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Aranzadi
Sigfrido Cracovia/ Unai Aranzadi
[Mar 2008]

Kurdistán  reportaje 

El difícil póker kurdo


Guerrillera kurda

La guerrilla kurda PEJAK, rama del PKK, forma parte de la estrategia estadounidense para combatir a Irán.

Esto no ha acabado; continuará". Es la frase que un soldado garabatea sobre un proyectil en una foto difundida por el mando del Ejército turco tras los combates contra las milicias del PKK en el norte de Iraq. La prensa turca cree que las fuerzas armadas dejan claro, así, que volverán a cruzar la frontera cuando se les antoje.

Nadie cree que la operación en el Kurdistán autónomo haya cumplido realmente su objetivo de asestar un golpe serio al PKK. “La retirada alimenta las dudas acerca de toda la operación y daña el prestigio de Turquía. Estados Unidos exigió el regreso de las tropas y los turcos se largaron al día siguiente. Ésta es la imagen del resultado”, sentencia el incisivo columnista turco Cengiz Candar. “Un escándalo”, tituló el diario Yenicag.

Más de 100.000 soldados turcos, aparte de tanques y unidades de artillería, siguen vigilando al borde de la frontera iraquí. Si una segunda incursión tiene lugar, probablemente contará de nuevo con la oposición de Washington, pero también, quizás, con el apoyo de Teherán. Así lo permite intuir una declaración del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, la semana pasada: preguntado por la incursión turca, pidió la colaboración de Ankara, Bagdad y Teherán para combatir juntos “el terrorismo”.

Ahmadineyad hizo estas declaraciones durante su visita a la capital iraquí, la primera de un jefe de Estado con todos los honores, que marcó la enorme influencia que Irán tiene ya en el país vecino y que irá a más.

“Turquía considera a Irán un aliado natural en su lucha contra los terroristas del PKK, que operan en Irán con el nombre de PJAK”, explica el analista político Hakki Uygur.“Brinda motivos a Turquía para forjar una línea diplomática que pueda resolver los problemas de seguridad.”

Uygur pone el dedo en la llaga: la hermandad entre el PKK, que desde finales de los años setenta combate a Ankara para establecer un estado propio —o al menos una región autónoma— en el sureste de Turquía, y el Partido de la Vida Libre en Kurdistán, más conocido por sus siglas Pejak (o PJAK), que persigue un objetivo similar en Irán. Guerrilleros kurdosAmbos tienen sus cuarteles en las montañas Qandil, la abrupta cordillera nevada en la frontera de Iraq con Irán.

El Pejak cuenta con unos 1.500 milicianos. Desde su creación en 2004 ha causado centenares de muertos entre militares, policías y civiles iraníes. La artillería persa bombardea con regularidad las montañas Qandil, pero aparentemente no se atreve a lanzar mayores operaciones de tierra.

Un periodista iraní, delegado de una importante agencia de noticias en la región —prefiere mantener el anonimato—, es tajante en su análisis. “El Pejak no es un grupo diferente del PKK, sino un mero apéndice. Compañeros míos han estado allí: hay que tomar las mismas carreteras que se utilizan para visitar a los mandos del PKK; ambas milicias comparten puestos de control y armas. Todos portan retratos de Abdullah Öcalan, el líder del PKK, encarcelado desde 1999 en Turquía”, asegura a La Clave.

El líder del Pejak, Rahman Hayi-Ahmadi, visitó Washington en agosto pasado para “buscar apoyos” entre los políticos, aunque no confirmó si los recibió. Ya en abril, el diputado demócrata Dennis J. Kucinich había dirigido una carta al presidente, George W. Bush, para que éste aclarara si era cierto que EE UU apoya a milicias irregulares en sus combates contra Teherán. “Es difícil creer que el Pejak opere desde territorio iraquí sin conocimiento, apoyo y coordinación de EE UU”, concluyó Kucinich.

