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Aranzadi
Ilya U. Topper / Unai Aranzadi
[Madrid / Mogadiscio · Oct 2006]
Etiopía  reportaje 

Campo de batalla entre África y Arabia


Puerto de Mogadiscio, SomaliaEl decidido avance de los Tribunales Islámicos en Somalia apacigua momentáneamente un territorio en el que se enfrentan, a través de sus peones, Etiopía y la Liga Árabe, ambos interesados en contar con un estratégico aliado en el baluarte de África Oriental.

La culpa de la guerra en Somalia la tiene el Nilo. Ésta es, en resumidas cuentas, la conclusión de Ahmed Egal, periodista de Radio Somaliland, defendida también por Dustin Dehéz, miembro del Power and Interest News Report (PINR), un centro de análisis con oficinas en Chicago y Roma.

Ambos expertos creen que los sangrientos combates en el cuerno de África, que se suceden desde hace 15 años, son parte de una apuesta geoestratégica que enfrenta a Egipto, nación fundada sobre las aguas del Nilo, con el país que aporta el 85% del caudal del río: Etiopía.

Actualmente, todo proyecto de aprovechar los recursos del mayor río de África debe contar con el visto bueno de El Cairo. Al menos, téoricamente. Así lo estipula el tratado que Egipto firmó en 1959 con Sudán, y que otorga al país de los faraones un poder de veto sobre las decisiones de los demás Estados situados río arriba. En la práctica, poco puede hacer El Cairo para impedir el avance de los enormes proyectos hidráulicos que Etiopía está llevando a término en tres afluyentes del Nilo Azul.

Sudán, el Estado que separa a los dos rivales, parece poco propenso a elegir bando. Por una parte no se enfrenta abiertamente a su poderoso vecino del norte, por otra negocia con Addis Abeba una línea de alta tensión que le permitiría comprar electricidad etíope a partir de 2010. A la incómoda situación de servir de 'amortiguador' se añade el conflicto que enfrenta desde hace 20 años al gobierno (árabe y musulmán) de Jartum con la población cristiana que habita la mitad sur del país. El frágil acuerdo de paz firmado en 2005, que otorga autonomía al Sudán Meridional, puede saltar por los aires en cualquier momento si las potencias vecinas se dedican a avivar la tensión.

Pese a las protestas de Egipto, que busca a la desesperada agua para su población, en rápido crecimiento, Etiopía empieza a aprovechar su ventaja como administrador de la reserva energética del 'techo de África', regado por abundantes lluvias. La presa de Tekeze, situada en el noreste del país, se completará a finales de 2007. Con 185 metros será la más alta de África y servirá también para llevar agua a los cultivos de café de la región. La financiación de este megaproyecto corre a cargo de una compañía china. La fase II de la presa Gilbele Gigo, en el río Omo, al sur de la capital, y la del río Beles, en el oeste, se construyen gracias a la colaboración de empresas italianas.

La Corporación Etíope de Energía Eléctrica (EEPCo) afirma que, en 2010, las tres instalaciones podrían aportar al país unos 1.155 megawatios, casi el doble de los 668 actualmente producidos por plantas hidroeléctricas. La exportación de la energía reportaría a Addis Abeba "decenas de millones de dólares anuales", según estima la prestigiosa revista International Water Power & Dam Construction en un reportaje de julio pasado.

La Liga Árabe cerca a Etiopía

"Hasta ahora, Egipto mantiene que toda decisión unilateral sobre el uso del Nilo se consideraría una ruptura de la legalidad internacional e incluso amenaza con ir a la guerra", expone Dehéz. La opción bélica, sin embargo, se plantea complicada, dadas las distancias.

De ahí la lógica de llevar a cabo una guerra de desgaste por milicias interpuestas en las llanuras del cuerno de África. "Con un conflicto fronterizo en Eritrea y la amenaza de una rebelión somalí en la región suroriental de Ogaden, Addis Abeba no intentaría provocar a Egipto", concluye el analista del PINR.

En el tablero de ajedrez internacional, El Cairo juega con ventaja: marca el ritmo en las reuniones de la Liga Árabe que incluye no sólo a Arabia Saudí y Yemen, a pocas horas de vuelo de Etiopía, sino también a la pequeña república ex francesa de Yibuti y a la propia Somalia, un país donde no se habla árabe.

