Lo primero que llama la atención de Misrata Calling es su singularidad: un libro-crónica periodística, escrito en primera persona, por un compatriota, publicado en nuestro país. Nada nuevo, en realidad, pero a la vez nada que se haya prodigado mucho últimamente. Y es que Libros del K.O., la editorial, reinventa el género del periodismo literario patrio, y Misrata Calling es uno de sus títulos estrella. Primer punto a favor.
A uno le da la impresión de que lo que Alberto Arce tiene en mente mientras escribe es el Homenaje a Cataluña de George Orwell, periodista-militante con el que Arce se identifica de pleno (hasta el punto de que la foto del escritor británico es el avatar que nuestro paisano utiliza en las redes sociales). Da la impresión que Alberto Arce mientras escribe tiene en mente el Homenaje a Cataluña de George Orwell En ambos libros, el reportero cuenta cómo llega a un lugar en guerra, en plena efervescencia revolucionaria, y describe sus observaciones sobre los combatientes, sus penalidades y fatigas, sus cuitas, y también, cuando la situación lo requiere, sus mezquindades.
Arce, sin embargo, no es Orwell y lo sabe. Tampoco Libia es la España de la guerra civil, y la historia del siglo XX difícilmente le permite a nuestro coetáneo mantener la misma visión idealista sobre los combatientes que antaño. Por eso, Arce escribe con el escepticismo que le ha caracterizado siempre, sin grandes metáforas ni alardes líricos. El estilo de Misrata Calling —tal vez lo que menos me gusta del libro— es seco y directo hasta el punto de resultar hiriente, más como una novela negra de Elmore Leonard que como los exquisitos libros británicos de entreguerras.
A pesar de ello, se agradece su sinceridad. Arce describe de forma descarnada a los combatientes libios con los que convive, lo que le ha valido el linchamiento público a manos de los antiimperialistas de salón, poseedores de la verdad absoluta, quienes no han podido digerir que el retrato que se hace en el libro de los opositores a Gadafi no haya sido el de unos mercenarios sin escrúpulos a sueldo de la OTAN, sino el de unos seres de carne y hueso —obreros, comerciantes, estudiantes— que empuñan las armas porque están hartos de la dictadura.
Arce describe a combatientes libios que empuñan las armas porque están hartos de la dictadura Les duele especialmente a estos críticos el que dicho relato provenga no de los medios generalistas, cuyo sesgo manipulativo dan por descontado, sino de “uno de los nuestros”, un Alberto Arce que empezó a dar tumbos en Oriente Medio mucho antes como activista que como periodista, y que pulió sus impecables credenciales como defensor de los oprimidos en Palestina, especialmente durante la Operación Plomo Fundido en Gaza (memorables sus crónicas para El Mundo, exclusivas mundiales en un momento en el que era prácticamente el único periodista occidental sobre el terreno). Iraq y Afganistán han sido también escenario de las correrías de Alberto, que plasmó en varios documentales, y ahora dizque anda por Honduras.
Pero además, el libro relata en detalle las motivaciones y miserias del periodista freelance contemporáneo. Y ahí, se trata de un texto necesario: Arce lamenta (aunque es más una queja resignada que una denuncia) el escaso mimo con el que los medios de comunicación tratan a sus colaboradores, a los que exprimen hasta el hueso cuando tienen algo que ofrecer, y de los que se olvidan minutos después de que hayan dejado de serles útiles. Y si a uno le matan durante dicha colaboración, todo serán homenajes y lágrimas de cocodrilo sobre el mejor de los reporteros, pero, a la hora de la verdad, nadie querrá cargar con el muerto. Nunca mejor dicho.
En ese sentido, Misrata Calling es un libro raro: normalmente uno no muerde la mano que le alimenta (aunque sea una pitanza breve y esporádica), y los corresponsales de guerra, especialmente los anglosajones, prefieren contar sus heroicidades antes que sus bajezas. Misrata se convierte en la ciudad de esta guerra; se une al imaginario bélico colectivo, como Sarajevo o Beirut Cierto que siempre ha habido ‘outsiders’ en la tribu (lo era el propio Manu Leguineche, eterno freelance que siempre iba pelado de dinero, hasta que se hizo rico por sus propios medios), pero es que lo que cuenta Arce ya no es la excepción, sino la norma, como sabe bien cualquier periodista que se haya pasado por una guerra últimamente.
La guerra de Libia se libró en muchos lugares, pero en la mente del espectador/lector/consumidor de noticias aparecen dos espacios: las trincheras del desierto, y las ciudades. Pero estos frentes urbanos se fusionan en uno, que no es Bengasi o Trípoli, ni siquiera Brega. Misrata se convierte en la ciudad de esta guerra, y se une así al imaginario bélico colectivo, como Sarajevo o Beirut. Su importancia estratégica en el curso de la contienda está todavía por determinar por los historiadores militares, pero la simbólica está fuera de toda duda.
Sin embargo, no son muchos los periodistas que pusieron el pie en esta localidad asediada (a la que sólo se podía acceder por mar, con gran riesgo personal), y todavía menos los que pasaron un tiempo en ella. Por ello, el libro de Alberto —que describe magistralmente las calles malditas por la guerra y los francotiradores, las fachadas mordidas de metralla, el miedo controlado a los morteros, el comportamiento suicida de los combatientes— cobra aún más interés.
Misrata Calling no es, en mi opinión, el libro definitivo sobre la guerra de Libia, pero es un digno paisaje de lo que se cocía en el frente occidental. En estos tiempos de desinformación e ideas preconcebidas, no está de más echarle un ojo a los escritos de un observador que, posicionamientos ideológicos aparte, no tiene más condicionantes que el que él mismo admite: el magro presupuesto del freelance.
Autor:
Alberto Arce
Título:
Misrata Calling
Género:
Ensayo
Editorial:
Libros del K.O.
Páginas:
184
Precio:
14,90
€
Año:
2012