Diversos reportajes aparecidos en la prensa norteamericana y europea subrayan que los combatientes del Pejak consideran que “sirven al 100% a los intereses de Estados Unidos”, como declaró el propio Hayi-Ahmadi, entrevistado en las montañas Qandil, a la emisora alemana WDR. Pero mientras algunos milicianos aseguran que “hay contactos frecuentes” con altos mandos estadounidenses en Iraq, otros lamentan que el respaldo no se haya traducido en la entrega de fondos y armas. El citado periodista iraní cree que sí: “Me han llegado imágenes de milicianos con M16 nuevos y parecen no sorprender a nadie”, señala.

El papel de la CIA

El periodista no tiene dudas. Cree que el Pejak “es una creación de la CIA con la colaboración del Mossad —el servicio secreto israelí— para defender sus intereses. Hacen un trabajo que no se podía pedir ni a los kurdos iraquíes del Gobierno autónomo ni a los miembros del PKK, pues éstos están en las listas de organizaciones terroristas de EE UU y la Unión Europea.

Operaciones en los Montes Candil

240 GUERRILLEROS del PKK y 27 soldados murieron en la operación del Ejército turco en el Kurdistán autónomo, concluida el 29 de febrero, según Ankara. El PKK no confirma estas cifras.
1.500 MILICIANOS componen el Pejak, una guerrilla kurda iraní cercana al PKK que combate a Teherán. La tercera parte son mujeres.
350 SOLDADOS iraníes han muerto en los ataques del Pejak entre 2005 y 2007. Los guerrilleros kurdos colocan bombas y sobre todo disparan a patrullas desde sus escondites, intentando matar a oficiales de alta graduación..
Había que fabricar algo nuevo, así que la CIA puso el concepto y el dinero, el Mossad armas y comunicaciones y el PKK —junto con otros milicianos kurdos— la logística, la estructura de la organización y las vías de reclutamiento. Es una típica operación encubierta”, concluye. El Pejak no está incluido en las listas internacionales de grupos terroristas.

La probable implicación de Israel añade un elemento más de tensión al rompecabezas kurdo. En la zona se comenta abiertamente que el entrenamiento del personal de seguridad de los nuevos aeropuertos de Suleimanía y Erbil ha sido llevado a cabo por los mismos instructores israelíes que dieron cursos de antiterrorismo a los ‘peshmergas’ —los milicianos de las autoridades del Kurdistán autónomo— en 2003. Este entrenamiento fue confirmado por la propia prensa militar estadounidense durante la invasión de Iraq.Los locales afirman que varios hebreos continúan trabajando hoy en un centro cercano a Suleimanía.

Si se confirmase que Israel está apoyando en alguna medida al PKK o al Pejak —que sería aliado suyo en la escalada de tensión con Teherán—, las excelentes relaciones de Tel Aviv con Ankara se podrían deteriorar. El intrincado ajedrez geoestratégico que se juega sobre el tablero de Kurdistán se va pareciendo cada vez más a un póker en el que cada uno de los cinco jugadores —Ankara, Bagdad, Wa­shington, Tel Aviv y Teherán— juega a dos o tres bandas a la vez.

Enn este póker, Ankara, Bagdad, Washington, Tel Aviv y Teherán juegan a dos o tres bandas a la vez

Así, Turquía se opone rotundamente a un Estado kurdo en el norte de Iraq, amenaza con invadir la zona si se declarase independiente y se opone a vuelos regulares de Estambul o Ankara a Erbil, la oficiosa capital kurda; pero a la vez suministra a la región prácticamente todas las mercancías que necesita, empezando con la gasolina, y tiene grandes inversiones —algunas incluso por parte de empresas del Ejército— en Erbil. Por otra parte, las autoridades kurdas, aunque dependen de este cordón umbilical con el mundo, permiten al PKK operar desde su territorio, no sólo porque es difícil impedirlo sino también, según los analistas, para no perder la única herramienta de presión frente a Ankara.

Yafar Mustafa Alí, responsable de los ‘peshmerga’, es decir, algo así como el ministro de Defensa del PUK, expresó en septiembre la posición de su institución respecto al PKK y el Pejak. “No sabemos dónde están, pero si los encontrásemos les pediríamos que abandonasen nuestra área”, declaró. “Si los iraníes o los turcos quieren acabar con ellos han de hacerlo en su territorio, no en el nuestro”, añadió, antes de reflexionar que “combatirlos sólo les daría más motivos para continuar su lucha”.

