Tras seis meses combatiendo contra un segundo cáncer, Luz Casal vuelve a los escenarios con la misma fuerza de siempre.
Luz brilla en todas las circunstancias. Cuando llego al hotel todavía la están maquillando, me acerco, pero ella le cede el protagonismo a la maquilladora y me la presenta, como haciéndome un pequeño reproche por no haberla saludado al entrar.
Tiene fama de generosa, tanto, que a lo largo de esta entrevista llegará a decir que hace seis meses, cuando tuvo que dejarlo todo por culpa de otro cáncer, lo sintió más por los músicos de su gira que por ella misma.
Su nuevo corte de pelo, forzado por el tratamiento de quimioterapia, le da un aire griego y agranda todavía más sus expresivos ojos. Es bellísima, pero resulta curioso que ella no parece estar muy segura de sí misma. “Debería llevar más gorros, ¿verdad?”, pregunta, o “debería probar con otro color en el pelo, este me lo pusieron en casa de mi madre durante las Navidades y no lo tengo claro”.
Sorprende ser testigo de la inseguridad de una mujer con una personalidad tan poderosa. Durante la sesión, Gloria, la fotógrafa, le propone hacer una foto en el baño, maquillándose frente al espejo a lo Annie Lennox en “Why”, y Luz duda. “No sé, me parece algo demasiado íntimo”.
Le digo que hacerse fotos para una revista es como hacer teatro, un juego, pero ella sigue sin verlo claro porque “el tema de las fotos es la parcela que menos satisfecha me hace sentir de mi profesión”.
Le pregunto si alguna vez ha tenido una mala experiencia y me dice que a veces no ha tenido la rapidez de reflejos para negarse a una pose forzada o a una ropa con la que no sentía cómoda. También hablamos de los tacones y de repente todas las mujeres de la sala opinan y da la sensación de que el mundo femenino podrían dividirse en dos categorías: las mujeres que odian los tacones y las que los aman.
Ella es de las primeras. “Un poco de tacón sí llevo alguna vez ―dice Luz―, pero nada que me impida darle una patada a alguien que intente robarme por la calle”. Cuando se acerca a mirar de las primeras fotos saca unas gafas de su bolso.
“No veo, la pérdida de vista es uno de los efectos colaterales de este viaje”, dice, como excusándose, y luego volverá a llamar “viaje” al cáncer cuando suelte un, “ya veis, en este viaje me han salido ‘taco’ de canas”.
De repente, en el lenguaje, asoma la Luz Casal más roquera, la ‘cheli’, la canalla de chupa de cuero de principios de los 80, esa, cada vez menos visible bajo el personaje de la gran dama de la canción que ha ido construyéndose desde el éxito de ‘Piensa en mí’, en Tacones lejanos, hace ya dieciocho años.
Su último disco, La pasión, un homenaje al bolero, ha vendido 400.000 copias, 160.000 en Francia, una cifra nada desdeñable en los tiempos que corren. El 4 de febrero regresa a los escenarios en Madrid tras seis meses de duro viaje y lo hace, precisamente, con un concierto benéfico a favor de la Asociación Española contra el Cáncer.
Cuando termina la sesión, que ha sido larga, temo encontrarla agotada y sin ganas de hablar, pero es todo lo contrario. Se sienta, le da un trago a un vaso de agua y, al igual que en el escenario, Luz se da entera.
¿Está muy cansada?
No, ahora no, aunque cuando lleguemos a casa veremos...
Pero, ¿se cansa ahora más?
Me imagino que un poco más sí, pero en realidad no lo sé porque acabo de terminar con el tratamiento y todavía no he retomado la gira. Cuando comiencen los conciertos será el momento de medir las fuerzas.
Hace seis meses una periodista de Mujer Hoy iba a acompañarla al concierto de Estambul y de repente, dos días antes del viaje se anulaba todo por culpa de otro cáncer. ¿Qué pasó?
1982 Luz
1984 Los ojos del gato
1985 Luz III
1987 Quiéreme aunque te duela
1989 Luz V
1991 A contraluz
1995 Como la flor prometida
1999 Un mar de confianza
2002 Con otra mirada
2004 Sencilla alegría
2007 Vida tóxica
2009 La pasión
Varias veces, durante la sesión de fotos he notado que se refería a la enfermedad como “viaje”. ¿Así lo ve? ¿Es el cáncer un viaje para usted?
