Irán, qué poco te conocemos
Me gustaría decir que me ha decepcionado esta nueva ronda de sanciones que el Congreso de Estados Unidos ha dirigido contra Irán, pero la triste realidad es que ya me esperaba el despliegue de agresividad y mala gestión del que nuestros legisladores, elegidos democráticamente, hicieron gala la semana pasada. Así pues, mientras sube el ritmo agresivo de los tambores de guerra contra Irán, me gustaría aprovechar este momento para compartir algunos hechos y algunas de mis propias experiencias vividas en ese país.
En 2008 hice de la República Islámica de Irán mi hogar. En ese momento, yo esperaba poder promover un intercambio cultural entre mi país de origen, Brasil, e Irán. Para mí fue un verdadero choque de bipolaridad cultural pasar de los bikinis del sensual y licencioso Brasil a las mangas largas y los pañuelos en la cabeza de la más conservadora sociedad de la República Islámica. El iraní me pareció un pueblo increíblemente cálido, generoso, culto, educado y divertidoA pesar de esto, sin embargo, el iraní me pareció un pueblo increíblemente cálido, generoso, culto, educado y divertido.
Una cosa que me llamó la atención de inmediato sobre Irán fue lo extraordinariamente joven que es el país. Alrededor de un tercio de la población iraní es menor de treinta años —siendo un cuarto quinceañeros o incluso menores— y descubrí que los niños en Teherán, para bien o para mal, no son tan diferentes de los niños de cualquier otra nación desarrollada. Les encanta la comida basura, la música americana y la cultura pop. El régimen considera el hip-hop ‘no islámico’ así que está prohibido, aunque eso no ha evitado que raperos como Hichkas hayan conseguido un buen número de seguidores clandestinos en Irán.
Como fanática de la libertad de expresión, ayudé a producir un vídeo del rapero y, aunque él y su equipo fueron encarcelados en el proceso, enseguida retomaron y terminaron su video musical tras salir en libertad.
Irán es una nación multiétnica de azeríes, baluchis, árabes, armenios y kurdos, además de la población persa dominante, y es también hogar de varias religiones incluyendo el islam, el cristianismo, el judaísmo, el bahaísmo y las antiguas creencias del zoroastrismo. Tuve la oportunidad de aprender un poco La esperanza del músico Kalhor es que a través de su música el mundo no olvide la masacre de Halabja sobre la minoría kurda de Irán gracias a mi amistad con el músico clásico Kayhan Kalhor, un virtuoso del kamanché (un antiquísimo antecesor del violín).
Cuando lo conocí, Kalhor acababa de concebir su álbum 'Silent City', un homenaje a la ciudad kurda de Halabja, en la que un Saddam Hussein respaldado por Estados Unidos desencadenó un ataque con gas venenoso matando automáticamente a alrededor de 7.000 civiles e hiriendo a 11.000 más. Su esperanza, me dijo, es que a través de su música el mundo no olvide lo sucedido en Halabja, y tenga cuidado de no repetir semejante atrocidad. Pensé que era una ambición muy noble, sobre todo teniendo en cuenta que la comunidad internacional ignoró en ese momento el ataque a Halabja bajo la presión de Estados Unidos (que en aquel entonces intentó, a base de engaños y sin éxito alguno, culpar a Irán del ataque, lo que los absolvía a ellos de su complicidad en la masacre).
Sentía especial curiosidad por escuchar lo que el iraní de a pie pensaba del Estado de Israel. Israel, al fin y al cabo, ha sido el principal instigador de un conflicto militar entre Estados Unidos e Irán y, además, lleno de impaciencia. Aunque no es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), el Estado de Israel es una potencia nuclear ilegal —la única potencia nuclear en la región— y, junto a Estados Unidos, hace mucho tiempo que trata de contener las ambiciones nucleares de Irán, miembro que cumple escrupulosamente con lo establecido en el TNP.
La mayoría de los iraníes se apresuraron a señalar la hipocresía de que Estados Unidos y Europa pasen totalmente por alto el arsenal secreto e ilegal de armas nucleares de Israel, mientras que Irán sufre un continuo estado de aislamiento y provocación pese a cumplir por completo con EE UU y Europa pasan por alto el arsenal nuclear israelí pero aislan a Irán, pese a que cumple con el tratadolas normas del tratado.
