La calle une a la izquierda
Las revueltas estudiantiles siempre han alterado la política francesa: en mayo del 68 obligaron a Charles de Gaulle a disolver el Parlamento; en 1986, Chirac abandonó su reforma universitaria después de que un joven muriera en los enfrentamientos con la policía; en 1994, Edouard Balladur dimitió tras las movilizaciones estudiantiles contra el Contrato de Inserción Profesional.
Ahora, las protestas contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) que permite el despido sin justificación de los menores de 26 años durante los dos primeros años del contrato, han puesto al primer ministro Dominique de Villepin contra las cuerdas. Su popularidad ha sufrido un bajón, pero aunque reconoce que el proceso de aprobación del nuevo contrato —como decreto ley, para evitar la discusión parlamentaria y sin consultar con los sindicatos— fue "muy rápido", promete defenderlo hasta el final.
Pero el final puede estar cerca. El presidente Jacques Chirac, que el 15 de marzo aún manifestó su apoyo incondicional a su primer ministro, pidió dos días después —tras la ocupación de la Sorbona— abrir un diálogo social. Bruno Julliard, presidente de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (UNEF), una de las figuras más notables en las protestas, afirma que "nada es posible sin la retirada del CPE, al menos para los estudiantes". Tiene un adversario en casa: la UNI, la principal organización de estudiantes de derechas, apoya incondicionalmente el CPE. Su delegado general Olivier Vial declara que "los bloqueos de las universidades son ilegítimos e ilegales". Y en todas las manifestaciones, la violencia generada esencialmente por jóvenes de extrema derecha y extrema izquierda, que no forman parte del gran movimiento estudiantil, ha impactado a la sociedad.
De momento gana la UNEF: de las 84 universidades que hay en Francia, más de 50 están en huelga o ofrecen jornadas sobre la precariedad laboral y 46 rectores han pedido una negociación entre Gobierno y estudiantes.
Tampoco Dominique de Villepin tiene la espalda cubierta: los diputados de la Union pour un Mouvement Populaire (UMP), el partido conservador en el poder, y los miembros del Gobierno esperan ver si su jefe tiene madera de líder. Se nota ya la presión de las elecciones presidenciales de 2007. Y en privado, muchos de sus supuestos aliados se quejan de que el primer ministro desprecia a sus diputados: Villepin tiene fama de ser un hombre bastante autoritario que decide solo y que se salta a menudo el Parlamento.
Fisuras en la derecha
El 8 de marzo, un diputado de la mayoría, Hervé de Charette, rompe las filas: "Hay que renunciar al proyecto del CPE". Una fisura en la frágil solidaridad con el Gobierno basta para que los amigos de Nicolas Sarkozy, ministro de Interior, jefe de la UMP y enemigo íntimo de Villepin, se precipiten al frente. Varios diputados critican la "rigidez" del primer ministro, aprovechando el silencio de Sarkozy, hasta que éste comunica, con matices, su apoyo al Gobierno. Este gesto se interpreta como una consigna de no usar golpes bajos contra un Villepin en peligro, aunque sea para evitar hundirse con él en el mismo barco.
La guerra también puede fortalecer al primer ministro, al otorgarle las cicatrices que confirmarían su prestigio. Algunos analistas apuntan que en la particular lucha entre Villepin y Sarkozy, como futuros candidatos presidenciales, el lanzamiento del CPE ha sido un intento fallido del primero de quitarle a su rival el tirón que tiene entre la derecha. Pero aunque ni Sarkozy ni su entorno esperan una partida de Villepin, la apuesta puede ser demasiado arriesgada.
En las últimas manifestaciones marchaban ya, unidos, los líderes socialistas y comunistas. Y es que los partidos de la oposición tienen en estos momentos mucho interés en crear un enemigo común: el referéndum sobre la Constitución Europea en 2005 había partido por la mitad a la 'gran familia de la izquierda' y desatado una guerra fratricida en el seno del Partido Socialista (PS). Ahora, su secretario general François Hollande aprovecha la oportunidad de rehacer el frente: ya el 21 de febrero lanza una moción de censura contra el Gobierno que inicialmente no tuvo efecto. Cuando empiezan las movilizaciones sociales, todos los grupos políticos que participaron en la 'izquierda plural' bajo el gobierno Jospin (1997-2002) redactan un manifiesto común para rechazar la reforma laboral.
Izquierda reunidaEsta unión de banderas podría incluso ser un primer paso hacia algo más: un programa común para 2007… Según Olivier Besancenot, dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria, "la única posibilidad que tiene la izquierda de ganar las elecciones, es volver a poner la cuestión social en el centro del debate". Tres de cada cuatro franceses quieren que el Contrato de Primer Empleo se modifique o se retire Para ello, las luchas sociales deberían seguir de actualidad el mayor tiempo posible. Con los sindicatos por primera vez en mucho tiempo unidos en un frente común, todo es posible.
Por ahora, Villepin se dobla pero no se rompe. A lo largo de la semana pasada anunció varias "disposiciones" para suavizar las condiciones del polémico contrato. Pero con los sindicatos amenazando con una huelga general, sus alternativas son sombrías: retirar el CPE —o incluir tantas mejoras que la reforma se vacíe de contenido— conllevaría el riesgo de perder legitimidad frente a sus diputados. Y parece claro que Villepin no quiere repetir la experiencia de Balladur, que claudicó ante los estudiantes en 1994.
Otra opción es seguir contra viento y marea, apostando por que las protestas remitan, con la posibilidad de equivocarse y enfrentarse a una huelga general. La última es esperar que el recurso al Consejo Constitucional, iniciado por el Partido Socialista, lleve a un rechazo institucional de la reforma. Sería un ironía histórica que precisamente los socialistas permitieran a Villepin encontrar una salida digna…
Según los sondeos, tres de cada cuatro franceses quieren que Villepin modifique el CPE (38%) o que lo retire totalmente (35%). Los estudiantes tienen muchas opciones de ganar la partida. Junto a los sindicatos han lanzado ya la próxima cita: para el 28 de marzo se convocan paros parciales, esencialmente en el sector público, y múltiples manifestaciones. El marzo francés aún puede durar mucho.