La cantante israelí Noa habla de sus influencias musicales, su pasión por el flamenco y la encrucijada de la sociedad de Israel.
Como “una mezcla de raíces y alas”, así define Noa su último espectáculo. Ocho años después de su encuentro con Serrat en Es caprichoso el azar, la cantante israelí ha elegido al virtuoso pianista sevillano David Dorantes para crear un espectáculo a medias, una fusión de las raíces flamencas con el folclore hebreo y yemení, que este verano presentarán por toda la geografía española.
Ajinoam Nini (Tel Aviv, 1969), más conocida por su nombre artístico Noa, es una de las artistas israelíes más universales. Nacida en una familia judía yemení en Israel y criada desde muy pequeña en Nueva York, volvió a Israel a los 17 años. En los momentos más conflictivos de la guerra de Gaza se topó con protestas por su tibia postura respecto al sufrimiento palestino, pero lleva un año actuando junto a la cantante árabe israelí Mira Awad, con la que se presentó a Eurovisión 2009.
¿Cuando conoció a Dorantes?
En persona, hace unos meses, cuando vino a Israel a dar un concierto y me quedé muy impresionada por lo que vi y por lo que escuché. Ya habíamos tenido alguna comunicación y mi agente me propuso colaborar con él.
¿Y cuándo y cómo descubrió el flamenco?
Soy fan del flamenco desde hace muchísimos años. Tengo una amiga de toda la vida que fue la primera que me prestó discos de Paco de Lucía y de Lole y Manuel a principios de los años noventa. Me encanta el baile y el cante flamenco, pero no me veo haciendo ese tipo de cosas, sencillamente porque no tengo la voz adecuada ni soy capaz, de hecho, la mayoría de veces ni siquiera entiendo lo que están diciendo, pero me encanta, lo respeto y lo adoro.
¿Cómo describiría su espectáculo conjunto?
Yo canto canciones originales mías, algunas muy poco conocidas, en hebreo, en yemení, en inglés, incluso en ladino, que era la lengua que hablaban los judíos españoles y que creo que serán muy interesantes para el público español... Intento equilibrar la tradición y la modernidad, igual que hace David en su mundo musical. Es como una combinación entre raíces y alas. Mis canciones conectan en el espíritu y en el patrón rítmico con las suyas. De él canto algunas canciones, como “Di, di, Ana”, que me encanta por su melodía y por la historia que cuenta.
Si tuviera que elegir una banda sonora para su vida, ¿qué discos sonarían en cada etapa?
[Risas] Esa es una conversación muy larga porque en mi vida hay muchas canciones y muchas etapas…
En su infancia, por ejemplo.
Hay algunos artistas que han esculpido de conciencia musical como Joni Mitchell, Leonard Cohen, Paul Simon, que de hecho siempre ha sido mi favorito. Además, están las canciones que aprendí en casa. Crecí en América y he estado expuesta a muchísima música americana, pero mi familia es original de Yemen, y trajeron consigo todo un universo de canciones tradicionales que también han influido en mi “persona” musical.
¿Había algún músico o artista en la familia antes de usted?
Hay un cantante profesional, una de mis primas, y mi hermana pequeña está haciendo un master en composición, pero en realidad en la familia todos son muy musicales sin necesidad de hacerlo para vivir. Mis padres, mis abuelos… todos cantan muy bien y en las sobremesas siempre acabamos cantando.
¿Recuerda la primera canción de compuso?
Sí, como olvidarla. Tenía siete u ocho años y hablaba sobre Dios. [Risas] Le hacía algunas preguntas. Creo que en el fondo no he cambiado mucho.
¿Sus padres emigraron de Yemen a Israel?
No, fueron mis bisabuelos los que emigraron. En realidad yo soy la tercera generación de mi familia nacida en Israel, pero cuando tenía tres años mis padres decidieron emigrar a Estados Unidos y a los 17 regresé por mi cuenta.
¿Qué le llevó a tomar esa decisión?
El amor: me enamoré de un israelí y le seguí.
Un motivo de peso.
Sí, en realidad el amor es la única razón de peso para tomar una decisión de ese calibre. De hecho, hoy continúo todavía con ese hombre, así que puedo decir que no me equivoqué.
Tengo entendido que al regresar tuvo que hacer el servicio militar al que están obligados todos los ciudadanos de Israel.
Sí, pero lo hice como cantante en una banda militar. Tuve la oportunidad de cantar en muchas bases y además aprendí sobre la gente, sobre la sociedad israelí, sobre la naturaleza humana, sobre el país… Realmente no puedo decir que disfrutara de la experiencia, pero contribuyó a que madurara y a que llegara ser la persona que soy hoy.
¿Fue muy impactante? ¿Le impresionó la realidad de un país militarizado?
Por supuesto, el cambio de ser una ciudadana normal en un país en paz a convertirte en soldado de la mañana a la noche es algo muy fuerte. Yo solía cantar para gente en Europa que iba a discotecas, y de repente allí estaba yo, delante de miles de soldados, pero qué le iba a hacer, así son las cosas en Israel, es parte de nuestra realidad. No tenemos elección y yo no dejo de soñar con el momento en que la situación sea diferente y podamos tener seguridad, sin sentirnos amenazados constantemente.