Es una experiencia. Considero que la vida no es un viaje plano, hay muchas paradas, muchas metas diferentes, muchos accidentes… Al final, todo tiene sus inconvenientes y sus ventajas y resulta que las ventajas de tener un cáncer son considerables, aunque no me gustaría que sonara a frivolidad o a desmesura por mi parte.
¿Cuáles son esas ventajas?
Que de una manera irremediable te sientes forzada a reflexionar sobre aspectos de ti misma que en otras circunstancias no tienes en cuenta. Aspectos como tu propia valentía o todo lo que tiene que ver con tu carácter pasan, inevitablemente, por una ITV… Y luego están todas las manifestaciones de cariño que, en otras circunstancias, no las habría tenido o las habría interpretado de otra manera. Al final, no es que haya deseado vivirlo, pero como soy de las personas que ven siempre el vaso medio lleno, digamos que… prueba superada.
¿Ha sido muy diferente esta vez?
Muy parecido en términos generales, porque una de las cosas que me ayudan a vivir, y que forman parte de mi carácter, es una cierta facilidad para cerrar capítulos que no me gustan, así que cuando he vuelto a pasar por lo mismo me he dado cuenta que había muchas cosas que ya se me habían olvidado.
Una persona tan activa, ¿cómo lleva el hecho de parar y poner en suspenso todas esas cosas que habitualmente nos parecen tan urgentes?
Es difícil, porque yo no dejo de trabajar nunca, pero cuando estás enfermo tu profesión se diluye y deja de tener tanta importancia. Tu salud empieza a ser lo más importante y te conviertes en una persona dependiente.
¿Se deja cuidar?
Claro, pero porque no me queda de otra… (Risas) Tienes que tener confianza y fe en todas las personas que te rodean, quieras o no te haces más obediente, eres menos rebelde que de costumbre.
¿Ha compuesto durante estos meses?
Sí (cuando lo dice se le ilumina la cara), pero como pasó la otra vez, no he reflejado mi experiencia en las letras porque me parece… ( busca la palabra exacta durante unos segundos) impúdico expresar en términos de tristeza lo que me ha pasado, sobre todo teniendo en cuenta que me siento una persona muy afortunada, incluso con el accidente de la enfermedad que he vivido. La verdad es que estoy muy contenta, especialmente con tres canciones que ya han pasado el filtro del tiempo y me siguen gustando.
¿Cantar le ayuda cuando está mal?
A mí más que cantar me ayuda escuchar, ser oyente. No soy una persona que vaya cantando por la casa todo el día, pero la música forma parte de mi vida diaria. En estos meses he escuchado más que he trabajado, aunque, al mismo tiempo, en este período, como en otros, he tratado de tener algo de disciplina para sentarme a trabajar porque tiendo a distraerme con cualquier cosa y necesito la obligación de tener un tiempo al día dedicado a escribir. Tiendo a la dispersión y mis discos son un buen ejemplo porque siempre han incluido temas muy distintos.
¿Tiene mucho 'mono' de escenario? ¿Lo echa de menos?
Un poco, porque hay tres maneras de relacionarse con la música como profesional: una es el trabajo privado que haces como cualquiera que escribe o compone en su casa, luego está el que vives con todos los músicos de la preparación del disco y la grabación, y luego está el que compartes verdaderamente con la gente, que es el directo. En los dos primeros pasos te abstraes de que hay un mundo, pero el escenario es la evidencia de que lo que tú haces tiene que ver con el otro y que sin el otro es casi como si no existiera. No es que sin el escenario me muera, pero sí hay una necesidad.
¿Cómo es estar ahí arriba? ¿Es una especie de trance?
Ojalá que pudiera explicarlo en una sola frase. El concierto es una experiencia muy peculiar, es una mezcla de todo, hay una rapidez enorme en lo que piensas, en lo que ejecutas… Es la manera más intensa de vivir que yo conozco. Todo está muy concentrado porque, al menos en mi caso, vivo cada canción, me la creo, y paso por todo tipo de estados, desde la frivolidad de ‘Rufino’ a la entrega física de otras, porque algunas de mis canciones tienen una tesitura muy amplia que requiere que estés, no solo muy bien tonificada muscularmente, sino muy consciente de que necesitas aire y de cómo lo empleas…
¿Cómo cual?
Por ejemplo, ‘Te dejé marchar’ es una canción muy intensa y muy amplia que requiere coger aire y pararte un momento antes de comenzar. Luego hay otras que son distendidas, pero aún así son muy intensas. ‘No aguanto más’, de mi primer disco, es una canción que cuesta mucho trabajo y no es porque sea muy complicada cantarla sino porque repites tantas veces la frase “no aguanto más” que llega un momento que no aguantas más, que no puedes. Así que todo eso que vives, toda esa intensidad concentrada en dos horas te hace sentir, no solamente exhausta físicamente, sino emocionalmente.
