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Martínez
Nadjejda Vicente / Francisco Martínez
[San Petersburgo · Oct 2006]
Rusia  reportaje 

La prensa amordazada


Lugar del asesinato de Anna Politkovskaya Los asesinatos de periodistas en Rusia se han convertido en moneda corrientes, pero la censura impuestas por el poder apenas conmueve la sociedad, que agradece la estabilidad económica, pese a la falta de libertad.

Cerrar los ojos para mantenerse vivo. Ésta parece ser la filosofía de muchos periodistas rusos desde antes del asesinato de la reportera Anna Politkóvskaya, el 7 de octubre pasado, en la puerta de su casa en Moscú.

El lunes pasado, el asesinato de Anatoli Voronin, gerente de la agencia estatal de noticias Itar-Tass, volvió a conmover el gremio, aunque en este caso, la Fiscalía rusa cree que el crimen no está relacionado con la profesión de la víctima.

Ser periodista en Rusia, además de un oficio mal pagado, se ha convertido en algo muy peligroso: según el Comité de Protección de Periodistas con sede en Nueva York,  43 reporteros rusos han sido asesinados entre 1992 y 2006, la mayoría en Chechenia, lo que coloca el país en el tercero más peligroso del mundo, tras Iraq y Argelia. Anna es la décimocuarta periodista asesinada desde que Vladímir Putin llegó al Kremlin.

Muchos moscovitas protestaron contra el crimen y convirtieron la calle del homicidio en un altar improvisado. Vitali Yaroshevski, subdirector del  diario Nóvaya Gazeta, en el que colaboraba la reportera, opina que las denuncias de Politkóvskaya "consiguieron que muchas personas fueran puestas a disposición de la Justicia". Rusia es el tercer país del mundo más peligroso para la prensa, tras Iraq y ArgeliaPero gran parte de la sociedad contempla con cierta impasibilidad la desaparición de una reportera considerada persona 'non grata' en la televisión y que sólo podía publicar en medios secundarios.

Dasha Yuryeva, periodista del diario estatal Rossískaya Gazeta, asegura a La Clave que "Anna Politkóvskaya quería lo mejor para su pueblo, pero se había obsesionado y ya estaba perdiendo el juicio". Prefiere la censura actual a las épocas pasadas: "A mí tampoco me gusta cómo están las cosas, pero la situación que teníamos durante la presidencia de Yeltsin era horrible. Éramos unos muertos de hambre con posibilidad de gritar en la tele que el presidente es un cabrón. Ahora es lo contrario. Es una pena que las dos cosas no puedan coincidir".

El resurgimiento de la prensa rusa tuvo lugar durante la 'perestroika', pero se evaporó con las reformas económicas de los años noventa. La liberalización de los precios hizo que los periódicos pasaran a ser demasiado caros para la mayoría de la población. Muchos diarios se vieron obligados a cerrar, aunque Yeltsin siempre respetó cierta libertad de prensa, pese a los problemas que le causó la difusión en televisión de los horrores de la guerra en Chechenia.

"Yeltsin no hacia el menor caso a la prensa.Anna PolitkovskayaLe daba igual lo que escribieran sobre él y su Gobierno. Putin, en cambio, es vanidoso. Hace todo lo posible para glorificar su imagen y, de paso, la de Rusia. Putin nunca saldría borracho a dirigir una orquesta como hizo su antecesor", concluye Dasha Yuryeva.

Desde la llegada al poder del nuevo 'zar' Putin en 1999, se han aprobado unas 40 enmiendas para restringir la libertad de expresión. La prensa sufre una campaña de acorralamiento que no siempre emplea pistolas con silenciador, sino también togas y rublos. Ya en 2001, la Fiscalía empezó el acoso contra el imperio mediático de oposición Media-Most, propiedad del oligarca Vladímir Gusinsky, que incluía el diario Sevodnia, el semanario Itogui y el canal NTV, conocido por sus documentales sobre la guerra de Chechenia y el programa de guiñoles políticos que hacía muy poca gracia a Putin.

