el idioma más usado en los medios de comunicación oficiales sigue siendo el tradicional amhara, similar al tigray.
Ataques esporádicos
La oposición más fuerte contra Zenawi nace en las regiones del sur, habitadas por oromos y somalíes, largamente marginados por los sucesivos Gobiernos de Etiopía. Pero no hay un claro frente, ya que los propios movimientos armados están fraccionados y poco organizados, según explica un cooperante europeo, que prefiere no identificarse para evitar ser expulsado del país, Etiopía acusa
al vecino país de Eritrea de financiar la insurgenciauna medida que el Gobierno ha tomado más de una vez contra extranjeros críticos. Mayor riesgo corren los ciudadanos etíopes: las detenciones y palizas son moneda corriente, según Human Rights Watch.
El cooperante señala que el OLF es muy poco activo, aunque en la región fronteriza con Kenia se escuchan a veces tiroteos entre los combatientes oromo y las autoridades. Igual de esporádicos y difíciles de verificar son los enfrentamientos entre militares y miembros del Frente Patriota de los Pueblos de Etiopía (EPPF), una guerrilla basada en la zona norteña de Gonder, que de vez en cuando afirma haber matado a decenas de soldados, mientras que Addis Abeba anuncia la captura de centenares de rebeldes. Similar era la situación en el sur, donde los ataques a vehículos oficiales o aislados puestos militares eran hasta el mes pasado la única actividad armada del Frente de Liberación Nacional de Ogaden (ONLF), responsable del ataque contra la petrolera china.
Fundado en 1984, el ONLF tiene su base en la región suroriental, habitada por la etnia somalí, que en su gran mayoría nunca se ha sentido etíope y anhela crear una ‘Gran Somalia’ desde Kenia hasta Yibuti. El ataque a la empresa china “se veía venir”, cree el cooperante, ya que la población local ha vivido como una invasión tanto la entrada de los tanques etíopes en la vecina Somalia, en verano pasado, como la expansión de las empresas extranjeras, sobre todo las chinas. “Incluso algunas ONG han recibido cartas para dejar claro que no son bienvenidas”, añade.
El Gobierno etíope tiene su propia explicación para la repentina fuerza del ONLF: “La escala del ataque se debe a la llegada de combatientes entrenados el año pasado en Eritrea”, reza una nota del Ministerio de Exteriores, que acusa al país vecino de “apoyar a cualquier grupo opuesto al Gobierno, con tal de desestabilizar el país”.
También el secuestro de cinco europeos y ocho etíopes en marzo pasado en la región nororiental de Afar es obra de Asmara, según el Ministerio. “Algunos de los secuestradores llevaban incluso uniforme eritreo”, asegura una fuente diplomática etíope a La Clave, al tiempo que señala que los rehenes, tras ser retenidos en una base militar del país vecino, fueron liberados en Asmara “a instancias de algunos ancianos de la zona Afar”.
La prensa eritrea, en cambio, difundió el mensaje de un portavoz del Frente Revolucionario Democrático Unido de Afar (ARDUF), que reivindicaba el secuestro para demostrar que “sigue activa”. Addis Abeba asegura que apenas quedan unas “bolsas pequeñas” con presencia del ARDUF, dado que el cofundador del movimiento, Mohamuda Gaas, abandonó la lucha en 2002 y hoy es ministro de Turismo de Etiopía.
Las tensiones entre las etnias han ido aumentando en los últimos años y provocan frecuentes peleas —que a veces dejan muertos— en algunas universidades etíopes, según relata una estudiante de Harar a La Clave. La religión, en cambio, no se utiliza como bandera, pese a que el ONLF representa a la etnia somalí, todos musulmanes, y Zenawi pertenece a la etnia tigray, bastión del cristianismo en Etiopía. Ni siquiera el apoyo de los integristas Tribunales Islámicos de Somalia al ONLF ha sacudido la tradicional convivencia religiosa en Etiopía.
Alianza de guerrillas
La disparidad ideológica de las diferentes guerrillas complica hacer predicciones: mientras que algunas piden una Etiopía unida y democrática, otras reivindican la independencia. Aun así, “se podrá encontrar un espacio común”, cree Hassan Hussein, antiguo dirigente del OLF y hoy portavoz de la Alianza por la Libertad y la Democracia (AFD), un organismo creado hace un año en Holanda que agrupa al OLF, el EPPF y el ONLF con el Frente de Liberación de Sidama, no armado, y la Coalición por la Unidad y la Democracia (CUDP), la mayor formación opositora en el Parlamento.
“Trabajaremos en el marco de la Constitución de Etiopía, que reconoce el derecho de autodeterminación, y si alguna región se separa, debe ser de manera pacífica”, explica Hussein, que aboga por una solución negociada con Addis Abeba y niega toda conexión con Asmara. No ve contradicción en la alianza entre las tres guerrillas y la CUDP, que participó en las elecciones de 2005. “Casi todos los dirigentes de la Coalición están en prisión y el partido boicotea el Parlamento, aunque algunos diputados asisten a título individual”, explica.
Con el Ejército etíope enzarzado en Somalia, un creciente descontento en la población y Eritrea, apoyada por la Liga Árabe, contenta de ver a su gran vecino en dificultades, para algunos líderes insurgentes podría haber llegado el momento de repetir la historia: el OLF formaba parte de la alianza de guerrillas que derrocó el régimen comunista etíope en 1991. Entonces, Meles Zenawi era el dirigente del Frente Popular de Liberación Tigray, un movimiento armado que reivindicaba la independencia de la franja norte de Etiopía. Cambió de parecer tras establecerse en Addis Abeba.