Muchos se apresuraron también a señalar la distinción entre judaísmo y sionismo: el primero representa una importante y hermosa religión monoteísta —que existe en Irán desde hace 3.000 años— mientras que el último es sinónimo de racismo y agresión para el iraní medio. En general, sin embargo, la mayoría de los iraníes no se ven representados por la agresiva postura de Mahmud Ahmadineyad.
Las mujeres constituyen alrededor del 65% de los estudiantes universitarios en Irán, y aunque no pretendo encubrir las restricciones políticas inaceptables impuestas allí a las mujeres y a las minorías, hay que señalar que las mujeres ocupan puestos destacados en el ámbito profesional.
Tuve el honor de conocer y entrevistar a una de estas mujeres, la distinguida jurista iraní, ganadora del Premio Nobel de la Paz, Shirin Ebadi. Ebadi es defensora acérrima de los derechos de las mujeres, de los niños y de las minorías de Irán, y es blanco frecuente de acoso por parte del Gobierno iraní. El Centro Dalai Lama para la Paz me presentó a Ebadi, a quien yo admiro hace mucho tiempo por su franco y directo enfoque frente a la hostilidad del Gobierno. Después de nuestra entrevista, le ofrecí el apoyo de nuestra fundación, pero ella lo rechazó cortésmente; recibir el apoyo de una organización estadounidense sería para el gobierno señal de un esfuerzo apoyado desde el extranjero para promover un cambio de régimen en Irán.
Éste es un sentimiento digno de tener en cuenta, sobre todo ahora que los halcones de Estados Unidos e Israel están explotando cínicamente el ‘Movimiento Verde’ y las protestas electorales masivas del año pasado para aislar a Irán. Aunque el pueblo iraní se encuentra bajo el control de un Gobierno represivo, no debemos hacernos ilusiones pensando que pedirán a gritos otro cambio de régimen al estilo americano. Todo lo contrario: los que ahora forman un cuerpo político díscolo se unirán para oponerse a esa agresión, socavando la esencia del movimiento para la reforma.Los iraníes son un pueblo profundamente consciente de su historia gloriosa y milenaria, incluyendo sus capítulos más oscuros, en la que Estados Unidos ha desempeñado una parte nada insignificante. Cuando contemplamos Irán desde Estados Unidos, parece que tenemos una fijación antihistórica sobre un hecho singular, a saber, la Revolución Islámica de 1979 del ayatolá Jomeini y la posterior crisis de los rehenes, a menudo sin mención alguna a Es nuestro deber entender mejor al pueblo iraní y exigir una actuación responsable y humana en nuestro nombre las décadas que la precedieron: cómo la CIA en 1953 orquestó la caída del Gobierno democrático de Mohammed Mossadegh (que fue derrocado por afirmar que los beneficios del petróleo iraní debían ser para el pueblo iraní) a favor de la atroz monarquía tiránica de Mohammad Reza Shah Pahlavi, que parecía dispuesto a ceder el control de sus considerables reservas de gas y petróleo a las potencias británica y estadounidense.
Teniendo en cuenta esta historia de degradación y abuso perpetrados por el Gobierno de Estados Unidos contra el pueblo iraní, es ridículo pensar que algún iraní, en cualquier aspecto del ámbito político, va a dar la bienvenida a una intromisión estadounidense en los asuntos políticos de Irán.
La reciente ronda de sanciones constituye una injusta acción de guerra económica contra el pueblo de Irán, y un paso más en la dirección equivocada en nuestro calamitoso enfoque tanto de ese país como de la región en general. Ya es hora de que reivindiquemos otro tipo de solución de los dos Estados, a saber, que Estados Unidos se libere del pesado yugo del lobby israelí para comenzar a actuar en interés de los estadounidenses. Como ciudadanos que viven bajo el ala protectora de la hegemonía, es nuestro deber entender mejor al pueblo iraní al que nuestros líderes (y sus patrocinadores extranjeros) tratan de aislar, y exigir a nuestros representantes democráticamente elegidos que actúen con responsabilidad, con humanidad, en nuestro nombre.