Eritrea, región desgajada de Etiopía en 1993, que ahora impide la salida al mar de su gran vecino, también está en el bando enemigo: desde 2003 tiene estatus de observador en la Liga Árabe.

Frente a esta pinza, el presidente etíope, Meles Zenawi, lidera una inestable coalición de países como Kenia —durante años sede del Gobierno provisional somalí— y Uganda, pero se revela cada vez más como el único jugador africano decidido a intervenir con fuerza en el conflicto. La prueba ha sido el envío de una columna de tanques a Baidoa, sede y último bastión del Gobierno provisional somalí, presidido por Abdulahi Yusuf y a punto de ser derrocado por las milicias de los Tribunales Islámicos.

Etiopía ha negado reiteradamente la invasión del territorio y afirma que se trata de maniobras, pero varios testigos presidenciales afirman haber observado a soldados etíopes custodiando el aeródromo de Baidoa, así como numerosas carreteras y edificios.

La preocupación de Zenawi por mantener el control en el país vecino tiene motivos: unos cuatro millones de ciudadanos de etnia somalí pueblan la región suroriental de Etiopía. Muchos son simpatizantes del Frente de Liberación Nacional de Ogaden, una guerrilla que desde los años noventa combate contra Addis Abeba para crear un Estado independiente o adherido a una Gran Somalia. Actualmente hay pocos enfrentamientos armados, en parte porque el Gobierno de Yusuf ha ayudado a controlar la situación. Las milicias islamistas no tendrán la misma deferencia hacia el país vecino, gobernado tradicionalmente por la mayoría cristiana.

Crear un Estado islámico

"Etiopía es una país agresor que, además de ser tierra de infieles, está en contra de la estabilidad en Somalia. El Gobierno en Baidoa les pide ayuda para mantener sus inútiles puestos de funcionarios, pero antes o después caerá, pues la voluntad de Dios es crear un Estado islámico en el que la charia (ley islámica) ponga orden y paz".

Meles Zenawi
El líder regional
El presidente de Etiopía se ha convertido en jugador a dos bandos: es el mayor respaldo de Rayale Kahin, a la vez que ha enviado tanques a Somalia para proteger el Gobierno de Abdulahi Yusuf, frontalmente opuesto a la independencia de Somaliland. Zenawi intenta frenar por todos los medios la creciente influencia de la Liga Árabe en el cuerno de África.
Lo dice Hassan, un comandante islamista de 25 años que patrulla Mogadiscio en uno de los típicos vehículos de combate, rancheras con una ametralladora de gran calibre anclada en el techo. Su cabeza cubierta por un pañuelo árabe y la incipiente barba (antes nadie acostumbraba a dejársela crecer) dan fe de su cercanía a las ideas wahabíes, importadas de Arabia Saudí en la última década.

También las armas llegan a Somalia, teóricamente bajo embargo, desde el Mar Rojo. A principios de agosto, dos aviones de fabricación soviética aterrizaron en Mogadiscio y desembarcaron gran cantidad de armamento procedente de Asmara, la capital eritrea, que mantiene una alta tensión militar con Addis Abeba. Nadie duda de que los fusiles serán utilizados contra las tropas etíopes en Baidoa.

Dahir Rayale Kahin
El independiente
Caso excepcional en la región, Rayale Kahin llegó al poder en Somaliland —la parte norte de Somalia— tras unas elecciones más o menos democráticas en abril de 2004. Su afán es conseguir el reconocimiento internacional del Estado independiente Somaliland, que lleva 15 años aislado del resto del país y goza de cierta estabilidad política y económica. Rechaza la reunificación con Somalia.

También el bando de Abdulahi Yusuf y la constelación de milicias adscritas a su Gobierno provisional tenían su puente aéreo, a tenor de Yassim, administrativo del hospital de la Cruz Roja en el barrio de Kismaayo. "Cada dos semanas llegaba una avioneta blanca; se bajaban dos tipos rubios con tatuajes y entregaban bolsas de deporte a hombres armados enviados por los 'señores de la guerra'. Para Estados Unidos cualquier cosa es mejor que la alternativa islamista. No soportan haber fracasado aquí y que ahora sean los religiosos los que hayan traído el orden", denuncia Yassim.

