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Trillo
Manu Trillo
[Barbate · Abr 2007]
España  reportaje 

Regreso a Marruecos


Tras casi ocho años de desacuerdo, los pescadores de Barbate vuelven a las costas marroquíes. Ocho largos años en los que la economía de este pequeño pueblo de Cádiz y el mercado del pescado internacional han cambiado radicalmente. Una mezcla de ilusión y escepticismo predomina entre los pocos pescadores que han aguantado la dura espera.

Son las dos de la madrugada; la traíña (barco de cerco) Benamahoma salió del puerto de Cádiz a las 19 horas; estamos frente a la costa de Huelva, en el puente de mando el sonido del partido de fútbol se mezcla con el de cinco radios por las que se escuchan a los patrones de otros barcos: “Juanquinciiiito ¿por dónde andas? ¡que estás mu callao!” habla Rafael, el patrón de esta embarcación barbateña.

“La idea es enterarte donde está la pesca antes que los demás, por eso entre los amigos tenemos radios privadas”. “Ná ompare, por aquí no hay ná, vamos a pasar más hambre que un lugano…” contesta Joaquín.

Han pasado siete años y cuatro meses desde que el 30 de noviembre de 1999 se rompió el acuerdo de pesca con Marruecos y aunque la flota pesquera de cerco de Barbate se ha visto reducida en más de la mitad, el caladero español sufre sobreexplotación. “No sé qué va a pasar en Marruecos, lo que está claro es que aquí no hacemos nada.”, “todo va a depender del precio, porque aunque pesques mucho… si después llegas a puerto y te dan dos perras…”.

El acuerdo de pesca conlleva el desembarco del 25% de las capturas en Marruecos durante el primer año, subiendo hasta el 50% el cuarto y último año de vigencia de este acuerdo. Por otro lado, las importaciones desde Italia, Marruecos, Senegal o Mauritania dejan a los pescadores españoles sin posibilidad de competir en el mercado. “Si somos un país del primer mundo, de la Unión Europea y todas esas cosas, y quieren seguir teniendo pescadores tendrán que subvencionarnos, si no, esto es imposible”. Con sueldos que, en las semanas de captura cero, pueden oscilar entre los 100 o 120 € y los beneficios diluidos entre los múltiples intermediarios, hacen que ser pescador en Barbate, sin ir a Marruecos, sea todo un ejercicio de fe.

Papá trabaja como un tercermundista

“Cuando íbamos a Marruecos si que ganábamos dinero” comenta Pikuli, que se ha quedado haciendo guardia en la pequeña mesa donde desayunan, comen, cenan y comparten recuerdos de tiempos mejores. Todos duermen mecidos por el sonido del motor y las olas. “Todo ha cambiado mucho, nadie quiere embarcarse, antes éramos casi el doble en el barco. Recuerdo de chico el puerto de Barbate con tres filas de barcos atracados al muelle”. Tras la ruptura del acuerdo con Marruecos, 91 barcos fueron desguazados o vendidos

Tras la ruptura del acuerdo, 91 barcos andaluces fueron desguazados o exportados a terceros países. Por aquel entonces cerca de 1.500 pescadores se quedaron sin caladero donde pescar. “Mi hijo siempre decía que quería venir al barco a probar... esperé un día de temporal y lo embarqué... a su vuelta le decía a su madre que su padre trabajaba como un tercermundista... él es un monstruo, trabaja de albañil y siempre está de arriba a abajo con sus tablas (de windsurf)”.

Estos años han acelerado la desaparición de esta profesión milenaria, así como, la de sus paisajes pesqueros y humanos, para dar paso a una sociedad en la que el turismo, el ladrillo, el trapicheo y el hachís acentúan más que nunca las diferencias socioeconómicas de sus habitantes. “Pero la mar siempre está ahí” dice Tarifa, el mecánico de guardia. “Si te iba mal en tierra siempre podías volver a la mar, el problema es que los jóvenes de hoy ya no conocen el trabajo”.