Su familia, como me contaba antes, es de origen yemení. ¿Todavía existe rechazo o discriminación hacia los judíos no europeos en Israel?
Solía ser así en la generación de mis padres, pero hoy en día ya no es tan común. Para empezar porque todo el mundo está mucho más mezclado y hay muchos matrimonios interraciales. Así que espero que en dos o tres generaciones estemos completamente mezclados y se haya superado del todo.
El verano pasado cuando estuvo de gira en España recibió duras críticas por no condenar la intervención israelí en Gaza. Varios grupos llegaron a proponer el boicot a sus conciertos. ¿Se sintió dolida?
Sí, me sentí muy dolida pero qué le vamos a hacer, es una 'tough cookie' [el equivalente a una almendra amarga] con la que hay que lidiar cuando estás expuesta a la opinión pública. Lo peor es que me sentí traicionada por personas que habitualmente han estado a mi lado, colegas, amigos, gente con la que comparto y he compartido las mismas opiniones respecto a muchísimas cosas y de repente les encontré muy agresivos y eso es muy trágico y, me temo, un signo de los tiempos, porque las opiniones se están volviendo muy extremas y las posturas muy radicales. La gente tiende a juzgar con mucha ligereza sin conocer realmente la situación.
¿Qué opina sobre el asalto a la flotilla humanitaria que trataba de entrar en la franja de Gaza?
Creo que toda la situación fue una tragedia de principio a fin. La flotilla misma fue una mala idea desde su concepción, aunque soy consciente de que había mucha gente tratando de ayudar con buenas intenciones, pero desgraciadamente había algunos pocos con malas intenciones. Desafortunadamente, los pocos que buscaban violencia la tuvieron, y la pérdida de vidas humanas fue trágica porque el uso de la violencia siempre lo es. En ese barco hubo violencia en los dos lados, es una vergüenza, qué te puedo decir. Lo paradójico es que cuando toda esa ayuda humanitaria por fin se dejó en la frontera de Gaza para que los palestinos la recogieran prefirieron dejarla allí tirada, no se la llevaron. Escuché cómo un periodista de una emisora de radio le preguntaba a un representante de Hamas por qué no la recogían, y él le dijo [pone acento árabe al relatarlo]: “Nosotros no lo necesitamos, no tenemos una crisis humanitaria. Sólo lo aceptaríamos si entrase con el barco a Gaza, pero si entra a través de la frontera con Israel no nos interesa”. Si lo necesitan, ¿por qué no lo recogen? me pregunto, y ese es el tipo de preguntas que no se hace la gente ni los medios de comunicación en Europa. Hay alguna gente aquí con intenciones muy destructivas y están usando a buenas personas para conseguir llevar adelante su agenda siniestra. Ha habido muchas víctimas en los dos lados pero los que se han ido ya se han ido y quedamos nosotros, porque todos los que vivimos en Oriente Medio somos víctimas. Sólo con diálogo y comunicación podremos arreglarlo.
¿Cree que con la muerte de Rabin se cerraron las puertas a la paz?
Sólo diremos que aquella fue nuestra mejor oportunidad, a partir de aquel momento todo ha ido hacia abajo. Aquel fue un momento mágico. Yo canté en aquella gran manifestación porque fue una manifestación a favor de la paz, y entonces no podíamos ni imaginar que sólo unos minutos más tarde todo acabaría en desastre.
¿Ha visto alguna vez el muro de Cisjordania?
¿Perdón?
¿Ha visto alguna vez la cerca que Israel ha construido en Cisjordania?
Sí, la he visto, este es otro capítulo triste sobre lo que nos está pasando. Yo no quiero muros, no quiero fronteras, quiero ser como Europa y pasar conduciendo de un país a otro sin que nadie me pregunte nada, pero por otro lado toda nuestra pesadilla de las bombas en los restaurantes y en los autobuses se ha terminado desde que el muro fue construido. ¿Qué vamos a decir? “No queremos muros” y entonces sacrificamos la vida de nuestros hijos. Los problemas en Israel son mucho más complejos de lo que parece y es muy fácil opinar cuando se está lejos. La única manera de llegar a una solución es dialogar, que se sienten los líderes de los dos lados y que tengan el coraje de llegar a un acuerdo. Después la comunidad internacional deberá apoyar este acuerdo para dar seguridad a los dos lados, tanto a los israelíes como los palestinos. Todo lo demás no es lo importante. No ayuda en nada hablar sobre la flotilla, no ayuda en nada hablar sobre el muro, no ayuda hablar de los cohetes que Hamás envía a Israel, ni de su apoyo al terrorismo… para construir un acuerdo habrá que dejar a un lado todos los agravios porque cuando llegue el acuerdo se quedarán atrás. Diálogo, comunicación y acuerdo, eso es lo que necesitamos, todo lo demás es resultado de la falta de palabras y de comunicación.
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