No cree que Washington vaya a retirar tan pronto a sus peones. "En Somalia va a pasar algo y pronto. Un violento cara a cara que desestabilizará toda la región", opina Yassim, que incluso carga en la cuenta de los intereses norteamericanos el asesinato del reportero sueco Martín Adler el 23 de junio, al que dispararon durante una manifestación. "Fue un encargo de los señores de la guerra o la CIA. Querían mostrar al mundo que Mogadiscio sigue estando fuera de control".

Abdulahi Yusuf
El perdedor
Elegido por el Parlamento transitorio somalí en octubre de 2004, el ex guerrillero Abdulahi Yusuf ha perdido prácticamente todo su poder, pero cuenta con el apoyo militar de Etiopía, que ha enviado tanques para proteger la sede de su Gobierno en Baidoa. Su feudo es la región autónoma de Puntland, en el noreste del país, que dirigía entre 1998 y 2004.

Intervención africana

Aunque el jeque islamista Charif Chaij Ahmed ha prometido castigar a los responsables del crimen, que calificó de "bárbaro", la responsabilidad aún no han sido aclarada. Tampoco la del asesinato de la monja italiana Leonella el 18 de septiembre, si bien las milicias islamistas han arrestado a dos sospechosos.

Muchos creen que ambos crímenes pueden servir para justificar una nueva intervención internacional, reclamada desde hace años por Abdulahi Yusuf, y aprobada oficialmente en septiembre por la Unión Africana —que incluye todos los Estados del continente— pero rechazada tanto por Egipto y Yibuti como por muchos somalíes, que no se fían de tener en su territorio a los ejércitos de Kenia, Uganda y Etiopia, los únicos dispuestos a participar.

Charif Chaij Ahmed
El islamista
En pocos meses, las milicias dirigidas por el jeque Charif Ahmed han conquistado toda la mitad sur de Somalia y han atraído a su lado a numerosos políticos del ineficaz Gobierno Transitorio. Oficialmente denostado por Occidente y acusado de proteger a Al Qaeda, Ahmed se perfila como el nuevo hombre fuerte de la región con quien hay que contar.

Michael Weinstein, analista del PINR, no cree que la fuerza de pacificación, que en teoría debería desplegarse en octubre, llegue a pisar territorio somalí. Le sería difícil entrar, como está previsto, desde el sur: a finales de septiembre, las milicias islamistas tomaron Kismayo, la tercera ciudad somalí, y se hicieron con el control de la frontera keniata. Según las últimas noticias, también están a punto de dominar los pasos hacia Etiopía.

A diferencia de lo que teme Yassim, Weinstein cree que Estados Unidos ha descartado jugar una carta militar en Somalia y se inclina por negociar con los Tribunales Islámicos. Un largo reportaje publicado en el diario The New York Times el 24 de septiembre pasado que muestra la cara amable de la 'pax islámica' parece estar preparando el terreno.

La Secretaría de Estado para Asuntos Africanos de Washington confirma que, en septiembre, el embajador estadounidense en Sudán se entrevistó con el jeque Charif Chaij Ahmed en Jartum y que "se ha abierto un canal diplomático". Una señal de que la Casa Blanca "ha decidido colocarse en el lado de la Liga Árabe, que medió en las negociaciones de Jartum", en palabras de Weinstein.

Es difícil de imaginar, de todas formas, que Arabia Saudí, el país que inspira y apoya el islamismo político defendido por Ahmed en Somalia, actúe contra los intereses de su estratégico aliado norteamericano.

De confirmarse esta evolución, significaría un serio golpe para Meles Zenawi, hasta hace poco cortejado en Occidente como exitoso líder africano, pese a su creciente represión de toda oposición política. Al presidente etíope ya sólo le quedaría una carta por jugar en la región: la república de Somaliland, no reconocida por ningún Estado del mundo, pero de facto independiente desde que Somalia se hundió en el caos en 1991. Hergueiza, la capital del territorio, se encuentra a pocas horas en coche de Yiyiga, cabeza de la extensa región autónoma etíope Somali.