¿Cómo ha pasado las fiestas de Navidad?
He ido a visitar a mi familia de Galicia porque todos estaban muy atentos a mi evolución y les había prometido que les iría a ver, y el resto de los días los he pasado con mi madre y su pareja en Asturias, que allí siempre se está muy bien.
Hoy es 28 de diciembre, el día de los santos inocentes. Cuando era niña, ¿era de las que hacía gamberradas o una “inocente víctima” del humor del los demás?
Ni una cosa ni la otra porque siempre he tenido el sentido de alerta más desarrollado que el de la guasa, así que era difícil que yo cayera en una inocentada.
Con los años, ¿ha ganado en fe o en escepticismo?
Es curioso porque lo que me apetece responder es que he ganado en fe, pero también en escepticismo. Por un lado considero que la fe es un acto de vida, pero no desde el punto de vista religioso, sino desde un acto constante de fe en las personas. A mí me gusta explicar estas cosas de un modo sencillo. Por ejemplo, a ti en la etiqueta de esta botella de agua te han dicho que lleva poco sodio y tú te lo crees, es un acto de fe, y cada día de nuestra vida está lleno de ese tipo de creencias. Al mismo tiempo, con respecto a la desconfianza, a medida que te vas haciendo menos ignorante, y yo tengo la ilusión de ser cada día un poco menos ignorante que ayer, vas percibiendo lo que hay a tu alrededor con más posibilidades de que falle. Ves que la gente trabaja menos entregada de lo que crees que debiera o que la gente es más mentirosa de lo que a ti te gusta... En fin, ese tipo de cosas, que dentro de mi manera de ser, compleja, como la de la mayoría de la gente, me producen rechazo y malestar. Al final, cuando piensas que todo debería ser de una manera más armónica acabas sufriendo decepciones todos los días y al mismo tiempo te dan ganas de hacer la revolución todos los días…
¿Se considera una persona espiritual?
Sí, mira, hace poco leí que en el hinduismo, o tal vea en el budismo, que para el caso es lo mismo porque a mí me sirve igual, hay que abrir todos los días cuatro ventanas: la del ejercicio físico; la ventana espiritual; la ventana emotiva y la afectiva, y yo intento cumplir con ese mandato.
¿Entra a las iglesias a menudo?
Sí, soy de entrar en las iglesias. Como dice un amigo mío pintor, Guillermo Pérez Villalta, él no es creyente pero va todos los días a una iglesia que está enfrente de su casa.
Más que muchos creyentes…
(Risas) Exacto (pero inmediatamente cambia el tono y adopta un tono nostálgico). La verdad es que para mí la iglesia es un lugar donde reacciono de manera muy emotiva y cuanto más barroca mejor.
En su biografía he leído que fue a un colegio de monjas.
No muchos años, solo tres, pero guardo un recuerdo estupendo en todos los aspectos, no hay ni uno solo del que me pueda quejar. De hecho hace poco se ha puesto en contacto conmigo una de mis profesoras del colegio que era hermana y ahora ya no lo es, y me mandó una carta preciosa.
¿La llamaban las monjas Mariluz?
Sí, pero hace muchísimos años que nadie me llama así. Es curioso porque, cuando empecé a hacer discos, la gente no decía de manera tan natural como ahora el nombre de Luz, parecía que les faltaba algo, que les cojeara, pero mi madre me ha llamado Luz.
Cuando empezó, ¿a quién quería parecerse?
Recuerdo que siendo muy joven, incluso antes de ser una adolescente, vi un programa de televisión donde cantaba Ellis Regina que me mató, lloraba como una magdalena viendo la interpretación que hizo. Admiraba a gente como [Edith] Piaf, como Janis Joplin, Maria Callas… Sin llegar a ser mitómana me han interesado todas esas mujeres que eran buenas cantantes cantaran lo que cantaran y fueran como fueran. Todas me sirvieron y porque me he guiado siempre por las voces, con independencia del género.
Y ahora, ¿a quién le gustaría parecerse?
A estas alturas lo que tengo que hacer es desarrollar mi propia personalidad. La verdad es que no tengo un gurú ni nadie que me sirva de guía. Para mí las voces del principio siguen siendo mis referentes.
Luz quiere ser Luz.
A ser posible.