No trascendió si Ahmadineyad mencionó el Pejak durante su entrevista con el presidente iraquí Yalal Talabani, kurdo él mismo. Habría tenido motivos: las montañas Qandil distan sólo un centenar de kilómetros de Suleimanía, sede de varias instituciones de la autonomía kurda y feudo de la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), el partido kurdo dirigido por el propio Talabani.

El último peón de Washington

Eso sí, el presidente iraquí prometió a Ahmadineyad expulsar a los Muyahidines del Pueblo (conocidos como MKO, MEK o PMOI), una guerrilla iraní enfrentada al régimen teocrático que fue aliada de Sadam Hussein en los ochenta y ha continuado realizando atentados hasta ahora. Aunque declarada terrorista por Europa y EE UU, goza de cierto apoyo entre los políticos europeos y norteamericanos. Contrata de espías

Mustafá —su nombre es falso— es un kurdo iraquí con estatus de refugiado en un país escandinavo, que ha vuelto a Iraq para traba- jar como espía en Mosul. Asegura a La Clave que muchas empresas de la zona son “tapaderas” para distintos servicios secretos. Los kurdos son los empleados favoritos para estas subcontratas del espionaje: pueden moverse por Turquía, Irán, Siria e Iraq sin llamar la atención, pues en los cuatro países hay grandes poblaciones, kurdas y a menudo pueden recurrir a familiares en distintas regiones. Suelen hablar bien tanto árabe como farsi.

Eso sí, toda precaución es poca. “Si el ‘enemigo’ descubre que eres kurdo, estás acabado” señala Mustafá: muchos árabes consideran a los kurdos como los nuevos agentes de los norteamericanos e israelíes en la región. Su causa nacional, el establecimiento de un estado propio, se encuentra con el rechazo de Bagdad, Ankara, Damasco y Teherán y la autonomía de la que gozan en el norte de Iraq sólo es viable gracias a la protección de Washington.

Rodeados de enemigos, laicos en un mundo cada vez más religioso, muchos kurdos ponen la lealtad a Estados Unidos por encima de la que profesan a sus propios Gobiernos. Al menos por ahora, algunos tratan de sacar el máximo provecho a la situación mientras –como dice Mustafá— “la bonanza dure”. Unai Aranzadi

También el PKK, fundado como organización marxista-leninista, está muy lejos de la retórica islamista. La imagen de sus guerrilleras, nunca veladas y a menudo universitarias, suscita simpatías en Occidente, aunque no parece que la ruptura de las milicianas con el papel tradicional influya en el rol de las demás mujeres kurdas: tras años de autogobierno, en Erbil y Suleimanía no se encuentran mujeres en el cargo de policías o guardias de tráfico.

Aun así, el Kurdistán autónomo parece ser una isla inmune al avance del fundamentalismo islámico. Con Iraq cada vez más en manos de milicias chiíes, fáciles de influir por los líderes religiosos de Irán, Washington puede preferir no perder su último peón seguro en la zona: los ‘peshmergas’, con cuya vital ayuda ya contó en 2003 para derrocar a Sadam Hussein.

La visita de Ahmadineyad a Bagdad puede iniciar un nuevo reparto de las cartas en la región. Ha realzado la figura del presidente iraní como estadista en vísperas de las elecciones legislativas, el 14 de marzo, en las que el sector reformista intenta avanzar posiciones. Si las urnas no le propinan un varapalo —algo difícil, dado el férreo control de las instituciones teológicas sobre la selección de candidatos— podrá continuar la política de mano tendida a Turquía y estrechar el cerco a la guerrilla kurda.

Una coalición de Ankara y Teherán en materia militar —como la que esbozó el general Tuncer Kilic en 2002, la persona con mayor poder entonces en Turquía— supondría un cambio radical en el póker geoestratégico. Esta vez, ni los ‘peshmergas’ le podrían sacar las castañas del fuego a Washington.