¿Al Qaeda en Somalia?

El campamento de Hiilweyne, supuesto campo de entrenamiento de Al Qaeda, se sitúa a unos 20 kilómetros al norte de Mogadiscio y está vigilado por adolescentes armados al servicio de los Tribunales Islámicos. Sólo hay un edificio de ladrillo y apenas se distinguen vehículos y barracones. El jeque Mailín Hashi, líder militar y espiritual en el norte de Mogadiscio, un hombre menudo, tocado con una 'kefía' árabe y con una tupida barba wahabí, recibe al visitante y aclara que "aquí no encontrarás a extranjeros de Al Qaeda". En agosto pasado, numerosos políticos estadounidenses y diversos grupos mediáticos acusaron al fundador de este campamento, el islamista somalí Hassan Dahir Aweys, considerado por EE UU como "vinculado a Al Qaeda", de crear un campo de entrenamiento para terroristas, con instructores de Afganistán, Pakistán y Eritrea.

En el campo, un centenar de muchachos, muchos de ellos de apenas nueve o diez años, realizan una caótia instrucción militar. Según el instructor, el único requisito para alistarse es "creer en Dios". Los recursos del campamento son muy limitados y no parece que se haya podido ocultar gran cosa. Entre los instructores no se observan diferencias físicas; todos aparentan ser somalíes.

"Aquí no hay nada especial. Hay quien lo llama academia militar y hay quien lo llama campo para yihadistas. Tan sólo enseñamos a rezar el Corán y a formar soldados de Dios que hagan cumplir la sharia (ley islámica) a lo largo y ancho del país", afirma un religioso que supervisa la escena. "Enseñamos lo que está bien y lo que está mal. Queremos mejorar este pobre país. El islam es nuestra religión y la gente lo acepta, aunque Estados Unidos insiste en llamarnos terroristas", añade. "En Somalia no hay extranjeros. Bastante problemas tenemos entre nosotros como para traer a gente de fuera", asegura el jeque Mailín Hashí.

Más importante aun es la cercanía —apenas 300 kilómetros— de Berbera, un importante puerto en la costa del Índico que podría convertirse en la salida al mar de Etiopía. De momento, Yibuti funciona como puerto —mal comunicado— de Addis Abeba, pero el Gobierno de este miembro de la Liga Árabe no es precisamente un aliado.

Ahora, la mayor parte del tráfico entre Hergueiza y Yiyiga se inscribe en el contrabando, sobre todo de aparatos electrónicos y bienes de consumo importados a través de los Emiratos Árabes o producidos en Somaliland, pero el futuro puede ser distinto: una de las pocas autovías etíopes bajo construcción es la que enlaza Yiyiga con Addis Abeba, subcontratada a una empresa china.

Meles Zenawi puede contar con el respaldo de Gran Bretaña, otro aliado no oficial de Dahir Rayale Kahin. En agosto, el presidente de Somaliland se trasladó a Londres en visita oficial y se entrevistó con David Triesman, responsable para África del Ministerio de Exteriores británicos, quien afirmó después que Reino Unido "trabajaría con las autoridades de Somaliland para consolidar sus éxitos y asistirles en el desarrollo del país".

Somaliland fue colonia británica hasta 1960 y se unificó con el resto del territorio, dominado por Italia, seis días después de alcanzar la independencia a la que ahora aspira volver. La pequeña nación ha conseguido cierta prosperidad gracias a la exportación de ganado y las remesas que envían con regularidad los trabajadores somalíes emigrados.

Reunificación, no

Osman Ahmed Hassan, jefe de la misión somalilandí en Londres —una embajada no oficial—, opina que Gran Bretaña "es favorable a reconocer nuestra independencia, pero no puede dar este paso sin el apoyo de toda la Unión Europea. También la Unión Africana depende de la opinión de los Estados individuales. Etiopía está a favor, pero no desea ser acusada de romper la unidad de Somalia".

En todo caso, declara a La Clave, está fuera de cuestión una reunificación con Somalia y "no hay ningún tipo de negociación con los Tribunales Islámicos". Clanes de SomaliaSe niega a calificar la postura religiosa de los nuevos amos de Mogadiscio, pero señala que también Somaliland "es un país islámico, con una legislación basada en la charia". La prensa de Hergueiza, en cambio, no se cansa de denunciar la "intolerancia" de los Tribunales y la expansión del wahabismo.