Gusinsky, durante meses bajo arresto domiciliario en España por petición de la Fiscalía rusa, prefirió no regresar a su país y vive exiliado. Los tribunales entregaron parte de su imperio a la compañía semi­estatal Gazprom, dedicada al mercado energético.

El mismo año, Boris Berezovsky, otro oligarca ruso de la era Yeltsin que controlaba un holding de varios medios, fue acusado de fraude y huyó a Londres, donde goza de asilo político. En 2002, los tribunales cerraron por 'bancarrota' TV6, el último gran canal de televisión independiente, controlado por Berezovsky. Sólo algunos diarios seguían acogiendo a las voces disidentes, pero el año pasado, uno de los periódicos más influyentes del grupo, Nezavisimaya Gazeta, fue adquirido por Konstantín Remchukov, asesor del Ministerio de Desarrollo Económico y Comercio. Al mismo tiempo, Gazprom compró Izvestia, el periódico más importante del país, con una tirada de 250.000 ejemplares.

En manos de la industria

Gazprom se estableció así como el 'brazo mediático' del Kremlin: actualmente posee los canales de televisión NTV y TNT, el diario Tribuna, la emisora Eco de Moscú y la revista Itogui. En agosto pasado, incluso el prestigioso diario independiente Kommersant cambió de manos: el magnate del acero Alisher Usmanov lo compró por 200 millones de dólares.

El control del Estado se centra sobre todo en la televisión, vista por el 90% de los 144 millones de rusos. La prensa escrita tiene menos importancia para el poder, ya que tanto periódicos como revistas tienen una circulación de apenas 100.000 ejemplares y se leen sobre todo en las grandes ciudades. Hoy, el espacio mediático independiente se limita a una docena de publicaciones menores, un pequeño canal de televisión, una radio popular y un puñado de páginas web que mantienen un alto nivel de crítica, acusadas de 'desleales' por el Gobierno.

La empresa semiestatal de energía Gazprom controla la mayor parte de la prensa rusa

Elsa Vidal, presidenta de la oficina europea de la ONG Periodistas sin Fronteras, reconoce que, "lamentablemente es imposible, según nuestra experiencia, confiar en las autoridades rusas para llevar a cabo investigaciones imparciales. La única opción es que la comunidad internacional exija una búsqueda efectiva de la verdad de los asesinatos y violaciones de los derechos de los periodistas. Es fundamental el apoyo de la Unión Europea". Añade que "el asesinato de Anna Politkóvskaya es el símbolo de la degradación de la prensa en Rusia. Manda un mensaje de brutalidad sin precedentes a todos los periodistas rusos y extranjeros en el país, enviado con intención de impresionarlos".

Jean François Guelain, redactor jefe del periódico francófono Le Courrier de la Russie, cree que "la muerte de Anna no parece que vaya a afectar mucho a la sociedad rusa. Ella era más conocida en el extranjero que en su país. Su asesinato puede mover un poco el ambiente, pero sólo los intelectuales parecen ser conscientes de lo que ha pasado".

Señala que la prensa baraja tres posibles motivos para el asesinato de Politkóvskaya: una venganza del presidente checheno prorruso Ramzan Kadírov, cuyos desmanes había denunciado la reportera, una treta de los enemigos de éste para implicarlo en el crimen o un ataque de nacionalistas radicales que ya habían declarado en sus páginas web a la periodista 'enemiga del pueblo ruso'.

"Puede haber sido Kadírov, pero nada va a cambiar porque se sepa. No lo pueden cesar porque es muy influyente. La sociedad no culpará a Putin, así que todo se queda como estaba, pero con más autocensura", cree Yuryeva.

En Rusia, las fronteras entre los aparatos políticos, las mafias y los grupos empresariales se difuminan fácilmente y las voces independientes son incómodas para cualquiera de los tres conglomerados de poder.