La importancia de llamarse Macedonia
El conflicto entre Grecia y la República de Macedonia por la utilización de este nombre por parte de la antigua república yugoslava no ayuda a la estabilidad de los Balcanes.
La disputa ya provocó que Grecia vetase el ingreso de su vecino en la OTAN en la Cumbre de Bucarest —veto que podría aplicar también en relación a su admisión en la Unión Europea—. Y no entrar en la Alianza ha motivado que la república balcánica haya convocado elecciones anticipadas por primera vez desde su independencia en 1992.
El partido ganador de los comicios del 1 de junio volverá a ser la Organización Revolucionaria de Macedonia-Partido Demócrata por la Unidad Nacional de Macedonia (VMRO-DPMNE), según las encuestas, con lo que su líder, Nikola Gruevski, repetirá en el cargo de primer ministro. El resultado interesa a su pueblo, pero también al Gobierno griego e, incluso, a los habitantes de la provincia con la que comparte nombre, frontera e historia, ya que las dos formaron parte del antiguo Reino de Macedonia hace más de 2.000 años. A todos atañe una disputa que afecta a la estabilidad de la región.
“Los representantes macedonios están defendiendo su identidad, mientras que los griegos insistentemente la niegan y rechazan las posibles soluciones, interviniendo continuamente con argumentos de fuerza y chantaje”, explica a La Clave Metodija Belevski, embajador en España de la República de Macedonia. “Todo esto tiene un efecto determinante en el bienestar económico del ciudadano macedonio”, que se ve privado de los posibles beneficios de pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN.
Grecia teme que Macedonia reclame el territorio histórico del mismo nombre, parcialmente situado en GreciaGrecia considera que si acepta el nombre, el país balcánico acabará reclamando el resto de la antigua Macedonia. “Esto quedó claro con la publicación de mapas que mostraban la pertenencia a la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM) de la totalidad de la Macedonia geográfica, lo que incluye la parte búlgara y la griega”, explica a La Clave Anni Podimata, europarlamentaria griega que forma parte de la Comisión Parlamentaria Mixta UE-FYROM.
Este temor no tiene sentido para Pavlos Filipov Voskopoulos, miembro de la Secretaría Política de EFA-Rainbow, formación que defiende los intereses de la población macedonia griega, maltratada, según denuncia a La Clave, por el Gobierno: “La República de Macedonia es un país pacífico que nunca ha iniciado una guerra”, defiende, y añade que Grecia usa esta disputa como excusa “para ocultar los verdaderos problemas”.
En este sentido, Belevski recuerda que en 1995 la República de Macedonia dio marcha atrás en el uso de la bandera con la estrella argéada porque era el símbolo del antiguo Reino de Macedonia y Grecia se oponía a reconocerlo como exclusivo de otro Estado. Asimismo, introdujeron una enmienda en la Constitución que garantiza que “la República de Macedonia no tiene pretensiones territoriales hacia ningún Estado vecino”. Lo grave del asunto para EFA-Rainbow es que “la postura griega niega el derecho de un pueblo a elegir su propio nombre, identidad y símbolos”.
Prevenir conflictos
La auténtica causa del problema es, según Voskopoulos, “la negativa de los países balcánicos, incluida Grecia, a reconocer la existencia y respetar los derechos del pueblo macedonio”, incluida “la minoría macedonia en Grecia”, que es la que de verdad asusta al Gobierno heleno porque, “según los nacionalistas griegos, podría mantener en el futuro reivindicaciones separatistas”. Él niega la existencia de movimientos secesionistas en Grecia y afirman sentirse griegos, aunque de minoría macedonia —a la que pertenecen entre 175.000 y 200.000 ciudadanos—. Además, consideran que el reconocimiento de sus derechos “fortalecería la paz y la estabilidad” en la región.
Anni Podimata, sin embargo, afirma que “las declaraciones nacionalistas de políticos de FYROM prueban que los cimientos del fundamentalismo siguen vivos”. Según ella, éste es el riesgo real para la estabilidad en los Balcanes, una región que “ha sufrido muchas veces a lo largo de la historia por culpa de los conflictos nacionalistas, así que creo que es mejor prevenir las dificultades que dejar que el nacionalismo prevalezca por culpa de acuerdos imprecisos”.
La disputa tendría su génesis, según EFA-Rainbow, en que el nacionalismo griego ha creado “el mito nacional de que los ciudadanos de la Grecia moderna son descendientes de la Antigua Grecia. Desde hace décadas educan así a los ciudadanos”. Según esta idea, todo lo que esté vinculado a la Grecia clásica es griego, sin matices.
El embajador macedonio piensa que reconocer la existencia de minorías iría “en contra del concepto de ‘una sola nación y una religión’” de Grecia. Asimismo, Belevski afirma que su país “no quiere hablar sobre su identidad, lengua o cultura, sino sobre un nombre que, en la comunicación bilateral, sea aceptable por ambas partes”.
En 1995, los dos Estados llegaron a un acuerdo por el que se comprometían a buscar ese nombre. Pero en el proceso, la república ve cómo se paraliza su ingreso en la OTAN y la UE, a pesar de que, como recuerda su embajador, “los criterios necesarios se han cumplido”.
Podimata asegura que en Grecia desean que el problema se resuelva, “porque de verdad queremos el progreso y la estabilidad de nuestro país vecino”, al que culpa del estancamiento de las negociaciones por su “postura intransigente” en mantener el nombre de República de Macedonia desde que fue aceptado por unos 120 países de la ONU, entre ellos Estados Unidos.
Grecia, en todo caso, ha reducido su presión, ya que hace diez años no permitía ninguna denominación que incluyese la polémica palabra. Ahora la acepta junto a una referencia geográfica. Según la prensa griega, las opciones serían ‘Nueva’ Macedonia o ‘Alta’ Macedonia, a las que Voskopoulos considera absurdas. ‘Nueva’ Macedonia, porque sería para distinguirla de la ‘histórica’, como si fuera “una nación artificial”. Además, siguiendo la misma lógica, Grecia debería llamarse “Nueva Grecia”. ‘Alta’ Macedonia no le convence porque si República de Macedonia es un nombre que incita a la reclamación territorial, con más razón lo haría ‘Alta’ Macedonia, ya que “implicaría la existencia de una ‘Baja’ Macedonia”.
El problema podría solucionarse si se siguiese el consejo de Metodija Belevski: “La pertenencia a una antigua región de la historia tiene que servir para unir a los países, no para enemistarlos”.