Arabia Saudí no favorece la relativa prosperidad del territorio independentista: mantiene el embargo sobre la importación de ganado. La razón oficial es un brote de peste, aunque la OMS ha certificado que no hay indicios de ella. "Exportamos a otros países del Golfo y a Yemen", informa Osman Ahmed, que se niega, diplomático, a aventurar los motivos reales de la medida. Con Yemen, sin embargo, crecen las tensiones sobre los derechos de pesca en la costa somalí.

Más preocupante es el conflicto con la vecina región de Puntland, que ha causado varios enfrentamientos armados. Feudo del ya prácticamente derrocado presidente de Somalia, Abdulahi Yusuf, esta zona no ha caído aún bajo la influencia de los Tribunales Islámicos, pero tampoco tiene muchas posibilidades de seguir el ejemplo de Hergeiza e independizarse, porque apenas tiene recursos.

"Nos gustaría arreglar nuestras diferencias pacíficamente", afirma Osman Ahmed, al tiempo que resalta la importancia de Yusuf para la estabilidad de Etiopía: la gran mayoría de los etíopes de etnia somalí forman parte del mismo clan, los darod, que los habitantes de Puntland, de los que procede Yusuf.

Si el hombre de Zenawi pierde la guerra, Etiopía estará cercada por varios flancos por los aliados de Egipto reunidos en la Liga Árabe y podría prepararse para un largo período de inestabilidad que daría al traste con sus aspiraciones de ser la potencia líder de África Oriental. El vecino más incómodo sería Somalia, que, si Washington mueve ficha, reemplazará pronto 15 años de guerra por una teocracia similar a la de Arabia Saudí.

En clave plural

«Me contratan los islamistas»

"Llevo luchando 20 años. Es lo único que sé hacer" afirma un instructor militar somalí que dirige los ejercicios de un centenar de muchachos, algunos apenas adolescentes, en el campo de Hiilweyne, considerado por algunos medios de Estados Unidos como lugar de entrenamiento de Al Qaeda.

"Me enteré de que las milicias islámicas andaban buscando gente experimentada para enseñar a estos muchachos cómo hacer la guerra y aquí estamos. Ya no hay 'señores de la guerra' que nos contraten a los profesionales, así que entrar en los Tribunales Islámicos es la única forma de continuar en el negocio si quieres seguir viviendo en Mogadiscio", dice sonriendo, medio en broma medio en serio.
«Ya no vendemos armas en abierto»

"El negocio de las armas está un poco parado. Antes era la ley del más fuerte; al no existir Estado, cuantas más armas tenías, más exitoso eras. Ahora se nota que cualquiera ya no puede ir por la calle con su AK. Pero todos sabemos que la gente los sigue guardando en casa y comprándolos", afirma Abdul, un traficante de armas. "Nosotros ya apenas vendemos en el mercado abierto; ahora lo hacemos en lugares más discretos, que no dan mala imagen a los islamistas".

No cree que sean fanáticos todos los que los parecen. "Lo que pasa es que muchos se han dejado barba y se han vuelto religiosos para hacer negocios, para crecer y encontrar nuevas oportunidades. A ver cuánto dura este reparto de la tarta".
«Sólo queremos el progreso»

"Todo lo que queremos es el progreso. Las acusaciones de terrorismo son totalmente infundadas. Antes, aquí sólo había un aeropuerto controlado por un mafioso y ahora tenemos esta maravilla abierta a ricos y pobres, porque en el islam,todos somos iguales", afirma Omar Aftoge, director del aeropuerto de Mogadiscio, reabierto en agosto por los islamistas y que pronto acogerá nuevas conexiones con Oriente Medio e incluso Europa, según Aftoge.

Los viajeros somalíes (no hay extranjeros) comparten su optimismo. "Esto va a mejor. Si los etíopes o la Unión Africana no nos invaden, aquí las cosas pueden mejorar muchísimo. Hay orden, hay seguridad y hay voluntad de paz", sentencia Ahmed, aferrado a su maleta.