La barca de la discordia

El patrón avisa desde el puente que salga el lucero. A los pocos minutos aparecen por una angosta escalera dos zombis que se enfundan un traje de agua y abandonan el barco en la barquita de la discordia, el lucero: pequeña embarcación con luces que concentra los bancos de peces para poder ser cercados por la red. Marruecos tiene prohibido este tipo de artes a sus propios pescadores como manera de evitar la sobreexplotación de sus caladeros. “Sin el lucero, bajar a Marruecos no tiene sentido”. Tras meses de negociación, se aprueba en el año 2005 y se firma el 26 de febrero de este año la pesca de cerco en la parte atlántica de Marruecos, desde cabo Espartel hasta el paralelo de Kenitra (34º 18'N). Aunque sólo en el tramo que transcurre entre cabo Espartel y Asilah (paralelo 35º 28'N) los barcos pueden utilizar lámparas para pescar durante la noche.

Suena la sirena para despertar a la tripulación; el lucero ha conseguido agrupar los puntitos que veíamos en el sónar en una pequeña nubecita. Entre bromas y café con leche condensada, el barco va cobrando vida. A pesar de lo tedioso de este trabajo, la camaradería dentro del barco es sorprendente. El cerco está hecho y la suerte echada. Conforme disminuye el copo, las caras van cambiando. La mayoría es caballa, su valor es bajísimo en el mercado. “Tienes que venir a Marruecos, allí hay boquerones a espuertas, de los gordos” me dice el Rubio con su perenne cigarro pegado al labio.

"Período de esperanza". Con estas palabras definió este momento la ministra de Agricultura y Pesca, Elena Espinosa, el pasado 13 de abril en el puerto de Barbate, mientras salían las primeras siete embarcaciones hacia las costas magrebíes. Esperanza y escepticismo es el sentir de estos hombres. Algunos hicieron números para jubilarse antes de volver a Marruecos, otros van a probar suerte, como el que da una última oportunidad. Y es que después de todos estos años, aunque sus ganancias disminuyeron notablemente, se han acostumbrado a dormir todos los días en casa y volver a pasar una o dos semanas en la mar, lejos de sus familias, dudan que les compense “si hacemos dinero como antes... si..."

Futuro incierto

Nuestros pescadores vuelven a Marruecos por medio de un acuerdo de cuatro años, tras los cuales habrá una clausura de otros cuatro de revisión automática. A corto plazo el problema está arreglado, ya que no sólo los que irán a Marruecos serán los beneficiados, sino que los barcos de la flota artesanal andaluza (trasmallos y palangres) verán aliviado un caladero que en los últimos siete años ha sido sobreexplotado. Más allá todo es bastante incierto. Por un lado, una parte de los 144 millones de euros que la Unión Europea da a Marruecos como imperativo del acuerdo serán invertidos para la modernización de su flota, y como bien dice Rafael: “Los marroquíes no son nada tontos, se conocen bien sus aguas, son buenos pescadores, lo que pasa es que aún no tienen la logística que tenemos nosotros”.

Por el otro, son pocos los hijos de pescadores que se embarcan. En tierra ganan más del doble que sus padres: en la construcción o poniendo aires acondicionados; al menos mientras dure el “boom” inmobiliario. Solo hay que pasearse por cualquier puerto andaluz para darse cuenta que el cambio generacional es casi inexistente. De hecho, los jóvenes que se ven son marroquíes, ya que según el acuerdo lo patrones deben enrolar, como mínimo, a dos por embarcación.

Las propias instituciones nos dan una pista de por dónde van los tiros: mientras la EEDS (Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible) y el PGBC (Plan General de Bienes Culturales) apuestan por la paulatina desaparición de los barcos de arrastre y una disminución de los de cerco, a favor de un aumento de la pesca tradicional, el Plan de Modernización del Sector Pesquero (PMSP) andaluz aboga por un desarrollo puramente productivo. No se está hablando únicamente de la pérdida de puestos de trabajo sino, también, del patrimonio cultural: un legado de propiedad colectiva que va mucho más allá de los simples objetos materiales

Es decir, la cultura pesquera tal como se ha venido desarrollando en Andalucía, adquiere una dimensión patrimonial que escapa a una lógica meramente de rentabilidad económica. Ha de entenderse como una cultura del trabajo, donde más allá de su posible conservación y representación en museos y centros de interpretación, habría que poner en valor todos los conocimientos y saberes de estos hombres, porque se corre el riesgo, quizás, el día de mañana, cuando no haya más ladrillo que colocar en nuestras costas, de no poder decir nunca más aquello que nos señalaba Tarifa: “la mar siempre estará ahí”.

La agricultura siempre ha ido por delante de la pesca. En ésta tenemos un triste ejemplo.