Un agujero más en el cinturón
Hay informes que aseguran que Italia está saliendo del pozo económico en que se encuentra sumida desde hace varios años. Sin embargo, el crecimiento aún no se ha dejado sentir en la vida del ciudadano de a pie. La sensación que se tiene es más bien la de estar cayendo en picado.
“Hace 20 años viajábamos por España con sentimiento de superioridad. Todo era mejor en Italia. Los aeropuertos, las calles... Ahora es al revés; cuando llego a España siento que estoy en un país mucho más moderno que el mío”, dice Antonio Losito, analista financiero de Milán.
Muchos italianos sienten el derrumbe de los servicios sociales debido a la escasez de fondos públicos y a serios problemas de administración de los recursos, según el Instituto de Investigaciones Sociales y Económicas de Italia (Censis).
Nueve jueces sicilianos colgaron las togas a finales del año pasado porque, dijeron, era imposible hacer el trabajo sin más fondos. “Tenemos que pagar las fotocopias de nuestro bolsillo, los sistemas informáticos no se renuevan desde hace años y no tenemos una base de datos eficiente que nos permita luchar contra el terrorismo internacional”, se queja el fiscal Armando Spataro, una de las estrellas de la Justicia italiana.
La Asociación Nacional de Magistrados ha convocado huelgas: la falta de recursos económicos, señalan, les impide llevar a cabo su trabajo.
Tres huelgas al día
El sector público registró un promedio de tres huelgas por día en 2006, lo que evidencia el malestar del funcionariado, acosado por los sucesivos recortes del gasto público de los últimos siete años, los mayores de la Unión Europea. Los ejemplos son innumerables: hay escándalos en los hospitales porque los usuarios —por ejemplo— no pueden hacerse radiografías; mientras, los trabajadores sanitarios conviven con cañerías rotas y carecen de sistemas informáticos para las consultas. No puede sorprender: el presupuesto para 2007 del ministro de Finanzas, Tommaso Padoa-Schioppa, prevé recortes de 30.000 millones de euros, la mayor parte en reducción de gastos públicos; aunque también se prevé aumentar los ingresos fiscales en 15.000 millones de euros.
Padoa-Schioppa no tiene elección: la Comisión Europea le ha recordado, en tono de advertencia, al Gobierno italiano que durante 2007 deberá hacer esfuerzos extraordinarios para reducir su elevada deuda pública —el 107% del Producto Interior Bruto del país— y, sobre todo, mejorar el control de gastos en el ámbito sanitario.
La deuda pública de Italia es la más elevada de Europa y una de las seis mayores del mundo
“Espero que con este Gobierno las cosas cambien porque, si no, tendré que emigrar”, dice Francesco Panzaro, licenciado en Sociología en paro. Puede albergar esperanzas, según Paolo León, especialista en políticas económicas gubernamentales y profesor de la Universidad Roma 3: “El nuevo Gobierno ha marcado un punto de inflexión. Cuando hay un problema, el primer paso es reconocerlo y Prodi lo ha hecho. Con todos sus defectos, el actual Ejecutivo está buscando soluciones. Ha pedido que la ciudadanía se apriete el cinturón para efectuar las reformas necesarias”. León añade que “las finanzas ordinarias no están del todo mal: las arcas italianas ingresan más de lo que gastan”. El problema son los intereses de la deuda pública, la más elevada de Europa y una de las seis mayores del mundo, que “se queda con buena parte del ahorro europeo e internacional a través de los bonos de Estado”, puntualiza León.
La evasión tributaria es una piedra en el zapato para Italia: diferentes informes calculan que casi un tercio de la economía real del país se mantiene ‘en negro’. León lo confirma: “Todas las grandes bancas y empresas italianas han evadido impuestos. Algo que tiene también efectos de distorsión sobre la competencia, ya que las empresas que más evaden están compitiendo de modo desleal con el resto. Es una práctica habitual entre un número muy elevado de pequeñas y grandes empresas, además de muchas familias. Una enfermedad nacional”.
Lucha contra el fraude
Carlo Cechi, propietario de un restaurante en un pueblo al norte de Roma, se queja: “A mí, el nuevo Gobierno me está haciendo la vida imposible. No es que hayan subido mucho los impuestos, eso no, pero es que con Berlusconi directamente yo no los pagaba”. Los datos estatales le dan la razón: apuntan un claro descenso de la evasión fiscal en el último semestre.
“Ningún Gobierno se ha arriesgado a sacrificar el consenso político para alcanzar una política fiscal más justa, pero Prodi al menos está intentando reducir la evasión”, considera León. “Mire”, agrega, “si todos pagaran sus impuestos, Italia podría aumentar el gasto público en un 12%; una lluvia de dinero para los servicios públicos”.
Los ejemplos son llamativos. Calabria, sin apenas bosques, dispone de cinco veces más guardias forestales que la boscosa región de Abruzzo, con un inmenso parque nacional. En Palermo se contrataron 30 personas para verificar el funcionamiento de las alcantarillas de la ciudad.
“El principal derroche está en la burocracia. Los empleados no son valorados por sus resultados. Un error grave, porque los funcionarios están atentos a no cometer infracciones formales, sin importarles la eficacia. En Italia los controles no existen, la vigilancia no se considera legítima en el sector público. Se prefiere hacer la vista gorda”, analiza Paolo León. No se muestra muy optimista de cara al futuro: “Este Gobierno parece que trabaja para mejorar la situación, pero tenemos problemas graves, unidos a una tradición política ineficaz”.