Quienes alguna vez pensamos que Sicilia es una isla sin música, recibimos de Fratelli Mancuso un rotundo desmentido. Enzo y Lorenzo, dos hermanos originarios de Sutera —provincia de Caltanisetta, en el centro de la isla— llevan 25 años no sólo estudiando y recuperando el patrimonio sonoro de su tierra, sino dándole también continuidad mediante la aportación de nuevas composiciones.
“En Sicilia, la música acompaña todos los aspectos de la vida. Desde siempre han dado ritmo a la cotidianidad doméstica, a la del campesino, a la del minero...”, explica Lorenzo.
También incide este cantante y músico en el repertorio litúrgico de los lamentos, vinculados a la Semana Santa, “que representan la estratificación de toda la herencia musical siciliana, con elementos árabes, bizantinos, cristianos. Todo llegó desde fuera. Cada colonización que hemos tenido ha dejado una huella, y todo junto acabó desarrollando un estilo muy particular”.
No obstante, esas canciones han tenido siempre un marcado carácter profano, hasta el punto de que son cantadas siempre en la calle, nunca en las iglesias. “El clero se ha opuesto a menudo a estos cantos, entre otras cosas porque debajo del sufrimiento de Cristo, y lo mismo pasa con el emblema de María, lo que subyace es el reflejo del dolor y del trabajo humanos”, agrega.
Ese carácter sufrido es una constante en toda la música tradicional siciliana. “En el canto de los campesinos perduran muchas melismas árabes. No es una canción ligera, siempre tiene un fuerte elemento dramático. Los sicilianos somos también hijos de los griegos, y de su sentido de la vida trágico. Fíjese que en el dialecto siciliano no existe el tiempo futuro, hay que usar una perífrasis para formular el futuro”, comenta Lorenzo Mancuso, quien admite que también existen algunos cantos alegres, pero ceñidos a las celebraciones sociles.
Otra cuestión es la de los cantos asociados a la mafia, que Lorenzo considera un fenómeno relativamente reciente. “Ahora se habla muchísimo de este problema, pero antes era un gran tabú. Eso no impidió que poetas como Ignazio Buttitta, en el Palermo de los años cincuenta, escribiera muchísimo sobre la mafia. Pero era todavía una mafia rural, no la de Berlusconi”.
Autodidactas
La formación de Enzo y Lorenzo Mancuso es autodidacta. “Empezamos tocando la guitarra con el barbero del pueblo. La barbería era la academia de música que teníamos, cuando acababan de cortar el pelo, los barberos tocaban el violín, la guitarra, y convertían su negocio en un salón de música. Nosotros empezamos mirando sus manos, luego nos atrevimos con el violín, el laúd, y tratamos de modular la voz como los viejos del pueblo, precisamente en el sentido contrario del bel canto. Una voz molesta, deliberadamente disonante, que hace que quien nos escucha no esté del todo tranquilo”, asevera.
Más tarde, en los años setenta, emigraron a Londres como obreros de una fundición, y la música también les acompañó. “Teníamos la necesidad de expresar nuestra realidad, la nuestra era la dignidad pisoteada del emigrado. Así, encontramos la salvación en estos cantos”, recuerda.
Con siete discos en el mercado, tres de ellos grabados en España, Fratelli Mancuso dirigen en la Universidad de Messina un seminario sobre la voz donde estudian el uso del grito en la tradición siciliana, como elemento musical que remite, por ejemplo, a la tragedia del terremoto de 1908, que arrasó dicha ciudad.
Por otro lado, defienden la idea de que la música culta siempre ha prestado un oído muy atento a las manifestaciones populares. “Así compuso sus obras Bellini, así se creó Cavalleria rusticana. Y así trabajaron, sin duda, Bartok, Beethoven, Mozart...”, añade.
Por otro lado, Fratelli Mancuso creen tener motivos para preocuparse por el futuro de este rico legado sonoro. “Hay cierta afición, pero los grupos jóvenes tratan de añadir a esta música cierto espíritu de entretenimiento, muchos colores, ritmos bailables, una versión más ligera de la tradición”, comenta.
“La cuestión es que no hay la menor protección ni apoyo institucionales. El gobierno actual está tratando de cortar todo el dinero posible para la cultura. Hemos tenido suerte con el trabajo que han hecho los etnomusicólogos, como el estadounidense Alan Lomax, con esfuerzos muy serios por recoger grabaciones de mujeres, de niños, de campanas... Hemos aprendido mucho escuchando sus compilaciones, pero todo eso está en peligro ahora”, concluye Mancuso.